En nuestro libro El cine en tiempos de angustia (2023), hemos dedicado una sección a explicar la utilización de la figura de Friedrich Nietzsche en el discurso cinematográfico. Este filósofo de fama polémica ha tenido varias utilizaciones banales en el discurso del cine, como expresamos en el libro. En el caso de la reconocida cineasta italiana Liliana Cavani, en su película Más allá del bien y del mal (1977), presenta al filósofo alemán como un fumador de opio y fornicador empedernido de prostitutas. Para Cavani, se trataba de "una película personal". La verdad es que su obra es un debacle cinematográfico.
Por su parte, Scorsese, en Cabo del miedo (1991), muestra al retorcido Max Cady (interpretado por Robert De Niro) adorando ni más ni menos que a Friedrich Nietzsche. Max Cady es un psicópata que adora la lectura de Nietzsche. Lo mismo sucede en toda la trama de La soga (1948) del maestro del suspense Alfred Hitchcock, donde dos estudiantes asesinan a otro siguiendo las enseñanzas de Nietzsche. Así, observamos una utilización distorsionada de la figura nietzscheana.
Son pocos los casos de una buena utilización de la figura del filósofo. Por ejemplo, la novela El día que Nietzsche lloró de Irvin D. Yalom fue llevada al cine en el 2007 y contó con la participación del autor de la novela en el guion. El resultado, en mi opinión, es fructífero. Lo mismo ha sucedido con la recepción brasileña de Los días de Nietzsche en Turín (2001) de Julio Bressane y el cortometraje Mi amigo Nietzsche (2012) de Fáuston Da Silva.
Ahora bien, pasemos al documental argentino Los médicos de Nietzsche de Jorge Leandro Colás (2023). Es un filme que mantiene el espíritu nietzscheano a lo largo de toda la película.
Se sigue al doctor y estudioso de la obra nietzscheana, Esteban Rubinstein, quien se pregunta sobre la forma en que Nietzsche cuestiona la culpa, la moral y la ciencia. Junto a los residentes del Hospital Italiano de Buenos Aires en el que trabaja, propone un novedoso acercamiento a la medicina, con cuestionamientos que se adentran en el orden nietzscheano de lo extramoral.
De esta manera, se nos presentan a tres pacientes con diferentes problemáticas o preocupaciones que entablan un diálogo con Esteban Rubinstein, consciente de la evolución que están logrando sus pacientes que no es necesariamente física, sino más bien una reflexión crítica sobre sus cuerpos y las dolencias o implicancias que pueden presentarse en los mismos.
El final es digno de aplauso. El baile del doctor Rubinstein denota la dialéctica entre lo apolíneo y lo dionisíaco, una reflexión sobre lo corpóreo que no escapa en ningún momento del filme como cuando el director nos muestra a Rubinstein en bici (no es casual). "Hay más razón en tu cuerpo que en tu mayor sabiduría", decía el filósofo alemán.
En conclusión, se trata de una película argentina imperdible para los amantes del pensamiento, la filosofía y la ciencia médica, y sobre todo para aquellos que valoran a un filósofo como Nietzsche y reivindican su correcta divulgación.
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