
En la maquinaria de la televisión, la mayoría de los motores vibran al son de la misma melodía. Las ideas se reciclan y resurgen en diferentes versiones de lo mismo, ya que el arte es, por esencia, un ciclo de inspiraciones. Con el tiempo, en momentos concretos de la historia, asistimos a la aparición de la originalidad. Se vuelve más rara a medida que las expresiones artísticas se expanden, pero sigue existiendo (teniendo en cuenta que los niveles de exigencia también se han reajustado).
No estamos diciendo aquí que "Santo Maldito" sea original (no se puede ignorar la clara inspiración de "Unbreakable", de M. Night Shyamalan). Pero es una serie que presenta un perceptible esfuerzo por decir algo diferente. Hay en su guión un soplo de autenticidad que se impone desde el momento en que se presenta, aunque en su desarrollo no tome las decisiones más interesantes. Al igual que ocurre con la producción nacional en las plataformas de streaming, hay una intensa atención a los aspectos estéticos de las obras, pero también una dificultad para escapar a la reproducción superficial de los arraigados códigos norteamericanos.
Creada por Rubens Marinelli y Ricardo Tiezzi, "Santo Maldito" parte de unas bases establecidas que conocemos bien. La vida del profesor Reinaldo (Felipe Camargo) es tan difícil como la de cualquier profesor de este país. Lucha para cuidar de su casa y de su hija, tiene sus propias responsabilidades y sueños. Un día, su mujer recibe un disparo en un atraco y entra en estado vegetativo. Reinaldo toma la decisión de desconectarla de las máquinas que la mantienen con vida; una enfermera que pasa por allí se da cuenta de su monólogo antes de hacerlo y decide filmar el momento. Reinaldo desconecta el equipo e inmediatamente la mujer despierta, milagrosamente. El vídeo, por fin, se convierte en "prueba" de algo que se presta a peligrosas interpretaciones.
Es entonces cuando entra en escena Samuel (Augusto Madeira), pastor de una pequeña iglesia evangélica a la que asiste la enfermera que presenció el "milagro". El pastor entiende que se trata de una especie de señal y busca a Reinaldo con una propuesta: si acepta ministrar servicios en la iglesia de Samuel, el dinero recaudado por la iglesia servirá para pagar los gastos de hospitalización de su esposa. Finalmente, descubrimos el conflicto de la serie: por dinero, Reinaldo - que es ateo - necesitará hablar sobre la fe; mientras que Samuel, por sus propias razones, comprará el "milagro" para sus fieles.
Santos y demonions
En los tres primeros episodios de los ocho que componen la temporada, el concepto es realmente interesante. ¿Imaginan a un hombre que ha construido su vida desafiando la existencia de lo divino, necesitando reconocerlo para ganar dinero? Es una situación que choca con un sinfín de problemáticas filosóficas y sociales. Es el reconocimiento de la fe, es la verdad de la ciencia, es el oportunismo religioso, es la capitalización de las expectativas... La trama de "Santo Maldito" es de una complejidad inédita en nuestra televisión. Pero, ¿ha estado su desarrollo a la altura de su grandeza? Desgraciadamente, la respuesta es no.
A diferencia de la mayoría de los guiones que llenan las narrativas del mercado, la fuerza de la serie de Rubens y Ricardo no está en los acontecimientos, sino en el discurso. Algunas ideas son así, no dependen de las acciones, sino del texto. "Unbreakable", de Shyamalan, trabajaba lo invisible con escepticismo y ahondaba en la interiorización. Lo que ocurrió en el planteamiento de los creadores de "Santo Maldito" es lo que ocurrió en todos los demás casos citados en este texto: se dejaron seducir por el vaciamiento de la palabra para priorizar la "sorpresa". Nada más llegar al ecuador, la temporada de "Santo Maldito" se convierte en una montaña rusa para sorprender con conexiones entre los personajes y extrañas revelaciones.
Es una alegría ver a Felipe Camargo y Augusto Madeira trabajando con pleno conocimiento de lo que mueve a sus personajes, pero es una pena verlos atrapados en un guión que desvía la narración hacia la construcción de ganchos superficiales. Los guionistas desperdician la hermosa oportunidad de filosofar para dar rienda suelta al evidente coqueteo con lo sobrenatural, abrazando tópicos mundanos, como el "pasado traumático" del protagonista (recurso que rige el 99% de las dramaturgias contemporáneas). Están más preocupados por justificarlo todo que por dar vida a estos personajes.
Lo barato de que Reinaldo sea un ateo que predica la palabra de Dios es que realmente no tiene religiosidad ni "poder". Pero Rubens y Ricardo no pueden resistirse, y poco a poco la gran idea que sacó "Santo Maldito" se va desvaneciendo. La gran problemática en torno al dinero recaudado por la iglesia se vacía; las escenas en las que Reinaldo podría subvertir las impresiones de los fieles se desperdician con citas mal desarrolladas; ¿los conflictos del protagonista con el estudio de la fe no existen? Es una lástima...
Aún así, "Santo Maldito" está muy por encima de la media en comparación con lo que solemos ver en el catálogo nacional de streaming. Todo esto puede mejorar en la segunda temporada, si no se deja seducir por grandilocuencias sobrenaturales y entrega el texto contundente que esta idea necesita para seguir siendo grande.
Por ahora, ni cielo ni infierno. La serie sigue en el limbo...
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