En plena época de adicción generalizada a la dopamina, producto de los constantes estímulos visuales que se reciben a través de los scrolleos infinitos por TikTok o Instagram, la nueva propuesta de Robert Zemeckis resulta tener un valor tremendo. Valor tanto por sus implicaciones en términos de declaración estilística, como por el coraje de arriesgarse a darle al público algo que irónicamente este pide a gritos no recibir.
Here (2024) o Aquí, como fue estrenada en Latinoamérica, parte de un argumento que puede verse relativamente simple o extremadamente complejo. La película, escrita por Zemeckis (Volver al futuro, Forrest Gump) junto a Eric Roth (Forrest Gump, Munich, Los asesinos de la luna) cuenta la historia de un lugar en específico, un pedazo de tierra que eventualmente se convirtió en la habitación de una casa, desde la era Mesozoica, hace 66 millones de años, hasta lo que parece ser la actualidad.
Pero aparte, el libreto opta por centrarse en ciertos personajes a lo largo de la historia de esta habitación, contando también la historia de sus vidas a medida que pasan los años. Todo esto, y es aquí donde entra lo relativamente novedoso de la propuesta, narrado a través de un único valor de plano fijo que se repite a lo largo de 104 minutos, donde se construye un punto de vista por parte del espectador que invita a recorrer el plano constantemente para identificar desde los cambios más pequeños a los más evidentes.

La idea parece más similar a la de un experimento ruso de cine experimental que a la de una película de protagonizada por estrellas de Hollywood y de más de 45 millones de dólares de presupuesto. Pero justamente, es también el contexto de su concepción el que le da un valor agregado al experimento audiovisual de Zemeckis.
El director de Forrest Gump no es ajeno a probar cosas nuevas, de hecho, ha seguido esta práctica casi toda su carrera: la hibridación de live action y animación en ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988); la incursión en efectos visuales y especiales novedosos en la trilogía de Volver al futuro (1985 - 1990); la incursión en la técnica de captura de movimiento cuando todavía no era algo de todos los días en El expreso polar (2004); y muchos otros acercamientos que sería justo decir lo ubican en un lugar de pionero en cuanto a las posibilidades visuales de la realización cinematográfica contemporánea.
Con Here, Zemeckis hace un nuevo experimento que aplica tanto a nivel de fotografía y continuidad (seguramente este segundo punto debe haber sido quirúrgicamente calculado en cada plano), sino también a nivel de montaje, lo cual se relaciona directamente con el guion escrito por el director junto a Roth.
El relato esta orquestado de manera no lineal, es decir, si bien desde el inicio se traza una especie de línea bastante ordenada sobre la evolución de la casa y como llegó desde le época de los dinosaurios a la actualidad, inmediatamente se comienzan a solapar y alternar imágenes de los distintos momentos que ha atravesado el lugar. Lo cual ayuda a generar un relato digerible y que aspira a no perder la atención del espectador manteniéndolo en un ejercicio activo pero que muchas veces recae en un juego de búsqueda de similitudes más que un intento por generar un diálogo y una conversación entre los distintos personajes que han habilitado el lugar, descansándose muchas veces incluso, en pequeñas referencias a modo de easter eggs que nos hacen recordar algo que vimos en otro momento de la película.
Esta alternación y las incontables elipsis que le dan forma al relato no significan que no haya un hilo conductor. En cierta medida, la columna vertebral de la película consiste en la historia de una familia con personajes claramente definidos pero no exhaustivamente construidos. Aunque quizás tampoco se le deba pedir eso a una película que busca desde su dispositivo declarar que hay mucho más de lo que vemos a simple vista detrás de un objeto o sujeto en observación.
Es con esta familia, compuesta por los personajes de Paul Bettany (el padre), Tom Hanks (el hijo y posterior esposo) y Robin Wright (la novia y posterior esposa), con la que posiblemente generamos un vínculo más cercano. Puesto que es a la única que vemos crecer desde que nacen (en el caso de Hanks) hasta que envejecen. Dicho sea de paso, Zemeckis aprovecha a darse el gusto de volver a una de sus mayores pasiones: experimentar con la estetización de Tom Hanks, a quien en este caso (junto a Wright) le suma un efecto de de-aging (rejuvenecimiento digital).

Encontramos también la breve historia de una tribu de lenni-lenape; la de William Franklin, hijo de Benjamin Franklin, quien vivió en la casa de enfrente a la que terminará siendo el escenario principal de la película; la historia de los primeros inquilinos, los Harter, donde el protagonista resulta ser un hombre apasionado por la aviación; un inventor y su esposa que viven en la casa durante la década de 1940; y una familia negra que lucha con las injusticias raciales del siglo XXI e incluso con la llegada del virus del COVID-19.
Los principales reparos que se pueden tener con la película, tienen que ver justamente con que esta parece acreditar su valor exclusivamente en su forma, y no tanto en su contenido. Hay personajes o momentos del guion que parecen estar ahí porque si y no dialogan precisamente con el dispositivo elegido. Y ni hablar de cómo en muchos casos la conveniencia en cuanto a la ubicación de los personajes en la habitación en cuestión resulta demasiado explícita y abrumadora.

Uno pensaría, que en relación al subtexto que la película de Zemeckis se propone contar, podríamos encontrar pequeños momentos que, observando casi como espías, nos hicieran acercarnos cada vez más a estos personajes: sus secretos, las vidas lejos de los grandes eventos, lo que en muchos casos realmente nos define.
Pero por el contrario, se recurre a que, en general, cada escena es un compilado de highlights de los personajes que la habitan: puede ser una gran revelación, una discusión, un nacimiento, una muerte, una sorpresa, lo cual puede generar un efecto depresivo importantísimo y peligroso para el espectador. El mismo efecto que genera la sociedad moderna y las redes sociales y que de manera más o menos consciente la película busca subvertir.
Este efecto de la necesidad de que la vida de sus personajes se defina en base a los grandes eventos, confabula también en contra del tono al que busca aspirar la película en última instancia. Ese cariño, esa nostalgia, termina por volverse bastante triste, cuando la película aspira a reflexionar sobre todo lo bello que pueden encerrar cuatro paredes aleatorias.
De esta manera, el experimento tropieza, e incluso con su duración moderada, todo comienza a volverse triste y oscuro a medida que avanzan los minutos, generando una sensación de claustrofobia que, de nuevo, va en contra de lo que la película se propuso decir desde un inicio.

La película, producida por Miramax, ImageMovers y Playtone, y distribuida internacionalmente por Sony Pictures Releasing, ha quedado muy por debajo de lo esperado en términos de recaudación, recuperando apenas 15 de los 45 millones de dólares que costó, un presupuesto moderado para lo que es el promedio de Hollywood hoy en día.
La película fue estrenada en Estados Unidos el pasado 1 de noviembre de 2024, y posteriormente llegaría a salas de cine de Latinoamérica a principios de enero, pero estando ya disponible en servicios de streaming estadounidenses. Fue enviada para consideración para las nominaciones a los Globos de Oro y otras ceremonias de premios por parte de Sony Pictures pero la estrategia no funcionó, pasando completamente desapercibida en la temporada de premios de este año.

Puede que la película pase prontamente al olvido y quede más bien en el recuerdo de los devotos a Zemeckis o de aquellos que encuentren un verdadero valor en la relación entre forma y contenido. Sin embargo, lo cierto es que, sea más o menos funcional, resulta refrescante entrar a una sala de cine y consumir una propuesta que apuesta por la novedad. Esta nos permite explorar la imagen en todas sus dimensiones, con todo lo que ello implica, recordando incluso al cine primitivo. Aquel cine que existía antes de la llegada del modelo de representación institucional de Hollywood, cuando los planos fijos, la escasez de recursos técnicos y la limitación de movimientos de cámara obligaban a los cineastas a ingeniarse nuevas formas de narrar historias atractivas mientras mantenían cautiva la atención del espectador, mostrando una creatividad visual única.
No estamos frente a un nuevo Zemeckis, ni frente a su mejor versión. Tampoco a su peor. Pero sí podemos reconocer en el director estadounidense a un artista audaz que, incluso a sus 72 años, no deja de reinventarse, de explorar terrenos desconocidos y de probar cosas nuevas. Lo hace para que nosotros, los espectadores, podamos vivir experiencias cinematográficas frescas, singulares y diferentes.



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