James Spader, el actor detrás de uno de los personajes que más me ha cautivado en cuestiones de series policíacas y de crímenes, era totalmente desconocido para mí, pero luego de conocer su versión del gran Raymond Reddington quedará para siempre en mi memoria y seguramente será la única razón por la que pueda regresar a "The Blacklist".

Esta serie salvó uno de los períodos más extraños de mi vida (y del mundo entero). Recuerdo que fue en el 2020 cuando le dimos una oportunidad.
La entrada del personaje, ahora que lo intento recordar, me trae a la memoria la escena de la película Seven, cuando Kevin Spacey aparece en la estación de policía para entregarse él mismo, obviamente, salvando las distancias. Desde esa presentación del personaje, dentro de una caja de máxima seguridad, el desenvolvimiento de Raymond Reddington, uno de los criminales más buscados de EE. UU. y el mundo, fue un camino de ida.

La serie fue estrenada hace nueve años y creada por Jon Bokenkamp con un guion que no pudo escapar a los contratiempos de la pandemia y se "mandó" lo que, en mi opinión, fue uno de los capítulos más locos e impensables que he visto en una serie cuando hicieron un capítulo de final de temporada ayudados por la animación debido a la imposibilidad de asistir a las grabaciones.
Sin embargo, ni este traspié, ni las actuaciones del resto del equipo, que para mí no estuvieron a la altura del personaje principal, pudieron evitar que le siguiera el ritmo.

Entre la filosofía y las reflexiones sobre la vida, este criminal era una mezcla de Robin Hood, salvador de inocentes, con descaro y elegancia, llevado por el buen gusto y los placeres de la vida. Hedonista, altruista, estoico y sin miedo a ser vulnerable, una mezcla difícil de lograr, pero que funcionó a la perfección en manos de Spader.
Sin duda, recomiendo la serie solo por no perderte conocer al enemigo público número uno.
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