¡Qué hermoso fenómeno cuando una ficción nacional está en las conversaciones de todxs!
Eso es lo que sucede con “Envidiosa”, una comedia dramática protagonizada por un elencazo conformado por Griselda Siciliani, Esteban Lamothe, Benjamín Vicuña, Pilar Gamboa, Violeta Urtizberea, Marina Bellati, Bárbara Lombardo, Martín Garabal, Lorena Vega y Susana Pampín. Esta serie se estrenó en septiembre en la plataforma Netflix y cuenta con una primera temporada de 12 episodios y la promesa de una segunda en 2025.
“Envidiosa” nos cuenta la historia de Victoria, una mujer de 39 años que se acaba de separar y se siente completamente frustrada por no haber cumplido el mandato de haberse casado y tener hijos. En contraste, comienza a ver la vida de sus amigas que sí lo hacen y ella sufre una terrible envidia. A lo largo de los episodios vamos a espiar sus sesiones de terapia con una de las mejores actrices de nuestro país, Lorena Vega, interpretando a la Psicoanalista. En el consultorio, Victoria deja salir sus miserias, mostrando un personaje bastante egoísta y depresivo. Todas sus amigas se van casando y ella inconscientemente arruina los acontecimientos de las personas que la rodean, es un ser bastante monstruoso y a la vez, algo de su ternura, gracia y fracasos cotidianos, nos llevan a empatizar con ella.
En medio de su odisea de encontrar al príncipe azul, vamos conociendo distintos hombres con los que se vincula. Nos presentan a su ex, interpretado por Martín Garabal con el cual parecería ser que tenían una relación bastante aburrida y su crisis de envidia se desata cuando él anuncia su casamiento con otra mujer. Por otro lado, conocemos a uno de sus jefes, encarnado por Benjamín Vicuña, una persona completamente irresponsable afectivamente, egoísta y desordenado con su propia vida; con el cual ella comienza a obsesionarse. Y finalmente, tenemos a Matías, interpretado por Esteban Lamothe, un tipo de barrio, sencillo, que la escucha, es atento, buena persona y amoroso; con el cual se hacen amigos. Parecería ser que Victoria se enamora de quien la trata mal y no puede construir vínculos saludables con alguien que está dispuesto a cuidarla. Conociendo su historia, podemos entender, con una mirada psicoanalítica, por qué ella funciona así, ya que su padre la abandonó de chica y repite ese patrón a la hora de vincularse con hombres. Le atrae el destrato y el conflicto.
En lo personal, me cuesta identificarme con las protagonistas ya que formo parte de una comunidad que justamente intentó escaparle a todos esos mandatos sociales, la idea de la realización a través del casamiento y la maternidad. Sin embargo, entiendo que esa crisis aún puede ser representativa de muchas personas. Más allá que no me interese tanto el arco principal de la serie, puedo disfrutar las maravillosas actuaciones y pequeños momentos donde las actrices despliegan sus matices actorales.
“Los perros de la calle, en general, tienen heridas viejas, profundas que no sanaron quizás en su debido momento y con el tiempo, se ponen cada vez peor”.
(Escena en la veterinaria).
Uno de mis momentos favoritos es cuando la protagonista va a la veterinaria y la doctora empieza a hacer una maravillosa descripción de un perro abandonado y el personaje de Griselda se siente representada hasta que estalla en un llanto. La vemos frágil y vulnerable como un cachorro. No daré más detalles de esa escena para no spoilear pero tanto el guión como la actuación de Siciliani me parecieron muy conmovedoras.
Escuchando a la guionista, Carolina Aguirre cuenta que le parecía importante destacar cómo los mandatos sociales patriarcales que tenemos conducen a la protagonista a estar completamente inconforme con su vida. Victoria pierde su eje, su propia identidad por adaptarse a un vínculo en el quizás ni siquiera está puesto su deseo. Muchas mujeres sacrifican parte del desarrollo de su propia personalidad, evitan cierta introspección para preguntarse realmente qué es lo que quieren. A veces los mandatos nos facilitan evitar encontrarnos con nuestras propias preguntas, con aquello que realmente deseamos. Es un atajo que nos acerca a un objetivo preestablecido pero nos aleja de nuestra propia singularidad. Conectar con nuestro deseo puede ser doloroso. Ya lo aprendimos con Fleabag:
“Yo necesito que alguien me diga qué ponerme cada mañana, que me digan qué comer, qué querer, qué odiar, qué escuchar, para qué comprar entradas, sobre qué hacer chistes, sobre qué no. Alguien que me diga en qué creer, a quién votar, a quién amar, cómo decírselo. Creo que quiero que alguien me diga cómo vivir mi vida porque, hasta ahora, creo que lo entendí mal".
(Fleabag en el confesionario).
Hace poco escuché una Charla sobre Amor entre Julieta Ortega y Dolina donde ella le preguntaba si el mandato social sobre construir pareja también afectaba al hombre, ya que se sentía juzgada por ser una mujer que decidía estar sola y que la sociedad lo ve como un fracaso. El mundo te cuestiona y repite: “Te vas a quedar sola” como si fuera algo que hay que evitar, como una amenaza que para ella “no suena tan mal”. Dolina le responde: “Parece haber una condena social para la soledad. Que la soledad es el estado de alguien que no ha conseguido por ineptitud propia o ajena, dar un paso más y relacionarse con alguien. Como si eso fuera la comprobación de tu efectividad como mujer, como objeto de deseo, como sujeto social activo, etc, etc.”
(La charla completa está en: CÓDIGOS DEL ARTE - CAPÍTULO 2 - "El amor" - Alejandro Dolina y Julieta Ortega).
En gran parte de las películas y series que se hicieron hasta principios de los 2000, las mujeres solteras se representaban como incompletas y la reina, de ese estereotipo fue Briget Jones. Ella encarnaba el arquetipo de mujer que fue criada con una familia que esperaba que “la nena presente al novio”. Estoy prácticamente segura que gran parte de las mujeres de más de 30 años, tienen esa presión social y familiar desde muy chicas.
Y cuando digo desde muy chiquitas, no estoy exagerando y aprovecho este momento para decir cómo odiaba desde los 4 años que adultos me pregunten si tenía novio. (¿Qué les pasaba por la cabeza? ¿Qué gracia tiene preguntarle eso a una criatura?).
Muchas nos criamos con la idea que si pasabas los 30 años y no tenías pareja era lo peor que te podía pasar en la vida. Sin embargo, los estereotipos de chabones solteros de más de 30 era al revés. Los medios incluso se los presentaba como “ los solteros codiciados”.
Recuerdo en las novelas, la cuestión alrededor de los departamentos de solteros como el de Facundo Arana en “Muñeca Brava", los de Gabriel Corrado en “Chiquititas” o “Perla negra”. (¡No sé qué onda! pero hay toda una camada de chabones criados a base de Coca Cola y Patitas de Pollo que tenían este estilo de Loft, con sus barras, sus carteles de Neón).
La cosa es que las ficciones siempre mostraban que los tipos solteros la pasaban bárbaro, estaban de fiesta en fiesta con su juventud eterna, escapando a la cárcel del matrimonio. ¡Eso también hay que decirlo!: hay todo una generación de chabones pensando que casarse era lo peor que les podía pasar y se les acababa la libertad (¿¿para qué se casaban señores si no querían??).
Y por otro lado, teníamos a las mujeres solteras que sufrían, obsesionadas con el casamiento y con la inminente amenaza del reloj biológico porque si no se iban a convertir en unas viejas solteronas.
Siento que desde que tenemos memoria, las series y pelis siempre se centraron en personajes con parejas. Incluso en las producciones que parecerían ir por otro lado, tarde o temprano, terminan uniendo a los personajes principales y emparejando a todes como en “Friends”, “Parks and Recreations” o “How I met your mother", por nombrar algunas.
Incluso, da la sensación que a ciertos personajes, los casan y todo el arco empieza a pasar por su vínculo de pareja y genera que se estanque la producción, como creo que sucede un poco con Jim y Pam en “The Office” o Mónica y Chandler en “Friends”.
Obviamente, yo amé todo el desarrollo de esos vínculos, la tensión sexual, la evolución de esas parejas pero, en lo personal, creo que llega un momento que es necesario darle fin a la serie o lugar a otras cosas porque si no empieza a aburrir.
Y además, hay un fenómeno que se genera es que el público empieza a idealizar esas parejas a lo largo de los años a tal punto que son intocables por los guionistas.
Siento que en parte, el público es responsable de ese fenómeno de idealizar esos matrimonios o noviazgos y se genera un círculo vicioso.
Me parece interesante mencionar la serie “Girls” que quizás en una lectura superficial podemos ver que ellas replican muchos mandatos y terminan generando relaciones bastante tóxicas pero creo que, lo rico de la serie es que también muestran todas las miserias de eso. No es que ellas salen ilesas de esos vínculos o situaciones, si no que vas viendo cómo los personajes se van corrompiendo cada vez más, se muestran las heridas de intentar cumplir con los mandatos sociales.
Volviendo a “Envidiosa” creo que es una serie que justamente está mostrando como los mandatos nos vuelven mujeres autodestructivas. Quizás no sea una producción que me vuelva loca o represente a las personas que hace años ya estamos desviadas de todo tipo de estructura, pero puede ser que a varias les toque alguna fibra de su corazón y las invite a hacerse preguntas y conectarse con su propio deseo.



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