Después de alrededor de 40 películas como director, más de 70 como actor, una carrera de más de 65 años, 4 premios Óscar, y a sus 94 años, Clint Eastwood ha decido poner punto final a su carrera, con su último proyecto, estrenado en 2024, Juror #2 o Jurado N°2.
Es para celebrar, que esta sea la última película que nos regala el veterano. Es para lamentar que en una cobarde jugada por parte de Warner Bros., el estreno de esta en salas de cine, ha sido limitado no solo a nivel mundial (ni siquiera será estrenada en Latinoamérica), sino también en su propio país de origen, donde también fue estrenada de manera limitada. Todo, presuntamente, a causa de los recientes fracasos en taquilla de los estrenos de Warner Bros, en 2024.
Pero a pesar de los intentos de Warner Bros. por dejar pasar sin pena ni gloria a la película que debería ser un evento para celebrar y llorar a la vez, porque implica el final de uno de los directores y autores más grandes de la historia estadounidense, son pocas las personas que luego de verla, han quedado inconformes. En general, todos quienes hemos podido acceder a verla, ya sea estando en alguno de los pocos países que la han estrenado, o a través de screeners provistos para votarla en la incipiente temporada de premios, hemos quedado más que satisfechos.

La película entra dentro del subgénero de thriller judicial o courtroom drama, una de esas películas que, a nivel general, tienen como escenario principal a una corte o juzgado, particularmente los que están formateados en base al sistema norteamericano, que desde afuera resulta tan confuso y cuestionable como atractivo y dramático.
La mayor expositora del subgénero es posiblemente la ópera prima de Sidney Lumet, 12 Angry Men o Doce Hombres en Pugna de 1957, por la cual Juror #2 tiene mucho cariño, y de la cual también tiene mucho. Dentro de los clásicos podemos también tener a la adaptación de la novela de Harper Lee, To Kill a Mockingbird o Matar a un ruiseñor, de 1962, y dirigida por Robert Mulligan .
Dentro del panorama reciente, está la popular The Trial of the Chicago 7, de 2020, dirigida por Aaron Sorkin; la ganadora de la Palma de Oro en el 76° Festival de Cannes Anatomy of a Fall de Justine Triet; e incluso la Richard Jewell de 2019 del propio Eastwood, a las cuales Eastwood no tiene nada que envidiarles o extrañar, puesto que su última película propone algunos giros a nivel de guion sumamente refrescantes, los cuales combina, con pausa y seguridad, con un estilo de dirección y puesta en escena clásico que pocos directores pueden manejar con la certeza que lo hace Clint Eastwood.
Justin Kemp (Nicholas Hoult), se ha convertido, luego de luchar contra el alcoholismo, en un ciudadano ejemplar, un hombre admirable que acompaña con cariño y cuidado a su esposa embarazada llamada Allison (Zoey Deutch) mientras trabaja en una revista. Y como ciudadano ejemplar, se le encomienda una de las mayores responsabilidades que se le puede pedir (o imponer) a un ciudadano estadounidense: auspiciar como uno de los doce jurados para un caso judicial aleatorio.
El caso en cuestión, gira en torno a la muerte de una joven, Kendall Carter (Francesca Eastwood), el acusado de asesinarla, su novio, James (Gabriel Basso). Pero cuando el juicio da inicio, Justin pasa a enfrentarse a un dilema moral producto de que luego de escuchar las declaraciones y ponencias por parte de los abogados, comienza a pensar que la muerte de Kendall no fue un asesinato, sino un accidente, y que el mismo podría ser el culpable.

El guion no original, no es de nuestro querido Clint Eastwood, sino de Jonathan Abrams, y supone su primer guion acreditado para cine. Lo cual, si hay que ser objetivo, se nota, no por hacer un juicio de valor sobre si es bueno o malo, sino porque puede resultar, por momentos, demasiado estructurado, poco arriesgado, a no ser por la propuesta general del conflicto, y un tanto formalista de más.
Pero los verdaderos argumentos a favor de la película, poco tienen que ver con el libreto, el cual sin dudas es importante, pues funciona como núcleo e hilo conductor, pero que se ve gratamente subordinado por el trabajo de Eastwood en la dirección. El cual recurre en todo momento a un paradigma de puesta en escena sumamente clásico y simple, sin recurrir a decisiones grandilocuentes para jactarse de novedoso. Eastwood confía en la historia que cuenta, y entiende que los recursos que le han servido durante toda su carrera, son válidos para este caso también.

Estos recursos clásicos pueden ser un breve plano detalle para centrar la atención en información no dicha, la alternación de flashbacks estableciendo distintos puntos de vista sobre una situación en concreto, una entrada de música sutil que provoque más que un golpe de efecto, un cambio en la atmósfera del relato, los ejemplos abundan, pero todos llevan a lo mismo, la confianza del director de Gran Torino en el poder de la puesta en escena.
Es entonces, por la propuesta de la película en términos de configuración espacio-temporal, en suma con la convicción por lo clásico, que la película toma mucho de Doce hombres en pugna. Esto se da tanto a nivel de dirección, donde Eastwood recurre a ubicar la cámara lo más parecido que puede a Lumet cuando se encuentran los doce jurados encerrados en la sala de deliberación, pero también puede verse en pequeños guiños que lejos de emular, remiten con respeto y admiración a aquella película que se estrenaba cuando Eastwood tenía 27 años y apenas iniciaba su carrera.

Hay en esto, un significado mucho más profundo que lo aparente, algo que se puede indagar mucho más que un simple nostalgismo cinematográfico. La película de Lumet, hablaba, ante todo, de la responsabilidad moral, pero también dejaba entrever lo defectuoso o imperfecto de la justicia, más especialmente, del sistema de justicia estadounidense.
Y cuando un director tan patriota como es Eastwood se enfrenta a poner en cámara estos dilemas, surge algo interesantísimo. Es decir, la justicia es una de las bases del patriotismo. Y la justicia es una de las bases del patriotismo. Y aquí, en Juror #2, el dilema moral que enfrenta Justin resuena con el idealismo que ha sido tan central en la obra de Eastwood, quien, a lo largo de su carrera, ha explorado la responsabilidad individual en relación con la ley, la moral y el sentido del deber.
La ambigüedad ética de la película no sólo se centra en la culpabilidad o inocencia del acusado, sino en las emociones y las decisiones personales de auto-preservación que se interponen entre la rectitud moral y la autodefensa instintiva.
Y es que al final, el juicio real al que Justin se ve sometido no es sólo el de determinar la culpa de James, sino más bien un juicio interior sobre su propio carácter y los límites de lo que está dispuesto a sacrificarse por lo que cree que es correcto.
El guion de Abrams, también remite a parte de la obra de Lumet cuando logra generar tensión mediante el contraste entre los jurados, donde la pluralidad de opiniones refleja la polarización que caracteriza tanto al sistema judicial como a la sociedad misma. Y es en esta atmósfera de incertidumbre donde Eastwood brilla nuevamente. El director crea un microcosmos de la sociedad a través de estos personajes, cada uno de los cuales, de alguna manera, refleja una faceta de la lucha moral, lo mismo que sucedía con la obra de Lumet.

Como mencioné antes, Eastwood no opta por la ostentación. Los planos son sencillos, los diálogos se desarrollan sin adornos innecesarios y la cámara sigue a los personajes con la misma serenidad. Eastwood confía en el peso de las palabras y los silencios, en la fuerza de una mirada, en la tensión sutil que se construye a medida que avanza el juicio. Este enfoque clásico no es sólo una preferencia estética, sino también un reflejo del tema central de la película: la importancia de lo que está en juego, no sólo en el juicio, sino en la vida misma de los personajes. La elección entre lo moralmente recto y lo emocionalmente instintivo, el sacrificio personal y la preservación de la propia integridad. En este sentido, la película encuentra su corazón no en el veredicto final, sino en el proceso interno que cada uno de los personajes experimenta mientras se enfrentan a sus propios límites éticos.

Juror #2 fue estrenada mundialmente en el AFI Film Festival 2024 el pasado 27 de octubre. Posteriormente tuvo su estreno oficial en su país de origen el 01 de noviembre, pero de manera limitada. Hasta ahora ha sido estrenada en Francia, España, Canadá, Reino Unido, Italia y Países Bajos. Por decisión de Warner Bros., la película no será estrenada en salas de cine latinoamericanas, por lo cual quienes deseen verla deberán esperar a un cambio en esta decisión o el posible estreno en streaming. La película también cuenta con un sólido elenco secundario, que incluye a Toni Collette como la fiscal Faith Killebrew, Kiefer Sutherland como el mentor de Justin, su patrocinador en recuperación, y J.K. Simmons como un jurado ex-detective que pone en duda varios aspectos del caso.



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