Este año concluyó una de las series más increíbles de los últimos tiempos, The Crown.

Realmente confieso que no suelo ser muy aficionada a ver series porque creo que, actualmente, representan un costo de vida y emocional del cual prefiero prescindir. Me inclino por aquellas que son cortas y no me obligan a esperar años para descubrir cómo continúan, arriesgándose a la incertidumbre de no saber cómo terminarán. Pero cuando anunciaron que iba a salir esta serie, no pude resistirme, quedé completamente atrapada.
Desde la narrativa, que nos permite vislumbrar un poco la personalidad de cada miembro real, hasta los detalles más inimaginables dentro de una familia que no se asemeja a ninguna otra. La historia de cómo la reina más longeva que hemos conocido llegó al trono por mera casualidad, son detalles que, sin duda, enriquecen la trama y despiertan la curiosidad de los espectadores.

Sydney Johnson, el ayuda de cámara del duque de Windsor.
Después de eso, hablar de la producción, de lo increíblemente detallado que resulta todo, es casi un sueño y me hace imaginar el arduo trabajo de asistentes, maquilladores, vestuaristas, luministas y demás, todos engranando sus esfuerzos para crear tal maravilla. Los escenarios, la magnificencia de Lancaster House, una histórica casa construida en el distrito de St. James en el West End de Londres, donde realmente se grabaron las escenas que hacían referencia al Palacio de Buckingham, aunque no deja de ser un espacio excepcional y poco común en nuestras vidas plebeyas, nos permitieron sumergirnos y vivir un poco de ese mundo de realeza.


Por supuesto, hay que mencionar las actuaciones, cuidadosamente seleccionadas como si fueran hechas a medida, donde cada uno se destacó en su momento, permitiéndonos desarrollar preferencias por personas a las que jamás pensamos que llegaríamos a amar (u odiar). El gran parecido de la actriz Elizabeth Debicki, que interpretó con gran dignidad a una figura tan amada como lo es Diana de Gales, fue tan impactante que me pregunté, ¿cómo se sentirían Guillermo y Enrique viendo una réplica tan parecida a la de su querida madre? Realmente fue duro, pero al mismo tiempo, hermoso.

También, otro personaje que fue encantador, sin duda, fue el de la Reina Margarita. Una mujer alegre, rebelde a los ojos de la monarquía y siempre fiel a sus deseos más humanos y, al mismo tiempo, más que a la corona, fiel a su hermana.
Y aunque hay mucho para decir, quiero concluir con el personaje central de esta historia, la Reina Isabel II, interpretada con una dignidad muy ajustada a su imagen, por las tres actrices Imelda Staunton, Olivia Colman y Claire Foy. Una mujer que, para aquellos que no la conocíamos, se nos presentaba lejana, cruel e inflexible, y que la serie, al menos en mi caso, permitió ver mucho más humana.
También entender lo que implica la vida como soberana, una llena de opulencia, sí, pero al mismo tiempo de renuncia.

Realmente (y aquí puede haber spoiler, así que cuidado) el hecho de tener que planificar tu propia muerte es algo que me impactó mucho, algo que creo que todos deberíamos considerar en algún momento y que, como bien dijo el Rey Felipe, "te sorprendería lo que te despierta". Pensar en dejar todo atrás, especialmente algo que posiblemente no perdure mucho porque ya no encaja de la misma manera en esta sociedad moderna, debe ser una encrucijada difícil de aceptar.
Por último, pero no menos importante, el simbolismo de la escena final donde se encuentra con sus versiones más jóvenes y camina a lo largo de un pasillo para luego entrar y perderse en la luz, es una de las escenas finales más hermosas que he visto. Así es como concluyen 7 años de una serie que nos robó el corazón y a mí, en particular, me dejó huérfana de serie.
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