Joker: Folie à Deux (2024): El peor chiste del Guasón. 

Personalmente, Joker (2019), pierde carisma cuanto más la veo y más la pienso. Hay que reconocerle a Todd Phillips que su trabajo haciendo una adaptación libre del archienemigo del murciélago fue digno, la película es sólida y funcional. No importa si se trata de un robo descarado a Taxi Driver (1976), a The King of Comedy (1982) o a toda la obra de Scorsese. La película funciona y punto.

La historia de la muerte de Arthur Fleck, porque de eso se trata la película de 2019: de la muerte de Arthur Fleck y el nacimiento de Joker, conmocionó al mundo entero haciendo de Ciudad Gótica una hipérbole de nuestra sociedad, la cual de manera cruda y hostil, es capaz de crear monstruos que luego de mucho tiempo atrapados con una camisa de fuerza, se liberan generando daños colaterales mucho más grandes de lo que nadie hubiera previsto.

Después está el asunto de la salud mental, no creo que sea justo decir que la película de Phillips es acerca de la salud mental, pero si es cierto que es un elemento más que construye al mártir que en el cual Fleck se convertirá de cara a su inminente muerte simbólica. Porque por si no quedó claro: Cuando vemos a Joker bajar las escaleras al ritmo de Rock & Roll Part 2 de Gary Glitter, Arthur Fleck ha muerto.

Es justo entonces, decir que la mera existencia de Joker: Folie à Deux (2024), carece de absoluto sentido narrativo. Pero inevitablemente, la codicia y la posibilidad de asegurar ventas de entradas es lo que mueve a la industria mainstream de Hollywood. Eso no es culpa ni de Todd Phillips, ni de Joaquin Phoenix, ni de Warner Bros. es una realidad actual. Y también es una realidad que son las películas como estas las que dan lugar a que exista dinero para producir películas mucho más independientes, se le abran las puertas a nuevos directores, etc. Así que cualquier cosa aparte de dejar por sentado el carácter de Joker: Folie à Deux de secuela innecesaria, sería de una hipocresía tremenda desde nuestro cómodo lugar de espectadores.

Pero esto no exonera a la película de ser juzgada por lo que termina siendo un resultado final peor que mediocre, en una película absolutamente hipócrita y cobarde.

Joker - Todd Phillips

Todas estas duras afirmaciones tienen su justificación, aunque no se necesita demasiado análisis para exponerlo. Basta con ver la película con un mínimo de perspicacia para darse cuenta que lo que muchos defensores de la nueva película de Todd Phillips tachan de odio populista, es una verdad irrefutable. Porque aunque el cine sea mucho más que una dicotomía frívola, no hay forma de no decir que Joker: Folie à Deux es una muy mala película. Al punto que por momentos hasta reivindica a la infame versión gangster del Guasón de Jared Leto en Suicide Squad (2016), adjudicándole casi un valor de de valentía tremenda.

Ha habido un sinfín de versiones de Joker, en los comics, en la televisión, en el cine. El origen del personaje ha sido, sin embargo, tratado con cautela. Muchas veces relacionado al villano Red Hood y a un accidente en una fábrica. Pero lo cierto es que el motivo de esta ausencia de biografía clara, tiene un fin: provocar en el lector, en el espectador, y hasta en los personajes que habitan su diégesis, un terror real por este hombre de rostro pálido y pelo verde.

En Batman: The Killing Joke, la novela gráfica del año 1988 escrita por Alan Moore, la cual presenta a una de las versiones del Guasón más crueles hasta el momento, hay una frase que puede pasar desapercibida entre las viñetas. Cuando Batman busca al payaso e interroga a un jefe de la mafia, este le dice que ellos (los criminales), pueden temerle a Batman, pero están aterrados del Joker: “We may be scared of you, but we're terrified of him”

Entonces, la falta de un pasado y origen claro, ayuda a hacer de Joker el monstruo que realmente es, porque dentro de lo desconocido y la ambigüedad, se hace uso de dos de las fuerzas más aterradoras que existen para el ser humano con el fin de construir un villano, no desde la motivación, sino desde la incertidumbre. Al ser incierto es impredecible, y al ser impredecible genera un temor tremendo en quien tenga la mala dicha de encontrarlo.

No es por otra cosa, que Todd Phillips insiste tanto en su narrativa con la condición mental de su personaje en la primera película. Porque su desequilibrio mental, al margen de su origen, lo hace impredecible, aterrador, y capaz de cualquier cosa. Y ese es uno de los motivos por los cuales Folie à Deux no funciona. Porque hace del villano que construyó en 2019, una víctima a la cual despoja de toda su humanidad de una manera tan cínica que deja entrever un desprecio terrible por su propio personaje.

Batman: The Killing Joke - Sam Liu

En resumidas cuentas y para contextualizar, Folie à Deux retoma la historia de Joker poco tiempo después de los eventos sucedidos en la primera película y de que Joker asesinara a cinco (o seis personas, como le gusta aclarar al personaje, puesto que también mató a su madre), siendo una de ellas el presentador televisivo Murray Franklin (Robert De Niro), a quien Joker asesinaría en vivo.

Luego de ser apresado, Joker es trasladado a las instalaciones del Arkham Asylum, un manicomio que en la ficción del batiuniverso recluye a la mayoría de sus enemigos. Allí, es maltratado y abusado mental y físicamente con periodicidad por parte de los guardias, mientras espera un nuevo juicio que pueda exonerarlo de parte de sus cargos alegando una enfermedad mental.

Mientras tanto, en las afueras, el furor por el Joker ha llegado al punto de que se ha hecho una película para televisión sobre él, y sus fanáticos aterrorizan a Ciudad Gótica vestidos de payasos.

Un día, Joker, que es ahora en verdad un Arthur Fleck revivido arbitrariamente, conoce a Lee o Harley Quinn (Lady Gaga), otra paciente del manicomio, la cual está completamente obsesionada con Joker (no con Fleck), por la cual este perderá la cabeza mientras se lleva a cabo el juicio que podría exponerlo a la pena de muerte o sacarlo de Arkham.

La mediocridad de la película está arraigada principalmente a lo poco funcional que resulta la relación entre el guion y la puesta en escena que intenta orquestar el relato. Incluso al aceptar su inminente existencia, ningún aspecto de la película logra realmente hacer que lo que sucede en la película, o a su personaje, nos importe. El vitoreo del público y de la tribuna que se pueda percibir se debe única y exclusivamente a la promesa de una película que nunca va a terminar de llegar. Una en la cual se continúe este ciclo de auge, caída, y auge de nuevo. Pero este deseo no es estrictamente causado por el fanatismo y atractivo inherente del Joker de Joaquin Phoenix, que nuevamente vuelve a entregar una interpretación realmente dedicada. Este deseo se debe a una manipulación barata a la que aspira la puesta en escena. La fotografía, por ejemplo, busca destacar y estetizar momentos puntuales que al inflarse visualmente funcionan a modo de promesa. Lo cual combinado con la ya conocida e indicativa banda sonora de la película, hacen del sufrimiento del personaje un juego que ya está perdido incluso antes de empezar, solo que claro, él no lo sabe, nosotros sí.

Mucho se ha hablado acerca del carácter musical de la película, y es que realmente no es para tanto. En ningún sentido. Ni para criticar, ni para destacar. El despliegue musical está metido a presión para que calce con la película de la manera más conveniente posible. Y posiblemente sean estos pasajes los que más destaquen no solo de la puesta en escena sino también del relato en sí. Porque son los únicos momentos en los que nos alejamos de un guion que mucho deja que desear y nos adentramos en un espectáculo que aspira (aunque no logra), ser entretenimiento puro y duro. La función narrativa de las secuencias musicales, es inmediatamente reconocible y se agota por acumulación. Pero si algo hay que reconocerle, es que son a su vez, los únicos momentos en los que nos encontramos nuevamente con un Joker sólido del cual carece esta nueva película de Arthur Fleck, personaje, de nuevo, resucitado simbólicamente.

Aunque si lo vemos detenidamente, tampoco podemos decir que la película sea propiamente de Arthur Fleck. Tampoco es de Joker. Tampoco es de sus fanáticos, como mucho se ha dicho. Menos es de Harley Quinn o de la relación entre los dos antagonistas de Batman. Y ese es posiblemente el mayor problema de la película en términos narrativos: la película quiere ser un poco de tantas cosas, que termina por ser absolutamente nada. Es una especie de popurrí de eventos que suceden en Ciudad Gótica como culetazo de la película anterior. Solo que ninguno de los eventos es especialmente tratado a nivel temático.

Joker: Folie à Deux - Todd Phillips

En este proceso, ya de por si confuso y vacío, pero con un montón de esqueletos posibles presentados, Phillips decide volcarse a hacer una especie de statement o declaración. Casi como si dijera que el fanatismo por la figura de Joker es en verdad un error que está siendo penalizado. Joker no es particularmente juzgado por sus acciones, sino por lo que sus acciones han generado. Y para esto, el director no tiene mejor idea que poner a su personaje principal en el lugar más deshumanizante de todos (una cárcel) y en el espacio que más expuesto lo puede dejar (un juzgado, donde el juicio será de hecho televisado).

Este castigo, se vuelve aparte de innecesario, contradictorio con todo lo que Phillips hizo en la película anterior respecto a la glorificación de la figura de Joker. Casi como si el director quisiera hacernos pagar a nosotros espectadores, y a su propio personaje, por sus propias acciones desmedidas. Operando esto de una manera casi meta-cinematográfica.

Una y otra vez, el director tortura a su personaje, el cual no es ni siquiera Joker, el torturado es Fleck, y aunque la película se esfuerza por intentar exponer que Joker y Fleck, son el mismo personaje, todos sabemos que no es así. Justamente, el acto de Fleck de transformarse en alguien más a través del disfraz, lo convierte en otra persona.

Pero lo peor de la película, es que la película ni siquiera se atreve a hacerse cargo de la tortura que propone. Puesto que en los momentos que más humilla a su personaje, recurre a un uso cobarde de las herramientas que la puesta en escena y el guion le permite, para escaparse del lugar oscuro del cual ha abierto la puerta y ahora no puede cerrar.

Joker: Folie à Deux - Todd Phillips

El ejemplo más claro de esto, no es el final de la película, que obviamente es de una cobardía tremenda, el ejemplo es (alerta de spoilers), cuando los oficiales de la prisión barra asilo psiquiátrico que periódicamente hostigan a Arthur deciden tomar represalias luego de que este los expusiera (sin consecuencias aparentes) en televisión en vivo. Todd Phillips propone que estos realicen el acto más atroz y deshumanizante que una persona puede recibir. Phillips construye una secuencia de abuso sexual, por la cual nos guía bajando cada vez más escaleras, con cada vez más golpes, a lugares que aparentan ser cada vez más desagradables, y cuando llega el momento de hacerse cargo de lo que está queriendo contar, decide hacer un corte de montaje y una elipsis que nos muestran a un Arthur totalmente catatónico y aturdido ser arrastrado como un cadáver mientras escuchamos a otros presos preguntar que le han hecho como si no hubiera quedado claro.

Phillips es, entonces, un claro ejemplo de un director que tira una piedra pero luego esconde la mano. Un director que no solo no pudo hacerse cargo de lo que hizo, sino que no es capaz de hacerse cargo de lo que parece querer contar de una manera estética que lo hace atroz e inmoral.

Joker: Folie à Deux no es más que un mal chiste que humilla y le tiene miedo al propio material de origen que da lugar no solo al personaje, sino a la película como secuela.

Joker: Folie à Deux - Todd Phillips

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