~ Sublime (2023) de Mariano Biasin.
Dos o tres ideas sobre este estreno de Cine.Ar:
. Es, como otras tantas películas recientes del cine argentino contemporáneo, un relato de sutilezas sensibles, y de gestos. Gestos expresivos de miradas alertas y pasiones tácitas. En lxs actores y en los encuadres, en la recursividad del cine: los planos sostienen la mirada en los personajes una vez que terminan de decir sus respectivas líneas de diálogo, se mantienen allí durante unos segundos más de lo debido. Demoran la expresión, la aletargan, la profundizan, la densifican, la exacerban. La llenan de preguntas (para ellxs y para nosotrxs, espectadores) que, luego, por acumulación, se vuelven afirmación implícita.
. La cámara en la nuca de Manu, con constancia, con insistencia, como reforzando la idea de introspección en el punto de vista del personaje: focalización interna. Recurso nodal de la construcción cinematográfica; la regulación de saberes y la dosificación de información como instancias abstractas y cognitivas encuentran su preciso tratamiento formal. Una cámara que lo sigue de manera singular y no por capricho. Nos perdemos con él, nos mareamos con él, nos confundimos con él. Nos enamoramos con él.
. El final: SPOILER ALERT. Un “efecto pausa” sin reverberancias extradiegéticas, sin distorsiones ni grandilocuencias. Natural, pero eficazmente configurado. Un instante tan inesperado como necesario que suspende el tiempo para consolidar y enfatizar el lazo corporal entre los protagonistas. Un instante previsible, pero no por ello menos poderoso. Aunque, tal vez, valga muchísimo más la expresión final de Manu, quien -acaso por primera vez en toda la película- no puede disimular la transparencia de su emoción sincera, que es finalmente la de la felicidad.

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