El puente sobre el río Kwai. Director: David Lean (1957)

David Lean demostró su perfeccionismo con en "El puente sobre el río Kwai". Su visión del cine como espectáculo, sirvió de modelo posterior para el cine de Steven Spielberg.

El cuidado puesto en los movimientos de cámara y la captación de la luz, la perfección de los encuadres, el predominio del formato horizontal para abarcar la totalidad del formato Cinemascope, la importancia de la recreación realista en el diseño de producción... David Lean creó en Ceilán el campo de prisioneros y el puente que da nombre a la película. Incluso la caída del tren fue realizado con un tren real. Unos gastos desproporcionados que llevaron al incremento inusitado del presupuesto de rodaje. Por ejemplo, la secuencia de la voladura del puente con la caída del tren se convirtió en una secuencia de alto riesgo, rodada con cinco cámaras simultáneamente.

"El puente sobre el río Kwai" elevó la fama de Lean como director egocentrista y maniático perfeccionista. Aunque, a pesar de sus excesos, las películas de Lean acabaron funcionando para la crítica, para los premios y para el público. Quizá, la clave de su éxito se encuentra en esa mezcla perfecta entre intimismo y espectáculo en su cine.

Nuevamente, como en "Lawrence de Arabia" nos encontramos con un personaje déspota, endiosado, un hombre perteneciente al ejército inglés. El coronel Nicholson (Alec Guinness) hecho prisionero por los japoneses en la II Guerra Mundial, en una isla del Pacífico, actúa ante el coronel Saito (Sessue Hayakawa) como si fuese la encarnación de Gandhi, revelándose contra las órdenes con su silencio. Lo único que cuenta para Nicholson es el respeto al Tratado de Ginebra relativo al trato a los prisioneros de guerra.

Nicholson establece, con su batallón, que ha caido prisionero, una estructura jerárquica donde los oficiales solo pueden dar órdenes, nunca trabajar. El conflicto surge cuando Saito (el militar responsable del campo de prisioneros) está obligado a finalizar la construcción de un puente, que cruza el río Kwai, para el paso de trenes y el traslado de mercancías y obliga a Nicholson y sus oficiales a trabajar.

El campo de prisioneros de Saito es particular. No hay verjas, ni vallas, ni vigilantes, ya que tras la prisión solo hay selva y, por tanto, muerte. En el campo de prisioneros hay también un americano, el Mayor Shears (William Holden), que observa sorprendido el reto que Nicholson continuamente le lanza a Saito. Su oposición intransigente a que sus oficiales trabajen, le conduce a él y a sus mandos a la prisión (a una celda de castigo). Pero tras constatar Saito la baja eficiencia de sus soldados japoneses en la construcción del puente, finalmente accede a que Nicholson y sus oficiales dirijan los trabajos de construcción.

Mientras tanto, el Mayor Shears consigue escapar del campo de prisioneros. Tras encontrarse con el coronel Green (André Morell), se nos desvela que Shears es un simple soldado que ha suplantado a otro cargo del ejército. Para evitar su descrédito acepta salir con Green en una misión para destruir el puente. La secuencia final, cargada de tensión, se centra en la voladura del puente. Nicholson descubre los explosivos que el batallón de Green ha colocado en las fundaciones del puente y, como un loco poseído, trata de evitar la destrucción de su creación, sin darse cuenta que ésta solo sirve para los intereses del enemigo. Final superlativo que define a la perfección la psicología ególatra de los grandes personajes de David Lean.

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