No digas que no hay nada nuevo para ver. Lowlifes (2024) y New Life (2024)

Dos interesantes óperas primas de terror que abordan temáticas conocidas desde nuevas perspectivas

Estamos transitando un año donde la oferta de cine de terror está repleta de sorpresas. Mucho hype, mucha novedad y sobre todo mucho estreno en salas comerciales, algo que siempre se festeja. A las propuestas que vinieron a trazar nuevos caminos dentro del horror les siguieron otras que, infladas por las estrategias de marketing y los titulares voluptuosos, nos desencantaron por no ofrecer lo que habían prometido. Lo cierto es que detrás de lo comercial y de los estrenos en salas existe toda una corriente de cine que va directo a plataformas especializadas que quizá, por contar con esa libertad de no ser definidas como “la película del año…”, pueden ofrecer experiencias novedosas y más estimulantes. Este párrafo inicial no es un rechazo o una crítica a la situación del cine de terror actual sino más bien una necesaria nota al pie en la que se intenta demostrar que mucho de lo rupturista o innovador se encuentra en zonas alejadas de lo comercial y de las estrategias de promoción que quieren vendernos experiencias cinematográficas nunca antes vistas pero que siempre estuvieron ahí.

De los cientos de rankings que circulan en internet y que buscan determinar qué es lo mejor del cine de terror del año varios coinciden en incluir dos óperas primas que sólo tienen en común escaparse de la norma de los subgéneros a los que pertenecen. New Life (2023) y Lowlifes (2024) son dos films que, por motivos diferentes, cumplen en elaborar puntos de vista alternativos subvirtiendo las fórmulas clásicas a las que, aparentemente, se adscriben.

Lowlifes. Dos familias, dos giros argumentales y un cuestionamiento a los estereotipos del género

Tesh Guttikonda y Mitch Oliver debutan en la dirección con este film canadiense que acaba de estrenarse en la plataforma Tubi. Lowlifes es la primera experiencia conjunta del par de directores. Guttikonda es el más experimentado ya que se encargó de la escritura del guión de Influencer (2022) junto con el director Kurtis David Harder. Sin embargo es Al Kaplan, que cuenta con varios films Clase B de terror naturalista, quien estará a cargo del guión de la película. Toda esta información, que no influye en el desarrollo o en la lectura posterior que pueda hacerse del film, permite dejar en claro una cuestión importante: sin ningún tipo de experiencia, el debut de Guttikonda y Oliver se vuelve gigante.

Una película como esta requiere una sinopsis lo suficientemente acotada como para no caer en la tentación del spoiler o la preconcepción. Los instintos de supervivencia de una familia que viaja por carretera se ponen a prueba cuando no tienen otra opción que pasar la noche en una granja remota. A simple vista intuimos que posiblemente lo que vayamos a ver se encuentre inmerso en las fórmulas del slasher. A esto podría responderse que sí y que no. Si bien el viaje al interior, la familia psicópata y la última superviviente se encuentran presentes dentro del film lo hacen de una manera que solo puede definirse como inesperada, tensando los límites del subgénero.

De lleno, la secuencia de títulos funciona como un avance del clima que el film nos va a ofrecer. Hay crímenes, hay sangre, hay persecuciones. Lowlifes, o maleantes en su traducción rudimentaria, trata sobre criminales y los modos cuestionables en que deciden vivir su vida. La falta de empatía, el exceso de prejuicios y una necesidad compartida de vivir al margen de la ley serán centrales para el desarrollo de los personajes y de las problemáticas que se establecen entre ellos. Desde las primeras secuencias se nos presenta lo que será la dinámica central. Veremos el modo en que dos familias opuestas se vinculan, los enfrentamientos que surjan entre ellos y todo lo que son capaces de hacer para salir con vida de una situación que nadie esperaba.

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En la primera secuencia conocemos a una familia tipo, urbana, de clase media alta conformada por Keith (Matthew MacCaull) y Kathleen (Elyse Levesque), padres de dos jóvenes adolescentes, Amy (Amanda Fix) y Jeffrey (Josh Zaharia), a los que anualmente llevan a un viaje de campo en una van. El aburrimiento y la tranquilidad que la salida les genera se verá interrumpido por la aparición de dos hermanos de campo, a los que definen como Hillbillies, llamados Vern (Richard Harmon) y Billy (Ben Sullivan), construidos como violentos e ignorantes, que les piden ayuda para dar con el paradero de su hermano Melior (Todd Masters). La insistencia y el comportamiento amenazante incomodan a la familia, aunque terminan cediendo a los pedidos cuando deciden llevar a Billy a su casa en medio de la nada para pedir ayuda. Rápidamente, todo se sale de control. Como espectadores sólo nos queda festejar el modo en que Oliver y Guttikonda se burlan de nuestras expectativas.

Lowlifes podría definirse como un slasher sangriento que sorprende fuertemente al espectador en dos ocasiones bien marcadas. Estos cambios en la trama subvierten los usos regulares de las fórmulas del subgénero. Nos hacen creer que lo que vamos a ver forma parte de las dinámicas de los slashers clásicos a los que tan acostumbrados estamos. Sin embargo, la ruptura de las fórmulas que los directores proponen sirven para poner en primer plano y visibilizar los clichés del subgénero y los prejuicios propios del espectador que suele no ser consciente de lo implicado que está en la construcción y el desarrollo de la trama.

Si bien hay momentos dónde la película decae, por la exageración de las interpretaciones o el abordaje de lugares comunes que restan a su originalidad, la propuesta de los directores no deja de ser atractiva y llamativa en un contexto donde la sensación constante es que el slasher ya lo ha dado todo.

New Life. Dos mujeres, un cuerpo en crisis y un futuro nada prometedor

El debut cinematográfico de John Rosman deja un sabor esperanzador. Es que New Life puede leerse como una primera incursión soñada no sólo por su cinematografía y la elaboración del guión sino también por la interpretación que Sonya Walger y Hayley Erin hacen de sus personajes protagónicos. Todo lo que Rosman ofrece es un acierto a la hora de construir un film que se ubica entre el cine de zombies y aquellos que se centran en la propagación de amenazas biológicas.

Estrenada en el Festival Fantasia 2023, llegó a plataformas recién a mediados de este año. Definida como un thriller de horror, la película cuenta una historia simple cuya complejidad aparece en los modos en que se elaboran las personalidades y deseos de sus dos protagonistas. Jessica (Hayley Erin) es una joven que escapa de una experiencia traumática que se revelará de manera fragmentada y paulatina al espectador. Elsa (Sonya Walger) es una detective encargada de dar con el paradero de Jessica en un momento de su vida donde los síntomas de su enfermedad se vuelven más intensos y recurrentes. En este plano de situación, la película pone el foco en la dinámica del gato y el ratón, donde la vida de una depende exclusiva pero no evidentemente de la otra. Ambas atraviesan momentos de miedo e incertidumbre que pueden definirse a partir de una situación compartida que es la de no saber qué hacer con sus vidas o cuál será el futuro que las espera. El contexto donde se desarrolla esta historia es el de un inminente peligro biológico que solo podrá neutralizarse encontrando a Jessica lo antes posible, viva o muerta.

Las primeras secuencias del film operan dándole a conocer al espectador las problemáticas que atraviesan ambas. En los primeros planos vemos a Jessica corriendo ensangrentada e ingresando a una casa que podemos intuir que es la suya, aunque su comportamiento indique cierta precaución y paranoia. Cuándo lo único que se lleva es un anillo de compromiso, y ante la aparición de un hombre armado en su domicilio, descubrimos que lo que le ocurre es mucho más grave de lo que podemos imaginar a simple vista. Perdida, deambula sin un rumbo fijo a lo largo de toda la película. En paralelo, vemos a Elsa realizando su rutina matutina. En el espejo una serie de post-it con mensajes motivacionales nos invitan a pensar que algo ocurre. Las pastillas y los movimientos que realiza son una confirmación de lo que luego se explicará con mayor certeza: Elsa tiene ELA (esclerosis lateral amiotrófica). A partir de este momento la cámara se vuelve una compañera fiel que nunca las abandona, puesta ahí para revelar la intimidad de sus protagonistas.

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La información que se le ofrece al espectador es dosificada por Rosman de manera inteligente. Situaciones del presente de Jessica funcionarán como disparadores de lo que ocurrió en su pasado. Flashbacks que muestran la cotidianeidad con su pareja y el encuentro que tendrán con un perro perdido en una noche de camping serán determinantes para comprender lo que le está sucediendo en el presente. El pasado reciente se despliega fragmentado y desordenado en correlato con la incomprensión que siente ante lo que le sucede.

Lo interesante de New Life es el modo en que construye a los personajes femeninos protagónicos. Si en Jessica el foco está puesto en su pasado, el uso de los flashbacks refuerza esta lectura, en Elsa lo que importa es el futuro, lo que podrá o no hacer cuando su enfermedad avance. El punto en común entre ellas es que el conflicto que atraviesan está anclado en su corporalidad, en la presencia o ausencia de síntomas que revelan lo que están comenzando a experimentar. El cuerpo de Jessica se convierte en el misterio central a resolver, es una cárcel de la cuál no podrá liberarse, una problemática de Estado. El de Elsa se vivencia ajeno y enigmático, una tumba que la atrapa y que le impide vivir su vida cotidiana y laboral. Ambas están al inicio de una nueva vida, donde el cuerpo juega el papel central.

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Definir al film como un thriller de horror es apropiado aunque limita, de manera positiva, lo que luego el espectador descubrirá. Cuanto menos se sepa del desarrollo de la trama mejor, sobre todo porque lo valioso de New Life es el modo en que subvierte las expectativas del espectador. A la historia de estas dos mujeres la acompaña un desarrollo del horror que por su lentitud se vuelve fascinante.

New Life y Lowlifes son dos propuestas espectatoriales diferentes que ofrecen abordajes del terror que van desde la profundidad y la sutileza, hasta la ruptura abrupta de las expectativas. Las dos merecen la oportunidad de ser tenidas en cuenta. Lo de Rosman y Oliver/Guttikonda es esperanzador porque logran atrapar al espectador y dejarlo con las ganas de descubrir qué otras propuestas encararán a futuro.

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Me gusta lo que compartiste, ¡gracias!
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Martin Luengo
Martin Luengo
 · 08/13/2024
siempre es interesante ver lo que ofrecen estos nuevo directores del genero, excelente recomendaciones, saludos
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User-1147963460
User-1147963460
 · 08/13/2024
Me encanta a través de estos artículos aprender cada día un poquito más de cine. Siempre muy clara y llena de datos. Gracias
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