Reflexiones sobre la crítica - Los Oficios del Cine - Tres

El Cine y la Crítica

por Gastón Siriczman

Alas de Libertad (Birdy) — ruidoblanco

"Se aprende lo que es un beso en el cine,

antes de aprenderlo en la vida.

Me acuerdo de ese escalofrío erótico de chico."

Jacques Derrida – Filósofo (“Cahiers du Cinéma” - entrevista)

Las primeras infidelidades que sufrimos en la vida son las de la memoria. La memoria nos traiciona en cada olvido no deseado o en la obstinada persistencia de aquellos recuerdos que desearíamos olvidar. Pero lo peor que puede hacernos la memoria es ubicarse en el límite difuso entre el recuerdo y el olvido, ya que desde allí se divertirá trastocando lo real y manoseando las imágenes de nuestra existencia al pulso de sus antojos. Así nos hará creer en la conveniencia de volver a ver a la mujer que conocimos anoche ya que, nos mentirá, es la que nos coviene.

En el momento de su estreno fui a ver con mi erudito amigo Fernando Auil el film de Alan Parker, “Birdy”. De esa experiencia la memoria seleccionó una escena en la que el protagonista, amante de las aves, presenciaba desencajado un bombardeo sobre la selva de Vietnam. Mientras la cámara nos mostraba ralentadas olas de fuego naranja incinerándolo todo, escuchábamos aquello que imaginaba el personaje desde su angustia: el canto de miles de pájaros. El contraste entre lo visual y lo sonoro era brillante, una genialidad del director que magnificaba el dramatismo de toda la escena. No volví a ver “Birdy” hasta hace pocas semanas. Ansioso esperé por esas imágenes que me habían sabido conmover. Confieso que me dolió comprobar que la escena en cuestión no era de ninguna manera como la recordaba. Duraba menos, la selva eran apenas unos arbustos de algún parque cercano a Los Ángeles, las llamaradas de napalm nunca aparecían y, esto fue lo más duro, cuando se veían explosiones se escuchaban explosiones y nada de pájaros. Inevitablemente tuve que confrontar lo que acababa de ver con aquella otra escena idealizada vaya uno a saber por qué mecanismos. Y en la confrontación, injustamente, la escena propuesta por Parker resultaba mediocre, cobarde y sin la altura que exigía el clímax del film.

Y no sólo contra la memoria se confronta una película al momento de empezar a criticarla. También se la carea contra el dogma de los teóricos, contra el libro en el que se basó su adaptación, contra el período histórico que sirve de contexto, contra la anterior película de su realizador, contra algún marco ideológico al que debería defender o condenar, contra los fundamentos del género al que pertenece o contra cierto concepto de patria arte familia ética mujer filosofía ciencia. Será, entonces, mérito del buen crítico el saber reconocer las limitaciones de sus modelos contra los que finalmente cotejará una película. Los modelos teóricos, ideológicos, históricos o filosóficos son muchas veces tan precarios y falibles como la memoria. Quienes no lo entienden así terminan haciendo una suerte de crítica fundamentalista que los obliga a inmolarse, con toda la rigidez de su carga teórica o ideológica, contra la inocencia de, por ejemplo, una simple escena que no encaja con un recuerdo ideal.

Volviendo a la frase con la que empecé este escrito, me pregunto qué habrá sentido Derrida cuando dio su primer beso. Supongo que lo habrá comparado con ese otro aprendido durante las proyecciones de su infancia. Supongo también que de esa comparación habrá surgido una opinión. El mecanismo parecería ser el mismo de cualquier crítica, pero con los factores alterados, con el cine como modelo sobre el que se cotejan valores de la vida. Me pregunto si esto no será una revancha del cine contra la perversidad de ciertas críticas intransigentes.

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