"Harta” (2025): Mas que una pelicula...un grito contenido

Hoy me desperté, puse Netflix y, sin pensarlo mucho, le di play a lo primero que me apareció: Harta, recién estrenada. Me preparé unos mates, me acomodé en el sillón y empecé a verla sin imaginar lo mucho que me iba a atrapar.

Sé que no es una película de cine, de esas que llenan salas ni titulares. Pero sinceramente, Harta merece ser vista. Porque es tan cruda, tan real, tan dolorosamente cercana, que se te mete en la piel sin pedir permiso.

Sé que no es una película que predice el futuro, como pide la consigna, pero Harta muestra algo aún más profundo: retrata el pasado, expone el presente y, lamentablemente, también anticipa el futuro de muchas (y de muchos) que siguen viviendo en silencio el mismo dolor.

Hay películas que no están hechas para entretener. Están hechas para doler. Para abrir una herida que la sociedad insiste en tapar con frases vacías como “sé fuerte”, “todo pasa”, “hay gente que está peor”. Harta (2025), una producción discreta en apariencia pero brutal en contenido, no pide permiso para incomodar. Simplemente te pone frente a una mujer que ya no puede más.

Y no es una metáfora. No es un personaje exagerado. Es real. Tan real que se te queda en el cuerpo.

La protagonista es una madre soltera que no tiene descanso. Dos trabajos mal pagados, con jefes que la tratan como si su vida no importara. Una hija enferma que necesita cuidados constantes. Un departamento del que la quieren desalojar porque no puede pagar el alquiler. Y encima de todo eso, la crueldad social: ser juzgada, señalada, culpada por delitos que no cometió. Como si cargar con su dolor no fuera suficiente, también debe defenderse de acusaciones que ni siquiera entiende cómo llegaron hasta ella.

Y no, Harta no es una historia sobre una mujer que “supera la adversidad” con fuerza mágica ni resiliencia de catálogo. Es una historia sobre una mujer que se rompe. Que aguanta hasta que su cuerpo, su mente y su espíritu le gritan que ya no puede más. Porque eso también es humano. Y eso también merece ser contado.

Lo que más golpea de esta película es que no necesita exagerar para ser desgarradora. Todo lo que muestra sucede cada día, en miles de hogares. Madres que trabajan de sol a sol, que hacen malabares para sostener a sus hijos solas, que son tratadas como ciudadanas de segunda. Mujeres que viven en la cuerda floja, esperando que no llegue ese día en que todo se desmorone. En Harta, ese día llega. Y cuando llega, lo hace con toda su crudeza.

La dirección es íntima, casi claustrofóbica por momentos. La cámara no busca adornar la realidad, la muestra tal cual: dura, fea, injusta. Pero también está cargada de ternura en los momentos más simples, más humanos. Una caricia, una mirada entre madre e hija, una pausa en medio del caos. Esos pequeños gestos que, aunque no salvan, recuerdan que hay amor incluso en medio del infierno.

Y lo más fuerte de Harta es que no hay un gran villano. La villanía es el sistema mismo: la precariedad, la burocracia, la indiferencia, el juicio social, la soledad institucionalizada. Todo eso se convierte en una especie de monstruo invisible que va devorando a la protagonista poco a poco.

No voy a contar el final. Solo diré que no es complaciente. No es reconfortante. Es incómodo. Angustiante. Pero profundamente necesario. Porque a veces hace falta mirar de frente el dolor de quienes han sido ignoradas durante tanto tiempo. Harta no te da esperanzas falsas. Te da algo más poderoso: una verdad que grita en silencio.

Cuando terminó, me quedé en silencio largo rato. No podía moverme. Porque más allá de la pantalla, sentí que acababa de ver la vida de muchas mujeres que caminan entre nosotros, invisibles, agotadas, sobreviviendo día a día mientras el mundo les exige que no se quejen.

Y sí. Yo también terminé harta.


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