Amor, muerte y seres no humanos: King Kong escapa del antropocentrismo

La versión de King Kong del 2005 muchas veces fue considerada una metáfora colonialista del mundo occidental o una historia de amor similar a la de La Bella y la Bestia. Sin embargo, me atrevo a decir que puede tener una interpretación alternativa. Aunque la historia no cambió mucho con respecto a la versión original, existe un aspecto bastante ambiguo, irrazonable y anormal que muestra la tendencia posthumanista después del nuevo milenio.

El Posthumanismo surge de la crítica y reflexión del Humanismo. Este último es bastante conocido y se originó en la antigua Grecia y Roma, se hizo popular durante el Renacimiento y desde entonces ha sido la ideología dominante en los países occidentales. El poshumanismo derriba la cognición y la ética centradas en el ser humano, pone el énfasis en la simbiosis entre los seres humanos y los seres no humanos (entre los que se incluyen la ciencia y la tecnología, la maquinaria y los dispositivos), y cuestiona la supremacía y centralidad de los seres humanos.

¿Por qué King Kong no es humano?

Parece claro que los personajes como King Kong no son humanos. Pero estrictamente desde la perspectiva del poshumanismo, la mayoría de las imágenes no humanas en la pantalla en realidad están "humanizadas". Estas existencias irreales, a menudo representadas en las películas como monstruos, locos o fuerzas sobrenaturales, muestran el miedo que se escapa de la cómoda realidad.

Tal representación es antropocéntrica, toda locura siempre tiene que dar paso a la razón humana. En otras palabras, están creados para ayudar a las personas a superar sus miedos, por que al final de una película siempre se revela una razón para explicar su presencia, una explicación convincente para dejar a todos aliviados.

King Kong

Pero ninguna de estas razones parece aplicable a King Kong, un personaje mucho más difícil de comprender. Cuando los nativos de Skull Island sacrifican a la hermosa rubia Ann Darrow a esta poderosa criatura, ella siente mucho miedo. Gracias a su experiencia trabajando en un circo, Ann logra sobrevivir "burlando" al gigante a través de sus malabares físicos. Vale la pena señalar que, quizás diseñadas intencionalmente, las expresiones faciales de King Kong son muy ilegibles en estas secuencias. Como espectadores, tenemos la misma inseguridad que Ann, somos incapaces de saber si está sonriendo alegremente o simplemente siendo arrogante.

Los contrastes se pueden ver en muchas películas sobre animales o mascotas en las que sus emociones y motivaciones suelen ser fáciles de entender; y sus expresiones y movimientos corporales suelen ser explícitos. Aunque tienen pelaje, colas e incluso uno o más de dos ojos, todos son muy antropomórficos. Se ríen, se enojan e incluso lloran de la misma manera que lo haría una persona.

Sin embargo, en King Kong, esta comprensión no existe: la brecha entre Ann como humana y otra especie, la barrera del idioma, entre otras diferencias, son bastante notables. La risa de King Kong no es un "jajaja" ordinario, las comisuras de sus labios rara vez se levantan, y la sonrisa nunca parece transportarse a sus ojos.

Además de las expresiones faciales y los movimientos corporales, la lógica conductual y emocional de King Kong también es poco convencional. Después de que salva a Ann de los ataques de lagartos gigantes, dinosaurios y otros monstruos, ella queda claramente impresionada y tiene la intención de interactuar más con él, algo que se consideraría una típica señal de amor. Pero él cambia su atención, sintiéndose atraído por la magnífica puesta de sol, ignora la intención de la heroína de avanzar en la relación. Si lo pensás por un momento ¿No sería muy extraño esto en las relaciones románticas entre humanos?

King Kong and Ann

Esto muestra la grieta de la percepción entre un ser humano y un ser no humano. La relación romántica no le llama la atención a Kong, quien se vuelve hacia la belleza de la naturaleza. Sin embargo, este vacío lo llena rápidamente Ann: siguiendo su mirada, ella también ve la puesta de sol y disfruta del paisaje con él. Una escena que al público le encantaría interpretar como parte de una relación romántica.

King Kong no es una película romántica

El papel de King Kong en la narrativa es algo confuso. Él no es un monstruo usado para probar el coraje del héroe y el amor por la heroína. Por el contrario, la protección de Kong hacia Ann es algo que sensibiliza a muchas de las espectadoras. Tampoco es como el héroe de la clásica y conocida historia de "La Bella y la Bestia", en la que la bestia es en realidad el príncipe, un hombre destinado a enamorarse. No hay intrusos en esta relación, desafiando la capacidad de la audiencia para empatizar con la tercera persona.

King Kong tiene un típico protagonista masculino, Jack Driscoll, que se enamora de Ann y se esfuerza por salvarla. Esto puede confundir a la audiencia: ¿King Kong es un protagonista típico? Si no lo es, ¿es como un deuteragonista comúnmente visto en los triángulos amorosos? Si la respuesta es sí, surge otra pregunta: ¿cómo esta criatura no humana desarrolla una relación romántica, dado que ni siquiera puede hablar en un lenguaje humano, y mucho menos coquetear?

¿El afecto de King Kong por Ann se debe a la apreciación y el amor por las cosas hermosas, o simplemente se debe a instintos no humanos que no podemos entender? Tal vez solo la trató como un pasatiempo. Subconscientemente, muchos atribuyen sus actos al amor, de hecho, una trampa antropocéntrica, una conclusión que vale la pena reconsiderar, porque pronto nos damos cuenta de la anomalía: detrás de esta historia de amor aparentemente de Manhattan, se esconde la disparidad extrema entre la naturaleza humana de King Kong hacia Ann, y la naturaleza animal hacia los demás.

El fuerte contraste nos impide imaginar más posibilidades entre Ann y King Kong. Después de todo, es realmente difícil para uno enamorarse de un maníaco violento y sediento de sangre, a pesar de saber que su amante es la única persona que no lastimará.

El antropocentrismo detrás de King Kong

Obviamente, la mayoría de los monstruos creados en las películas siempre tienen un propósito: confirmar el estatus supremo de la humanidad en el universo o, en menor medida, en la Tierra. Por ejemplo, en las películas de ciencia ficción, la inteligencia artificial siempre quiere ser humana, como en Inteligencia Artificial, la versión posmoderna de Pinocho que nos conmueve hasta las lágrimas.

King Kong es de alguna manera diferente. Es un monstruo que no podemos entender, un no humano que no se ajusta al típico protagonista. Es difícil definir su papel en una relación, una especie de juego de amor que consiste en reglas establecidas por humanos para entregarse, lo que no se aplica a los no humanos. ¿Es realmente imposible que Kong se enamore de Ann, trascienda las barreras de las especies, se case y experimente una intimidad humana?

Bueno, sí. Tal relación solo puede darse entre Ann y Jack, como se refleja en la escena más conmovedora de la película: aunque Ann derrama lágrimas de dolor cuando Kong es derribado del Pentágono, abraza con fuerza a Jack, que acude a rescatarla, y suspira aliviada. Esto nos deja a entrever que en la escala de relaciones de Ann, Kong y Jack tienen diferentes pesos. Los sentimientos de Ann por Jack representan al verdadero significado del amor, un amor humano.

La muerte de King Kong es hasta cierto punto inevitable, ya que no puede ser capturado por el gobierno humano. Su muerte nos impulsa a examinarnos a nosotros mismos y a la civilización humana, incluso nos hace reflexionar acerca de los valores éticos sobre cómo tratamos a otras especies.

Desafortunadamente, ni siquiera tenemos una estimación de hasta dónde podemos llegar en nuestros esfuerzos por descentralizar a la humanidad. Aunque sabemos que los sentimientos de Kong por Ann son cualquier cosa menos un simple amor romántico humano, después de ver la película, todavía tendemos a simplificar las emociones como una muestra del amor. ¿Podremos en algún momento realmente bajar del pedestal que hemos construido, acostumbrados desde hace mucho tiempo a equipararnos con los dioses?

En definitiva, King Kong nos da mucho para pensar.

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