Microcrítica; “Afire”
de Christian Petzold (2023)
por Gastón Siriczman

El bosque arde. El fuego está lejos y cerca a la vez. Dos amigos llegan a una casa cerca del mar para terminar sus trabajos. León carga con su malhumor, su frustración, su desinterés por el resto, su timidez. Félix carga con León. Pero la casa no está sola como suponían. Ahí está Nadja, al menos está su desorden, su música fuerte y sus gemidos mientras coge tiene sexo del otro lado de la pared. León la espía, León siempre espía, mira a Nadja de la misma forma con la que mira a la vida, desde una distancia prudente, descomprometida. Mirar sin ser visto.
¿Será esta una historia de un triángulo amoroso de verano? No. Al poco tiempo se suman al trío otros personajes. Los cinco hablarán de literatura, de fotografía, del incendio. ¿Y el amor? Claro, el amor está ahí dando vueltas, creando sus propias tensiones. Nadja recita, no una sino dos veces, un poema que termina diciendo: "Mi nombre es Mohamet, vengo de Yemen. Y mi tribu son los Asra, que mueren cuando aman."
En ese punto la comedia deja de serlo, las tensiones crecen y el incendio avanza...
Una de las mejores películas del año.
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