Vírgenes Suicidas, el primer largometraje de SOFIA COPPOLA que instauró su formidable estética

Nos hacemos la peli con una historia real llevada a novela por Jeffrey Eugenides y luego adaptada al cine por Sofia Coppola: VÍRGENES SUICIDAS

Las hermanas Lisbon son las hijas de uno de los profesores del instituto y de su estricta esposa. Cecilia (13 años), Lux (14), Bonnie (15), Mary (16) y Therese (17), todas ellas tan rubias y angelicales, al menos así las ven cinco chicos de un barrio residencial estadounidense en los años 70 que se obsesionan con su historia luego de que se quitan la vida antes de cumplir la mayoría de edad, prácticamente a la vez.

Han pasado veinte años este grupo de chicos, que ahora son más grandes cuentan en primera persona del plural lo que sucedió ese año, tal vez tratando de entender el gran misterio detrás de su historia.

Pero los misterios son tal cosa, siempre y cuando, así se conserven; tal vez la frase de Cecilia a su psicólogo luego de su intento de suicidio lo resume bien “Está claro, doctor, que usted nunca ha sido una niña de trece años”.

En este sentido, me atrevo a afirmar que las hermanas son en realidad aspectos varios de un mismo eje, de hecho Eugenides explicó que había concebido a las Lisbon como una entidad con varias cabezas. Todos sabemos que si ponemos una fruta podrida al lado de una sana, la primera contagiará y el hongo avanzará por toda fruta en contacto.

Es interesante enmarcar la historia a fines de los 6os con la gran depresión generalizada en la juventud por la caída del sueño americano: “Las hermanas Lisbon pasaron a convertirse en todo lo que funcionaba mal en el país, de los males que este infligía hasta en sus ciudadanos más inocentes”.

El trabajo de la directora Sofía Coppola fue sublime en cuanto a lo estético, evocando a Instagram décadas antes con ese filtro vintage, algo amarillento y tomando una decisión que sella a la banda sonora del grupo francés Air, que consiguió construir la atmósfera asfixiante que destila el libro.

Vale recordar que fue el primer largometraje de la directora, en cuyos hombros pesaba entonces el apellido de su padre y que significó un salto enorme a nivel estético para ella.