"Judy" narra el último año de vida de la actriz y cantante Judy Garland (Renée Zellweger). Con un estilo más próximo al cine musical, la película narra la decadencia de la actriz, sumida en una eterna depresión, apartada de sus hijos para poderse ganarse la vida, durante las actuaciones en el local londinense "Talk of the town", en un periodo de cinco semanas.
En la película hay dos personajes secundarios que conviven con la actriz. Por una parte está el empresario Mickey Deans (Finn Wittrock), que respeta a la actriz y trata de sacarla a flote, incluso casándose con ella; por otro, está Rosalyn Wilder (Jessie Buckley), contratada por el teatro para asistir a Judy Garland en todo lo que ella necesite. Ambos, acompañados por el público que acude al teatro, van viendo a una Judy Garland cada vez más débil, alcolizada, adicta a los barbitúricos, pero al mismo tiempo más artista que nunca, capaz de sacar fuerzas de flaqueza y resurgir, con su propia voz, en muchas de las actuaciones. Hay también una pareja de homosexuales que la invitan a su apartamento. Admiradores de la Garland, son los que en la escena final volverán a animarla, remontando el tema "Over the rainbow" cuando la voz de la cantante se rompe minutos antes.
Toda esta narrativa se combina con escenas de la infancia, secuencias que muestran los comienzos de Judy Garland en el cine y su relación con Louis B. Mayer y Mickey Rooney. El mundo de la infancia siempre se muestra en espacios con decorados, como en el "El mago de Oz". Lo que en el recuerdo de muchos espectadores es un mundo maravilloso, de ensoñación, para Judy Garland es una verdadera pesadilla, con un ogro (un villano) encarnado en el productor Mayer y los asistentes que vigilan a Judy Garland en todos sus movimientos. Las pastillas, que acabaran siendo adictivas para la actriz, se las suministran desde niña, bien para evitar que coma, bien para controlarla sus horas de sueño.
Pasado unido a la ficción, al artificio, pero verdadera pesadilla; y el presente, abierto, realista, donde Judy Garland se muestra, desde un comienzo, defenestrada, como un despojo que trata de sobrevivir en el mundo del espectáculo. Está claro que toda la fuerza del film se concentra en la actriz Renée Zellweger, quien se alzó con el Oscar a la mejor actriz del año 2019. Cargada de tics y sin esforzarse mucho en buscar parecidos físicos con la Garland, Zellweger ahonda en la figura de una persona golpeada por la fama, vencida por sus propias adiciones y sumida en el más profundo dolor por la separación de sus hijos; pero, al mismo tiempo, Zellweger/Garland despunta en cada una de las actuaciones, creciéndose delante del escenario, mito eterno que se niega a desaparecer y cuya esperanza de encontrar "el otro lado del arcoíris" no termina nunca.
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