Las películas de Emir Kusturica no se pueden separar del carnaval. Cuando el final feliz aparece en Gato negro, gato blanco (1998), se eleva el clímax del carnaval: dos parejas se unen, dos abuelos vuelven a la vida y dos archienemigos se convierten en amigos. Este hermoso final me recuerda a la comedia Leonce und Lena de Georg Büchner (1813-1837).
Leonce es un príncipe y Lena es una princesa, ambos jóvenes ilustrados que se niegan a ser títeres manipulados por otros. El día antes de su boda, ambos huyen. Casualmente, se encuentran en su escape, se enamoran y se casan. "Desde entonces, el príncipe y la princesa vivieron felices juntos". También es un final feliz genuino.
Al tratar elementos cómicos, Büchner y Kusturica comparten similitudes: las coincidencias hacen posibles los finales felices. Las coincidencias son técnicas indispensables en las obras literarias, que impulsan la trama y dan forma o destruyen personajes. Pero cuando las coincidencias de la vida real ocurren, se transforman en un destino genuino. Tales eventos son difíciles de pasar por alto. Las coincidencias tienen el poder de hacer que los eventos más lógicos sean insignificantes e incluso pueden convertir lo inimaginable en realidad. Después de acostumbrarnos a escenarios influenciados por las coincidencias, ¿cómo no desear golpes misteriosos de suerte?
En Gato negro, gato blanco hay una construcción de relaciones entre personajes muy común en las obras de Kusturica: ancianos sabios, personas ociosas y jóvenes esperanzados. Este es un mundo convencional y la sensación de restricción no lleva a la represión, sino más bien a estallidos histéricos: las lágrimas o la risa brotan, acompañadas de melancolía. El final feliz es más una esperanza que una inevitabilidad: una fuerte amistad y la determinación de esperar al amor. Este tipo de ternura suma coincidencias a la vida. Pero no esperes encontrar profundidad en las películas de Kusturica, la duda no es su naturaleza. Es curioso y apasionado, con una inocencia infantil: añade color al mundo.
En Leonce und Lena, la fuerza impulsora detrás de las coincidencias es correr a ciegas. La princesa Lena, al conocer al príncipe Leonce exclama: "creo que algunas personas son desafortunadas, más allá de la ayuda, simplemente porque están vivas". La obra está envuelta en un aura de muerte y si no fuera por el encuentro fortuito entre los dos, habrían seguido los pasos de Woyzeck. Tanto el príncipe como la princesa están afligidos por la enfermedad del Romanticismo alemán, lamentando la falta de sentido de la vida, burlándose de ella al máximo y atravesando la llamada honra o conciencia noble. La autoridad pierde su poder y el vacío lo abarca todo.
Leonce und Lena, al igual que las tragedias Danton y Woyzeck de Büchner, está enredada en el vacío, atormentada y consumida, solo capaz de exclamar: "cada persona es un abismo y cuando la gente mira hacia abajo, se siente mareada". En la obra, la coincidencia es la forma de manipular a los personajes de Büchner, un puro accidente y engaño. Él establece la comedia solo para expandir la modestia. Büchner posee una filosofía completa del abismo y la oscuridad eventualmente lo engullirá.
Dado que todo está gobernado por el estilo de comedia, Gato negro, gato blanco y Leonce und Lena también se contraponen: el primero tiene un valor central bajo su apariencia absurda e incontrolada, mientras que el último oculta su desgarrador vacío bajo una fachada digna y juguetona. Sin embargo, la comedia sirve como vestimenta que da forma, ya sea percibida como calidez o burla. Lleva consigo un sentido de encontrarse con una sonrisa para dejar ir las rencillas pasadas o incluso encarna la noción de igualdad. La comedia tiene la capacidad única de crear igualdad, una igualdad similar a peones, un terreno de juego nivelado. El núcleo de la comedia radica en la conciencia de ver todo como un juego, un juego jugado solo una vez, emocionante pero nunca repetido.
Ya sea un final feliz o un final triste, ninguno es tan concluyente como la frase game over. Sin embargo, game over lleva consigo una profundidad de dolor que podría asemejarse a un abismo demasiado imponente de enfrentar. Cuando alguien alcanza ese precipicio pero se niega a saltar, sus únicas opciones pueden ser fingir ignorancia o caer en la locura. Y cuando comprendemos, o creemos comprender esta realidad, ¿la esencia del juego no es la razón por la que damos todo de nosotros?
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