Phantom Thread: sobre Reynolds Woodcock, Alma Elson, y Año Nuevo

Spoilers
Film of the Week: Phantom Thread

Phantom Thread: sobre Reynolds Woodcock, Alma Elson, y Año Nuevo

Paul Thomas Anderson es uno de los artistas más importantes del arte contemporáneo. Si el objetivo principal de las últimas décadas del cine fue capturar el carácter ecléctico de la cotidianeidad, no es exagerado afirmar que Anderson es el mejor alumno de esta escuela. Su capacidad de narrar con grandilocuencia los pequeños detalles que construyen el día a día lo llevó a crear historias de apariencia épica con personajes sumamente reales. Su estilo es el de un cine de la vida misma, que encuentra en los devenires humanos una fuente inagotable de relatos que alcanzan su verdadera riqueza al nutrirse del tratamiento meticuloso del director.

Por eso, podría decirse que ver una película de Anderson es como experimentar el paso de un año al siguiente. Cada diciembre, frenamos por unos días nuestras horas automatizadas para reflexionar acerca de lo que nos dejó el año a punto de terminar y lo que nos esperará el próximo. Como si se tratase de un ejercicio cinematográfico propio del director de Boogie Nights, nos ponemos introspectivos, y observamos con lupa aquellos acontecimientos de los últimos doce meses que, en su momento, nos habían parecido nimiedades, pero que a fin de año se revelan como grandes acontecimientos.

Otra similitud entre el cine de Anderson y nuestra actitud cuando llega el cambio de año es la tensión entre aquello que queremos mantener y lo que queremos cambiar. Lo firme y lo flexible. En este sentido, desde Hard Eight hasta Licorice Pizza, los protagonistas llevan una existencia controlada, hasta que aparece un personaje que desafía todo lo que ellos creían esencial e inamovible. Ante tan evidentes diferencias, lo lógico sería que los polos opuestos se distancien. Pero, como en la vida real, nada es lógico, y necesitamos de las desemejanzas tanto como las precisan los protagonistas de Anderson para evolucionar.

Una de sus mejores obras, Phantom Thread, consigue su clímax en una escena situada en vísperas de Año Nuevo, y cataliza el choque fatídico entre el yo viejo y el yo renovado. En la película, Reynolds Woodcock es un quisquilloso diseñador de moda que viste a las mujeres de la alta sociedad londinense. A pesar de su carácter inflexible, conservador y metódico, se enamora de Alma Elson, una camarera que vive según las emociones del momento. Cuanto más íntimos se vuelven, más discuten a raíz de las diferencias en sus formas de vida. Sin embargo, con cada uno de estos choques, se hace evidente que no pueden respirar por separado. En el último día de diciembre, ambos se hacen conscientes de las vicisitudes de su relación, y la dinámica entre ellos cambia por completo.

Más allá de esta pequeña parte de la película, cada segundo de su historia es una reflexión característica de Año Nuevo. Reynolds y Alma encarnan los conceptos de inflexibilidad y variabilidad, respectivamente, y demuestran la importancia de balancear correctamente ambos caracteres. De otra manera, cuando uno intenta soslayar al otro, se tejen conflictos existencialistas que pueden acabar con la más fuerte de las personalidades.

phantom thread archivos - A Sala Llena

“No tengo tiempo para confrontamientos”

Dice Reynolds Woodcock en el afán de frenar una discusión durante el desayuno. Según él, los días en los que está atareado de trabajo, no puede dejar lugar a ningún imprevisto. Por eso, cuando se encuentra en una de sus jornadas de trabajo matutinas y Alma lo acompaña mientras desayuna unas tostadas, Reynolds se levanta y abandona la mesa con violencia, alegando que no puede concentrarse con el ruido del pan siendo untado. La vida del diseñador es un organigrama estático que podría implotar si se modificase tan solo un poco, y que responde a la complejidad de su oficio.

Al confeccionar un vestido, Reynolds no está creando un simple atuendo. El trabajo de diseñador, como su nombre indica, consiste en construir una percepción del mundo que se inscribirá en cada centímetro de la prenda de ropa. En las altas cumbres de la sociedad para las que él trabaja, los atuendos funcionan como una carta de presentación. Son el envase de la personalidad en una sociedad donde el contenido interior del ser humano no tiene ningún valor.

No es de extrañar que Woodcock pase sus días entre formalidades, normativas y convenciones inalterables. En lenguaje de Año Nuevo, este personaje representa todo lo que nos frena, nos mantiene atados a nosotros mismos, y nos impulsa a pensar en modificar lo que el resto puede ver de nosotros, en lugar de enfocarnos en lo que a cada uno le importa de su propio mundo interior.

Tal descuido del alma y su naturaleza se vuelve claro cuando Reynolds conoce a la mujer de sus sueños y, contrario a lo que él creía, ella lo fuerza a vivir la pesadilla de transformarse en una persona libre. No faltan las escenas en las que sentimos pena por Alma y sus intentos de inyectar espontaneidad a la cotidianeidad monótona de su pareja. Recordemos la famosa cena sorpresa que ella le prepara con sumo esfuerzo para que él responda “¿Es esto una emboscada? ¿Fuiste enviada a arruinar mi noche y mi vida entera?”.

Puede que Woodcock nos resulte odioso, pero no es más que un reflejo de nuestros problemas para dejar ir la comodidad resultante de sostener las peores partes de nuestras personalidades. Con la mira puesta en diseñar aquellas prendas que funcionan como identidades elegidas a dedo, el protagonista se olvida de nutrir lo que verdaderamente importa. Hasta que se da cuenta, le propone a Alma pasar la vida juntos, y le dice “una casa que no cambia, es una casa muerta”.

Revealing the PHANTOM THREAD | Photos & Text by Jude Bautista

“Te quiero indefenso, tierno, abierto”

Con estas palabras, Alma Elson le confiesa a Woodcock que desea convivir con la versión de él que, cuando está enfermo, se torna inerme y recurre a ella como a una madre. La formalidad inquebrantable que ostenta en sus horas de trabajo y sus cenas con personalidades importantes no podría interesarle menos. Ella lo desea espontáneo e impredecible, como son las mejores cosas de la vida, y aquellos momentos efímeros que Paul Anderson siempre busca capturar en su cine.

Recurriendo de vuelta al dialecto de Año Nuevo, podemos caracterizar a Alma como una personalidad asociada a los deseos del futuro incierto. Cuando está por comenzar un nuevo año, tenemos nuestros objetivos claros, pero también disfrutamos la idea de que los meses venideros nos sorprendan. Y Alma es una incertidumbre constante. No vive para los cánones del mundo actual, que tanto requieren estar a la orden del día y prepararse con esmero para el mañana.

Cuando la vemos por primera vez, ella trabaja como camarera en un pequeño café con vistas hermosas al horizonte, y eso es todo lo que necesita para ser feliz. Después, en las primeras fases de su relación con Reynolds, se siente atrapada en la jaula de sus demandas. Pero luego descubre que cada momento en el que logra flexibilizar esos barrotes y llega al corazón de su pareja vale más que cualquier promesa de libertad infinita. Para sentirse completamente libre, hace falta tener un motivo para escapar, y Alma se regocija en este descubrimiento.

En la ya mencionada escena que transcurre en año nuevo, Alma asiste a una fiesta de fin de año luego de discutir con Woodcock a raíz de que él no quisiese ir. Escasos minutos después del confrontamiento, él va a buscarla, solo para encontrarla disfrutando y bailando entre una multitud infinita. A través de un juego de claroscuros que posiciona a Alma en la luz y a Reynolds en la sombra, entendemos que comprende la imposibilidad de poseer a la joven como si fuese un objeto inerte. Sin embargo, no es capaz de tolerar la frustración, y obliga a Alma a irse de la fiesta. Al final, esta escena es recreada con la pareja bailando el vals en lo que parece ser el fin del evento, cuando ya no hay nadie, asoman las primeras rayos de sol, y la decoración antes ordenada ahora se encuentra dispersa por doquier. Significa la aceptación de las diferencias entre ambos, y el entendimiento de que es dicha dualidad aporta valor a su relación.

Lo mismo funciona para cada uno de nosotros. Ahora que el año se encuentra en su punto final, no sirve arrepentirse de lo transitado. Valoremos los momentos en los que nos mantuvimos firmes en nuestras convicciones, tanto como aquellos días que nos encontraron libres de cualquier obligatoriedad. Y, para el futuro, procuremos mantenernos balanceados entre ambos extremos. Al final del día, y tal como lo entiende Alma, no podemos disfrutar de la espontaneidad sin los límites que la regulan, ni sentirnos cómodos en nuestros hábitos si estos no variasen de vez en cuando.

Puntos de luz

¿Te gustó el artículo? ¡Sé la primera persona en iluminarlo!

Comentarios
Tendencias
Novedades
comments

¡Comparte lo que piensas!

Sé la primera persona en comenzar una conversación.

10
0
0
0