Parte I: obra oculta de Wes Craven
Lleva su proceso entender el significado de "easter eggs", pero hubo quien colaboró explicando que la expresión proviene del lenguaje de los gamers, cuando en un juego se encuentran esos objetos auráticos que dan vida, puntos y demás beneficios dentro de la partida. Son tesoros escondidos o “huevos de pascua”, figura probablemente tomada del argumento de vaya uno a saber qué juego electrónico.
Al parecer, todo esto se puede trasladar a películas o series que contienen elementos que sólo conocen los muy entendidos. Me aventuro a afirmar que los tesoros escondidos de una película son algo muy subjetivo también: es decir, no basta con haber visto muchas veces una misma narración audiovisual, para saber al detalle sus rincones ocultos, sino que depende de dónde se pone el ojo.
Un actor de rostro muy singular que utiliza Wes Craven en Las colinas tienen ojos (1977) hace de miembro de una comunidad hitita en Bendición Mortal (1981), del mismo director. No es una gran revelación observar que en ambos casos se trata de la misma persona. Lo que sí es un gran primer descubrimiento, al menos para mí, es esta segunda película mencionada de Wes Craven, que no conocía hasta leer Pesadilla en lo profundo de la noche, libro de bolsillo de Matías Orta, para aficionados al género y dedicado exclusivamente a la primera entrega de Freddy Krueger, aunque también a aspectos biográficos y obras anteriores del director, que permiten entender los móviles profundos y obsesiones principales de su cine.
Bendición mortal gira en torno a un grupo de mujeres, una de ellas viuda reciente luego del asesinato de su esposo, un ex hitita expulsado de su comunidad. Sus dos amigas van a acompañarla en el dolor, instalándose en la casa con ella, mientras misteriosos intrusos merodean en la noche, en un entorno cultural de fanatismo religioso y la locura propia del aislamiento en zonas rurales de Estados Unidos, tema tantas veces llevado al cine, particularmente por el género terror, de lo que es buen ejemplo La masacre de Texas (Hooper, 1974).


Bendición mortal parece referir al cuadro del suizo Johann Heinrich Füssli “La pesadilla” o “El íncubo”, criatura demoníaca de la mitología religiosa y muy frecuente en las expresiones verbales de los miembros de esta comunidad hitita, grupo fundamentalista de quien un personaje dice que convierte a los más famosos menonitas en simples aficionados.

William tiene el aspecto gargolesco de la figura demoníaca sentada sobre el cuerpo dormido de una mujer, como la fuerza oculta del inconsciente, en el cuadro de Füssli. El psicoanalista francés Jacques Lacan se detiene en ese cuadro para proseguir las reflexiones de Freud en torno a lo siniestro.

¿Por qué razón la casa de la calle donde acecha Freddy lleva en su numeración el 1428? Parece que es el mismo año en que Juana de Arco inicia su cruzada para que el Rey desterrado de Francia, en guerra con los ingleses, recupere el trono. ¿Acaso es un símbolo de la mujer como pesadilla del moralismo autoritario? O como creen los hititas: ¿la mujer es la emisaria del íncubo? ¿Vale todo lo anterior como “easter egg” del cine? Eso sí que es un misterio indescifrable.

Parte II: merodeadores de sueños
En línea con las ideas de Ángel Faretta, las películas norteamericanas son como frescos barrocos cargados de simbología. Ofreciendo una detallada enumeración de esa batería simbólica, el libro Pesadilla en lo profundo de la noche cuenta que Craven era admirador de Psicosis de Alfred Hitchcock y que el enroque incial de Tina por Nancy es como el de Marion por su hermana Lila.

En Bendición mortal hay otro falso protagónico, en este caso del lado del villano, que también es desmentido en cierto momento temprano del film. Por no tan breve lapso, creemos que el personaje de William, el hitita de rostro siniestro, es el causante de los crímenes por su permanente actitud de acoso a la casa donde residen las tres mujeres. Pero la situación cambia cuando sorpresivamente se convierte en víctima del cuchillo de un asesino. El cine de Craven es un cine de íncubos, demonios de la noche que acechan mientras dormimos. Las pesadillas, pero también los merodeadores nocturnos.

Orta analiza ese afuera de la pesadilla que funciona como universo autónomo de la realidad y que preexiste a los personajes que caen dormidos contra su voluntad. Pero también su realidad trasvasa la subjetividad individual: recorre las pesadillas de una serie de personajes como en una partida de consola con jugadores múltiples. La pesadilla de Freddy es un universo paralelo que interconecta a los durmientes dentro y fuera del sueño. Un juego de cajas chinas que rompe los conceptos clásicos del fuera de campo. El mal está afuera, pero al mismo tiempo como espectadores somos testigos inducidos de ese afuera. Por momentos, Craven nos situa en ese exterior oscuro, que los personajes no advierten, pero nosotros sí, provocando una sutil identificación con el afuera de la perversión.

En Los pájaros, Hitchcock crea un plano subjetivo de la mirada de las aves asesinas llegando a Bodega Bay. Craven nos hace caminar en los roídos zapatos de la muerte, para que veamos con sus ojos sin vida. Deja que espiemos las recámaras del infierno. Nos hace parte de un mal radical que existe más allá de toda comprensión. Otro barroquismo simbólico, dispuesto para mirar desde la perspectiva del íncubo. Quedar atrapado en la pesadilla, sin poder retornar a una vigilia segura, es como escuchar en el silencio de la noche.

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