En la vasta extensión del cosmos, la Tierra, un pequeño planeta en la tercera órbita de la Vía Láctea, parece bastante mediocre y poco relevante. Como especie dominante en este planeta, la humanidad sólo ha escapado recientemente de las garras de la gravedad terrestre, consiguiendo a duras penas enviar un puñado de astronautas a su satélite más cercano. Sus sondas espaciales, lanzadas hace más de cuarenta años, aún necesitan otros treinta mil años para traspasar los límites del sistema solar. Nuestra comprensión del espacio exterior sigue siendo mínima, el universo puede ser a la vez vasto y desolado, o estar repleto de peligros invisibles. Para las civilizaciones extraterrestres avanzadas que ya dominan los viajes interestelares y atraviesan sin esfuerzo el hiperespacio, la Tierra y la humanidad podrían parecer intrascendentes. Pero, ¿y si nos descubren? ¿Cómo nos percibirán? Y si se interesan, ¿qué podría ocurrir? Lo que es seguro es que el destino de la Tierra y de la humanidad sufriría cambios sin precedentes. Tal y como se describe en Shin Ultraman (2022), bajo la mirada de deidades extraterrestres, podríamos encontrarnos atrapados en un juego cósmico involuntario.

El universo de Shin Ultraman es cualquier cosa menos tranquilo… En la antigüedad, los conflictos interestelares eran incesantes y provocaron la aniquilación de numerosos mundos. En respuesta, varios sistemas estelares se unieron a través de una red de tratados interestelares para formar la confederación informal conocida como la "Federación Galáctica", poniendo fin a la prolongada era de guerras. Sin embargo, para mantener la seguridad colectiva se necesitaba algo más que simples tratados. Los Ultramen de la Nebulosa M78, famosos por su fuerza y justicia, formaron la "Fuerza de Defensa Cósmica", convirtiéndose en los protectores y árbitros de la paz y el orden cósmicos.

Sin embargo, aunque prevalecía una era de paz entre las civilizaciones interestelares, esta estabilidad se basaba en un delicado equilibrio. Si el equilibrio del poder cambiaba, el statu quo podía desestabilizarse y la agresión y la subversión podían resultar ventajosas. Además, el propio sistema de tratados contenía defectos que podían romper el equilibrio. Los sistemas que se unían a la federación se garantizaban mutuamente su independencia y seguridad, pero en el caso de los planetas no desarrollados y sin tratados, como la Tierra, se adoptaba una política de no injerencia, que les permitía el libre desarrollo y las elecciones autónomas. Para contrarrestar las amenazas internas y externas, la federación no excluía el uso de la fuerza, pero se limitaba al armamento biológico. En comparación con el inmenso poder, la facilidad de producción en masa y la capacidad de bombardeo orbital de las naves de guerra interestelares, los cañones de energía y las bombas de antimateria, las armas biológicas eran relativamente contenidas en su capacidad destructiva, evolutivamente complejas y de manipulación difícil. Desde la perspectiva de las civilizaciones interestelares, se asemejaban a meros mordiscos de perro, castigos en el mejor de los casos. Además, tras un prolongado periodo de paz, las reservas de armamento biológico en cada sistema estelar estaban severamente limitadas y estrictamente vigiladas por la "Tierra de la Luz", lo que las hacía casi incapaces de desafiar el orden existente.
Sin embargo, ¿qué ocurriría si, en un breve plazo de tiempo, surgiera una oleada repentina de armamento biológico de gran potencia? El paisaje cósmico sufriría sin duda cambios cataclísmicos…
De repente, la Tierra, un planeta remoto y hasta entonces ignorado, se infestaría de monstruos. Surgió una plétora de armas biológicas colosales, nunca vistas, que causaron estragos, pisotearon ciudades y dejaron a la humanidad aturdida e indefensa.



El estado anormal de la Tierra, como era de esperar, atrajo la atención de la "Tierra de la Luz", lo que provocó la rápida actuación de la Fuerza de Defensa Cósmica. Un agente fue enviado a nuestro planeta para investigar, pero sus actividades se extendieron más allá del alcance de su misión, transformándose en una intervención directa. Las armas biológicas fueron rápidamente aniquiladas, revelando por primera vez a la humanidad la majestuosa figura del dios gigante plateado, Ultraman. Quien parecía igualmente intrigado por la humanidad…

Sin embargo, unas fuerzas invisibles observaban desde las sombras, orquestando meticulosamente todo lo que estaba sucediendo.
Poco después, la Tierra recibió otro visitante: Zarab, una entidad extraterrestre. Se materializó de la nada, sin previo aviso, y le mostró a los humanos una tecnología tan avanzada que estaba más allá de la comprensión humana. Gobiernos de todo el mundo se disputaron su favor, ansiosos por acceder a sus avanzados conocimientos y evitar quedarse rezagados respecto a sus competidores. La presencia de Zarab era tan llamativa como un cartel de neón en la noche: un desafío al orden existente.

Zarab was a follower of the Dark Forest Principle. He deemed native intelligent species like humanity as harmful, incapable of controlling their intelligence and technology, lacking the high rationality of advanced civilizations. According to him, humanity would ultimately proliferate uncontrollably across the cosmos, causing a disaster. He urged humanity to self-destruct in the pursuit of advanced technology. On the surface, this seemed like a collective security measure, and it was entirely within the confines of interstellar treaties. He did not invade Earth; humanity's downfall was a self-inflicted consequence. Yet, beneath the apparent logic lay a hidden agenda. If all native intelligent species were harmful, then controlling them was essential, and who better to wield that control than Zarab himself? This amounted to a form of "penetration" into Earth. If the penetration of Earth was successful and deemed legitimate, it would set a precedent for any planet or civilization to be manipulated, shaking the foundations of cosmic equilibrium. Zarab's actions were not merely about humanity's fate; they were about reshaping the universe's order, positioning himself as a victor in the forthcoming shuffle.
Zarab era seguidor del Bosque Oscuro. Consideraba dañinas a las especies nativas inteligentes como la humanidad, incapaces de controlar su inteligencia y tecnología, carentes de la elevada racionalidad de las civilizaciones avanzadas. Según él, la humanidad acabaría proliferando sin control por el cosmos, provocando un desastre. Instó a la humanidad a autodestruirse en la búsqueda de tecnología avanzada. A primera vista, parecía una medida de seguridad colectiva, y estaba totalmente dentro de los límites de los tratados interestelares. No invadió la Tierra; la caída de la humanidad fue una consecuencia propia de los humanos. Sin embargo, bajo la lógica aparente se escondía una agenda oculta. Si todas las especies inteligentes nativas eran dañinas, era esencial controlarlas, y ¿quién mejor para ejercer ese control que el propio Zarab? Esto equivalía a una forma de "penetración" en la Tierra. Si la penetración en la Tierra tenía éxito y se consideraba legítima, sentaría un precedente para la manipulación de cualquier planeta o civilización, sacudiendo los cimientos del equilibrio cósmico. Las acciones de Zarab no sólo tenían que ver con el destino de la humanidad, sino con la remodelación del orden del universo, posicionándose como vencedor en la barajada que se avecinaba.
Por desgracia, aunque los cálculos de Zarab eran correctos, la ejecución de su plan no salió como esperaba. Secuestró a Ultraman y se hizo pasar por él para sembrar el caos, con la intención de echarle la culpa a la "Tierra de la Luz". Esta provocación fue imprudente, e hizo que Zarab se catapultara a una batalla hostil contra la "Tierra de la Luz", exponiendo su desafío al orden cósmico. Ultraman no dejaría impune esta ofensa, y bajo el destello helado del Rayo Espacial, Zarab, junto con sus ambiciones, se desvaneció en el aire.
Sin embargo, el desafío al equilibrio cósmico no terminó con Zarab. Mefilas, un manipulador que estuvo oculto durante mucho tiempo, emergió por fin. A diferencia del descaro de Zarab, Mefilas irradiaba gracia y cortesía, desprovisto del aire de superioridad típico de las civilizaciones extraterrestres avanzadas. En cambio, irradiaba una amabilidad y sinceridad angelicales. Mostró el pináculo de la tecnología galáctica: la Cápsula-β, un dispositivo similar, a nivel tecnológico, al dispositivo de transformación de Ultraman. La humanidad podría aprovechar la Cápsula-β para transformarse en superhéroes guerreros gigantes, y así contrarrestar con eficacia la amenaza de invasiones alienígenas.

Esta tecnología básica, con la posibilidad de ser transferida libremente, tenía el precio de la preferencia diplomática. Los patrones familiares suelen llevar aromas similares. El "almuerzo gratis" de Mefilas era irresistible, casi imposible de rechazar. Si la humanidad rechazaba la tecnología de la Cápsula-β, permanecería impotente ante los ataques de monstruos e invasiones extraterrestres. Pero si la humanidad adoptara la tecnología, miles de millones de armas biológicas gigantes, intelectualmente capaces pero difíciles de controlar, supondrían una amenaza masiva para el orden cósmico. Esto provocaría la animadversión universal hacia la Tierra, y la existencia de la humanidad dependería de la intervención y mediación de Mefilas. Su astucia o sagacidad residía en esto: el maestro de la alteración del equilibrio se hacía pasar por un justo defensor del orden cósmico. Su difusión de la tecnología de armas biológicas tenía como objetivo ayudar a la defensa de la Tierra contra la invasión, una causa justa… Sin embargo, la aceptación de esta tecnología dependía únicamente de la elección autónoma de la humanidad, que es un principio de autodeterminación. Si alguien cuestionaba su intromisión en los asuntos internos de la Tierra, podía alegar fácilmente que Ultraman y la "Tierra de la Luz" iniciaron la interferencia, y que sus acciones no hacían más que seguir el ejemplo. Tales acciones podrían justificarse, dado su precedente. Entonces, ¿cuál era el objetivo de Mefilas?
Algunos especulaban que, como Mefilas orquestó las incursiones de los monstruos, su objetivo debía ser la conquista de la Tierra y el sometimiento de los humanos. De hecho, este juicio subestimaba su ambición. Para las razas extraterrestres más avanzadas, la Tierra, asolada por la contaminación ambiental y la explotación de recursos, y la humanidad, una especie primitiva e insignificante, tenían poco valor como botín. El verdadero objetivo de Mefilas iba más allá. Utilizó los ataques de monstruos a la Tierra para provocar la intervención de Ultraman. Esto, a su vez, desencadenaría el miedo de la humanidad a una poderosa raza alienígena, haciéndola más susceptible a la manipulación. Mefilas reconoció que los humanos, como armas biológicas, poseían mayor inteligencia y poder que los simples monstruos. Si estas bioarmas se alzaran, podrían amenazar el equilibrio cósmico, desafiando incluso al Ultraman de la "Tierra de la Luz". Si este recurriera a medidas extremas para eliminar a la humanidad, Mefilas podría situarse en una “posición moral elevada”, denunciando sus acciones como opresivas y posicionándose como figura revolucionaria y salvadora, utilizando la situación como catalizador para derrocar el orden existente y consolidar su poder.
At this point in the narrative, the manifestation of the Dark Forest Principle becomes evident: humanity is likely not the sole life form in the universe. Should we expose ourselves in the cosmos, we would face the risks inherent in the Dark Forest Principle. In such a scenario, if confronted by superior intelligence, we would most definitely start praying for a deity like Ultraman to come to our rescue. This form of salvation is portrayed in the second installment and it sets the stage for the highly anticipated conclusion of Shinji Higuchi's directorial vision.
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En este punto de la historia, la manifestación del Bosque Oscuro se hace evidente: es probable que la humanidad no sea la única forma de vida en el universo. En tal caso, si nos enfrentáramos a una inteligencia superior, sin duda empezaríamos a rezar para que una deidad como Ultraman viniera a rescatarnos. Esta forma de salvación se retrata en la segunda entrega y prepara el escenario para la esperada conclusión de la visión como director de Shinji Higuchi.
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