
Senna, una obra que se adentra en el corazón de las vulnerabilidades humanas. Uno reflexiona, ¿sería tan rico el paisaje documental si el destino prematuro de Ayrton Senna no hubiera intervenido?
Sin duda, el ámbito del cine estaría desprovisto de las crónicas basadas en su vida. Antes del calamitoso accidente, Senna y Prost eran estrellas distinguidas, mientras que después del accidente se convirtieron en entidades dicotómicas. En la actualidad, Prost presta su voz a la televisión, mientras que Senna, conmovedor, reside dentro de los marcos de la película, entretejido en la cadencia de la voz de Murray Walker.
La muerte no debe magnificar su grandeza, porque la muerte simplemente sirve para cristalizar el viaje de una vida. ¿Qué recuerda la gente? Sus facetas inmutables. La trifecta de principios perdurables —discurso, virtud y conducta— constituye el material del recuerdo.
La película busca volver sobre los hechos y el comportamiento de Senna. A diferencia de otros documentales basados en su vida, hay una ausencia del presagio de la muerte, no hay divinización a la vista. La narrativa se desarrolla de forma orgánica y refleja el discurso propio del corredor.
El hilo central traza su ilustre carrera deportiva, desde el ascenso al circuito europeo, su paso por Lotus, hasta su transición a McLaren. El paso del tiempo se despliega a través de una cinematografía pausada. Un enfoque común habría moldeado la narración hacia un cuadro cronológico. Sin embargo, Senna prospera como crónica cinematográfica, capturando la esencia viva a través del testimonio visual y evitando el discurso textual.
Esta era está repleta de grandeza, pero también de conflictos. Ninguna película puede eludir la rivalidad Senna-Prost, y es el manejo de este material lo que indica la habilidad del director. Tropos convencionales como "la gran lucha", "amienemigos" o "dos caras de la misma moneda" brillan por su ausencia en Senna. La aspiración de los creadores, quizás, está en despojarse de los clichés cargados de pólvora, desprovistos de elogios o censuras indebidas. Se esfuerzan por hacer una restauración que no esté adulterada.

"La debilidad de Senna radica en el deseo perpetuo de superar a los demás", las palabras de Prost resuenan como leitmotiv. Las debilidades de Senna emergen a través de sus manifestaciones obstinadas. Por lo tanto, la representación de una figura divina desprovista de emociones, una máquina de la victoria... todo se desvanece en el olvido. Se metamorfosea en un mortal como vos y como yo, susceptible e inexperto en el artificio, cargado de debilidades.
La película documenta varios altercados famosos entre Senna y Prost. Mientras que el audio captura la obstinación posterior a la carrera de Senna, la lente revela una desolación fugaz tras su retirada. Las expresiones, los conductos infalibles hacia el corazón, sirven como elementos forjadores de autenticidad para los difuntos.
Los cineastas usaron hábilmente estas expresiones. Ofrecen un relato más humano que una caricatura. Uno ve a Senna fingir una sonrisa, sólo para que esta desaparezca en un momento de descuido. Este trasfondo de fragilidad reprimida refleja la cadencia sonora de la película, ocasionalmente interrumpida por el crescendo del triunfo, pero que de manera inevitable regresa al reino de las emociones suaves.

La alegría se parece a unas vacaciones. El trasfondo doloroso, sin embargo, oscurece la existencia de Senna con el tema inmutable: la muerte.
"Fue ahí cuando se dio cuenta de que aún podía lastimarse en la Fórmula 1". Para un hombre que no está familiarizado con ceder, esta admisión golpea el corazón de la vulnerabilidad. Incluso el más poderoso entre nosotros se vuelve débil ante la muerte. Nos recuerda el destino del clan de Siddhartha a pesar de la presencia de Buda: la fuerza del Karma.
La rueda del karma se revela en el clímax de la película. Senna, obligado a cambiarse a Williams, se embarca en un viaje para cumplir con sus deseos: el esfuerzo frustrado por el destino. La cadencia orquestal en este momento adopta una espiral descendente. La película revela brevemente sus inclinaciones amorosas, una disonancia que no sorprende.
Sin embargo, la narración avanza hacia ese fin de semana cuando el dolor lo eclipsó todo. Primero el accidente de Barrichello, luego el fallecimiento de Ratzenberger. La película se detiene en el rostro incrédulo de Senna, seguida de la conmovedora conversación con el médico. Surge el impulso de rendirse; él contempla volver a la pesca.
Tal vez, esta es su única admisión de fragilidad interior. Aunque muchas películas gravitan hacia las nociones de destino, la trayectoria melódica de esta composición sugiere inevitabilidad.
Senna pudo haber tenido la oportunidad de retirarse victorioso, disfrutar del sol y del amor. Pero el reloj de arena termina vaciándose.
El estilo narrativo de la película evita magnificar la tragedia. Aunque dedica un amplio metraje a contar el paso de Senna por la zona del choque, susurra un suave lamento: se ha ido, llevándose sus obsesiones.

Sólo en este momento la película se enfrenta al espectro de la muerte. El sentimentalismo envuelve sólo esta pequeña sección de la película, de forma similar con lo que sucede en el colorido epílogo de La lista de Schindler: aquellos que estrecharon su mano, le dieron besos, compartieron abrazos, tuvieron disputas o fueron amigos... Todos se reúnen en el funeral de Senna. Las escenas precedentes se entremezclan con el cuadro fúnebre, un juego efímero en el ciclo de la existencia.
Esta técnica narrativa circular gana fuerza en los fotogramas finales. La película muestra la primera vez de Senna en Europa. Al final, los humanos siguen siendo vulnerables, no son invencibles. En lugar de la invulnerabilidad divina, somos como niños, indefensos frente al afecto y la antipatía que nos rodean, anhelando volvernos fuertes, ocultando fragilidades, para ser golpeados por el Karma. Sólo el regreso al útero ofrece consuelo. Es en este momento que las palabras de Prost se esclarecen por completo.




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