Las habitaciones rojas (Red Rooms, Pascal Plante, 2023) La realidad velada.

Spoilers

La iluminación de los primeros minutos da cuenta de una realidad velada, la punta del iceberg de un secreto. Una joven de enigmático aspecto, o en franca soledad, ingresa a un tribunal. Toda la secuencia viene acompañada de una música que bien podría emparentarse con una tradición de terror psicológico, más específicamente con El bebé de Rosemary, el clásico de Roman Polanski que desde 1968 viene desvelando a unos cuantos. No sabemos los motivos por los cuales Kelly-Anne asiste, pero observamos a través de su ojo/cámara los pormenores del juicio a un hombre llamado Ludovic Chevalier, acusado de asesinar en serie a tres adolescentes. Quien preside la sesión, advierte que habrá pruebas de alto contenido violento, material explícito que puede afectar la sensibilidad de los presentes. La cámara escenifica la mirada de la joven con un travelling circular y se detiene particularmente en el delgado cuerpo detrás del vidrio, una especie de materialización de la banalidad del mal según Hannah Arendt, un cuerpo que parece no decir nada y al que se le atribuye una condición de monstruo. Como en todo juicio, la fiscalía apelará de modo sensacionalista. El fin quiere necesita justificar los medios, los golpes de efecto deben ser lo suficientemente persuasivos. No alcanza con la enunciación de las atrocidades, hace falta sentirlas, verlas, padecerlas. Abyección verbal y audiovisual, un eslogan que recorre todas las esferas discursivas de nuestro presente. También la judicial. En la superficie, no muy lejos de esas habitaciones rojas que refiere el título, lugares donde se asesina o tortura en vivo para que la gente pague lo que quiere ver, el último eslabón, la pieza más siniestra de un engranaje perverso en la industria del divertimento.

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La primera media hora cumple con los requisitos de las películas de género judicial. Exposiciones, dudas y el interrogante por la verdad. La figura del culpable que se dirime entre lo humano y lo monstruoso. La fiscal y el abogado que hacen su número para persuadir al jurado. ¿Hay pruebas más allá de la razonable duda? ¿Qué pueden aportar los testigos? La clave reside en la posible identificación de los rasgos de un sujeto en los videos con la fisonomía del acusado. Por un lapso considerable, participamos en el púlpito, arriesgamos respuestas. Pero también nos preguntamos, ¿quién es la joven que asiste a cada sesión, por qué? Sentada, inmóvil, apenas clava su atenta mirada hacia el cubículo de cristal, como si quisiera escrutar a quien permanece encerrado. El carácter reposado del registro facilita el tiempo necesario para sumergirse en esa atmósfera de misterio. A la salida del recinto, sorprendida por la prensa, confiesa que va por curiosidad. A unos metros, otra joven es abordada por los micrófonos. Ella confiesa abiertamente que el juicio le parece una broma, que todo es un circo para acusar a un inocente. Ese personaje inaugura un territorio de otredad para Kelly-Anne, la posibilidad de reforzar una identidad que estaba difuminada y que comenzara a tallar su escultura progresivamente.

Los trayectos por la ciudad son gélidos, rutinarios. Espacios de reflejos, de madrugadas y noches sin alma. Kelly-Anne vive en un piso, dentro de una estructura edilicia desangelada. Maneja dos grandes monitores y da órdenes a un sistema operativo llamado Guenièvre. En medio de la oscuridad, apenas se distinguen algunas luces desenfocadas de colores. Por lo pronto, la noción de realidad está circunscripta a la palidez de las pantallas. La otra pantalla, la social, es el universo de la publicidad y de las fotos a las cuales consagra su delgado cuerpo. A veces, decide dormir afuera de tribunales para garantizarse el lugar. Es el motivo por el que se cruza nuevamente con la otra chica, Clémentine, una chica inestable emocionalmente, una homeless cuyo acercamiento al caso reside en su imperiosa necesidad de creer en la inocencia de Chevalier. “Sus ojos no pueden mentir” y se aferra a ello. No cree en la versión del monstruo de Montreal, como tampoco, décadas atrás las chicas Manson creyeron que su líder era culpable. Ambas presencian cada jornada.

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Si toda historia cuenta dos historias, la que se narra en un plano manifiesto es la del juicio, una distracción para que progresivamente se alimente la otra, la de contenido siniestro, la que tiene que ver con la alteridad. Los planos en el interior del recinto ponen en evidencia un mecanismo de observación a través del cual no perdemos de vista a los diversos actores. Una vez afuera, avanzamos con el vínculo de las dos jóvenes y con los movimientos de Kelly-Anne. De la supuesta curiosidad comienzan a asomar matices macabros. Su rostro imperturbable ante la pantalla de la computadora esconde otras intenciones. Y todo está igualado a la condición de juego. Es parte de un mundo de virtualidad y de hiperactividad. Se pasa de una búsqueda por Internet a una clase de gimnasia para terminar en un desfile. La sociedad del rendimiento según el filósofo surcoreano Byung-Chul Han: una sociedad que ha perfeccionado los métodos para mantener al sujeto produciendo cada vez más y a mayor velocidad. Han advierte que esto se produjo a partir de que los mecanismos de la sociedad disciplinaria, encuentran siempre un tope, una resistencia en el individuo. La película misma desplaza la cuestión de la institución disciplinaria (el juicio) a la cuestión del individuo (aislado, hiperactivo, automatizado y extraviado en la red informática, en los mecanismos perversos de la productividad contemporánea). Profesiones que requieren de la habilidad personal, “algo así como una modelo famosa o una millonaria profesional de póquer”, tal como le espeta Clèmentine, a lo cual responde Kelly-Anne “el dinero es solo números dentro de una computadora”. Todo lo sólido se desvanece en lo virtual. De hecho, el propio espacio que constituye su vivienda es funcional a esta idea, una jaula oscura de cristal, despojada de accesorios, donde ni siquiera existe una mesa para comer. No hay tiempo para los objetos, sí para contadas obsesiones.

La sociedad disciplinada, es reformulada por la habilidad de los individuos, inmersos en la ilusión de un control personal. Cuando Clèmentine le pregunta si no tiene miedo a ser espiada por el ordenador, Kelly-Anne contesta “Sí, pero sería idiota dejarla con la configuración predeterminada”. Programar a la medida de las necesidades, fusionarse amablemente con la IA, mejorar su personalidad. Poca luz, menos calorías, cuanto más velados estemos más se enriquecen los planes maquiavélicos privados. El espectáculo ofrecido a las entrañas de un recinto que no es siquiera hogar, sino un cubículo de consumo, un punto en medio de una galaxia de seres anónimos dispuestos a participar de modo perplejo, como Clemèntine ante la enorme pantalla (la cuestión de las pulgadas tampoco es un dato menor hoy).

Pero también es un enigma que se va resolviendo con sutileza y con calma el motivo de identificación con Ludovic. Clemèntine siente en sus entrañas que el tipo es inocente, sufre la burla de los infames que conducen un programa de televisión patético. Su mundo es la calle y necesita un sentido una verdad que apacigüe su desazón, su carencia. Los móviles de Kelly-Anne son de otra naturaleza. Su existencia vampírica la vuelve inmutable, hierática, conducta que roza la psicopatía a partir de un feroz pragmatismo. En otras palabras, no le entra una bala. Existencia vampírica que se continúa en los motivos que atraviesan sus producciones fotográficas. La diferencia entre ambas retornará en ese momento terrorífico en el que Clemèntine accede a los videos.

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La expresión de una es la extensión de nuestros rostros aterrorizados ante un material que no admite racionalidad; la otra mirada aparece inmunizada ante el horror porque ya está inscripta en el mismo. Sin exhibir las atrocidades, Plante moviliza y hace temblar los cuerpos solo con escuchar.

Una vez que armamos la trama con la información dosificada, entendemos que hay una fanática de estos asesinos sádicos, dispuesta a pagar lo que sea para ver esos videos que circulan. A diferencia de Clemèntine, ella sabe que Ludovic es asesino y entonces viene la gran escena de la película, su regalo, una puesta en escena donde asume la identidad de la última víctima.

Esta secuencia es clave porque pone en evidencia, no un delirio, una locura desbordada, sino un método. Es un modo de enfrentarnos con la prueba de que el mal se disemina en lo cotidiano, que incluye puesta un montaje y que goza de una racionalidad en su accionar. No hay patología capaz de nombrarse, más bien desconcierto. Como en Elephant (Gus Van Sant, 2003) o El ángel (Luis Ortega, 2018) no existe una explicación determinista que sea satisfactoria para entender el pasaje al acto, la pulsión que guía a los personajes.

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El horror excede lo visual, se incrusta en la imaginación y está trabajado formalmente desde el plano sonoro. No hay necesidad de encuadrar pantallas para exhibir las atrocidades porque se sienten igualmente: siempre el poder de la sugerencia es mayor que el aplastamiento. El resto es ya un pantanoso juego siniestro de identidades en un penoso mundo de secretos perversos.

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Cristina Guillén
Cristina Guillén
 · 01/24/2025
Cómo es que yo vi en la secuencia clave que Kelly- Anne le hacía la señal de " estás muerto o vas al muere" no en coche en este caso....cuando apenas se tocó el cuello......
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User-1237056414
User-1237056414
 · 02/23/2025
Excelente nota Guillermo.A pesar de lo siniestra,asoma algo distinto....Director para seguir
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Noelia Arias
Noelia Arias
 · 01/26/2025
Muy buena nota!!!
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User-1324891821
User-1324891821
 · 01/22/2025
Está bueno el artículo me gusta aunque por primera vez estoy empezando a leer las opiniones
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PABLO JAVIER PURUCHET
PABLO JAVIER PURUCHET
 · 01/22/2025
Análisis profundo y exhaustivo de un filme que se deja ver, aunque sea por simple curiosidad
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Evelyn Perea
Evelyn Perea
 · 01/22/2025
Muy buen análisis, le voy a dar otra oportunidad.
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User-1237056414
User-1237056414
 · 01/22/2025
Excelente film,director al q voy a estar atenta!!!
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Rodrigo Etchegaray
Rodrigo Etchegaray
 · 01/21/2025
Excelente análisis!!!
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