Su autor

Giorgos Lánthimos es un director griego que lleva seis largometrajes en su carrera, y desde su comienzo tiró abajo la puerta de la gran industria hollywoodense para quedarse. A las patadas pero de frac, con una camisa blanca pero algunas gotas de sangre. Es un artista que no pide permiso. Hace su cine y habla de lo que le interesa y cómo le interesa, y sus películas ya llevan 22 nominaciones a los Oscars, los premios más tradicionales y representativos de lo popularidad de la industria. Entre dichas nominaciones, una a mejor guión, por “The lobster” (2015), y dos a mejor director y a mejor película por: The favourite (2019) y Poor things (este año). En todas sus películas, sus personajes están de rotos a destruidos, la moralidad socialmente aceptada en sus universos es prácticamente inexistente, y todos son capaces de atrocidades.
¿Cómo hizo un rebelde para ser invitado a cenar por la monarquía?

En líneas generales, todos sus relatos están o bien contextualizados en una especie de distopía, o suceden dentro del seno de familias cuyas reglas de comportamiento están siempre al borde de lo irreal. Quizás la definición más atinada para los relatos del griego, sería el surrealismo. Quizás no alcance tampoco lo surreal. Y de una manera menos académica que disfruto más como intento de definición, al ver una película de Giorgos uno siente estar viendo una realidad paralela y desenfocada donde la sumatoria de ciertos elementos nos hace sentir que estamos más cerca de un sueño. O de una pesadilla.
Poor things es la película del momento. A la velocidad que las cosas suceden, llegar a hacer una nota a tiempo para estar un paso delante de cierta cantidad de espectadores, es una fortuna. Y es la película del momento por muchos motivos que incluso trascienden a quienes seguimos la carrera de su autor. Es una película que protagoniza Emma Stone, quizás uno de los mayores íconos actorales populares de la actualidad, y es una de las grandes candidatas a los Oscars. En las redes la gente ya sube imágenes para compartir que vio la película, y en general si se toman esa tarea, es porque son los espectadores enamorados (o porque no se quieren quedar afuera del fenómeno).
Poor things, o Pobres Criaturas, es de esas películas, que enamoran o generan rechazo.

La fábula
Intentaré continuar con mi tendencia autoral de no spoilear. Todo está en blanco y negro. Bella Baxter (Emma Stone), vive en la casa del Dr. Godwin (Willem Defoe). Él tiene toda la cara reconstruida, como si fuera un rompecabezas mal hecho. Ella se comporta y se mueve como un infante. El doctor invita a su hogar a uno de sus mejores alumnos (Ramy Youssef) y le ofrece un trabajo: cuidar de ella y tomar nota de todos sus progresos. En una conversación entre profesor y alumno, nos enteraremos qué es exactamente lo que sucedió con Bella y por qué se comporta como se comporta. En el medio del despertar sexual del personaje que pareciera comportarse como una niña, aparecerá un escribano llamado Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), seducirá a Bella y la invitará a un viaje por Europa. Una vez que comienza la travesía, también comenzará la aventura de una joven que descubrirá el mundo.
Si bien las ciudades que visitan (Lisboa, París) mantienen la esencia de lo que son, la estética del relato da siempre la sensación de ser parte de un cuento para niños, exagerando ciertos rasgos de las personas y de la arquitectura. Al volverse en un momento la película de color, y sumado a estos gestos pintorescos del arte, el verosímil se corre del realismo y el espectador fácilmente acepta que no está viendo la realidad. Que en este relato las reglas de su mundo, no funcionan. Que los tranvías pueden volar, que la gente se comporta como se comporta, y que no importa comprender en qué época sucede el relato. Este es el mundo de Giorgos, y en él, las fábulas son pesadillas.
Narrada sobre una estructura clásica de aventuras y verdaderamente similar a las fábulas para niños, lo que se cuenta tendrá suma crudeza y algunas de las reflexiones que regala esa fábula parecieran retratar una mirada pesimista sobre el mundo. Que de alguna manera vivimos en un mundo condenado en el que aún los gestos más románticos, los vínculos entre las personas, los sueños, la posibilidad de que las relaciones de poder se dobleguen, la existencia de las historias de superación, son solamente una ilusión.
O no. O la idea de que en todo cementerio siempre existe una flor que crece y que pese a que vivamos en la basura, existen los buenos momentos, el amor, el arte y personas que hacen lo que pueden con lo que tienen.
En el medio de ese péndulo me encontré y me encuentro. No sé bien hacia donde mirar. No soy bueno tomando decisiones rotundas acerca de qué quiso comunicar una película. Pero sí puedo decir que yo soy uno de los enamorados.
Los personajes de la fábula
Como si fuera un cuadro, existe también una estética actoral con sus formas y sus colores. Las pinturas surrealistas, en general, tienen elementos que uno reconoce como realistas, cotidianos, pero existe algún detalle en ellos (que en la pintura no pareciera esconderse sino que está casi en primer plano) que nos indica que estamos en otro lugar. En otra dimensión. En Poor things, lo que vemos de sus personajes nos indica eso mismo. Desde detalles de comportamiento, vestuario o del propio decir de los personajes, a un doctor con la cara remachada y sus mascotas que son mitad perros mitad patos.
Gracias a esa estética actoral que pareciera acercarse más a un código teatral donde las formas son más plásticas y completan o dominan el trazo de los planos a los que pertenecen, todo lo que sucede en el relato se vuelve más digerible y atractivo. Si uno hiciera la tarea de escribir el resumen de esta historia sin incluir en ese texto sus formas (lo estético) en vez de considerar a la película una suerte de comedia épica de ciencia ficción, la definiríamos probablemente como una película de terror. O un melodrama trágico. Sin embargo, la estética del relato es también parte de su premisa.
Da la sensación de que lo que ve el espectador, lo ve a través de los ojos de su protagonista recién llegada a este mundo. Vemos todo, desde los ojos de ella. Y el mundo es una fábula terrible.
Bella se va volviendo adulta en sus movimientos, en su discurso, en la organización de sus palabras. En su manera de ver un mundo que a ojos de ella pareciera en algún momento incluso oscurecerse. Desesperanzarse. O al menos, volverse sencillamente real y sin magia. E independientemente de su realizador, que es un absoluto director de orquesta y vuelve verosímil y posible cada uno de los universos de sus películas, es Emma Stone la que permite que Bella sea como es. Quien viste la carne del personaje, quien le da el rayo de vida a esa suerte de Frankestein bellísimo.
Se que existen opiniones encontradas en el público en relación a la película y a ella. Pero, en mi opinión, la gente a la que no le gusta, está juzgando la interpretación de la actriz desde la moralidad del personaje. Si existe una crítica moralista del espectador, entonces seguramente la actriz (y la película) cumplió su cometido con creces. No hay manera de contar este relato, sin una actriz como Emma Stone. La hipnosis con la que Bella mira el mundo, es la misma con la que nosotros la miramos a ella andar por ese mundo. Y esa misma fascinación, es la que sienten los personajes que se van cruzando con ella a lo largo del camino. Una fascinación que en algunos casos podría traducirse en un amor desmedido, en un amor tóxico, en una obsesión peligrosa, y en un incontrolable deseo posesivo por parte de todos. ¿Cómo podría el espectador vivir esa sensación de constante aventura y verse absorto en la travesía junto a Bella, sino sintiera rápidamente un encantamiento por ella? ¿Cómo podríamos comprender la sustancia del relato si no fuera por el éxito de la composición de Emma Stone? Y poder así, entre otras cosas, discutir a la salida del cine acerca de qué tan ético es hablar sobre las relaciones de dominio y la sociedad patriarcal de la forma que lo trata esta película. El logro es a través de una composición liviana, lúdica, comprensible para todos, hipnótica.
Lo mismo sucede con cada una de las interpretaciones de los actores en este relato. Precisas, funcionales al sistema total de la película. Con un Mark Ruffalo rotundo. Sencillamente cómico. Alguien que entiende a la perfección que la mejor manera de componer a un tóxico posesivo, no es la literalidad rígida y moralista, sino el juego. Si se aferrara a la lógica de su personaje, y él como persona lo juzgara (aún con la misma razón con la que juzgaríamos y hasta castigaríamos a alguien así en la realidad), la interpretación sería chata, aburrida, desconectaría su vínculo con el espectador, y todo el relato peligraría. El éxito de que Mark Ruffalo maravilló incluso aquellos a los que la película no encantó, tiene que ver con la comedia. Tiene que ver con que el artista (así como todos los intérpretes que participan de la orquesta de Giorgos) comprende el poder transformador del arte. Que la mejor manera de componer a una suerte de villano, no era desde la idea de la maldad, sino desde el retrato de su patetismo y humanidad. Porque todos los involucrados en esta película parecieran entender que la ficción no cumple la función de retratar, sino de reformar.

La moraleja de la fábula
Si uno de los temas posibles de la película es el poder y la ética sobre la que se construye la sociedad; si la premisa es que los huesos de la sociedad ya están corroídos por el tiempo y las costumbres, o que incluso los actos rebeldes ya están previstos y contenidos por el propio sistema; si el punto de vista acerca del mundo es que ya estamos condenados de antemano e invita entonces a una reflexión crítica sobre el mismo, ¿no es mejor que sea alejándose de la aburrida literalidad trágica de retratar una sociedad tan distópica como realista? Es el arte quien tiene la tarea de repensar el lenguaje y la comunicación acerca de su mundo contemporáneo, y es la tarea de la narrativa la de repensarse y no volverse meramente una crónica documental. Pareciera que el moralismo actual de algunas personas no las está dejando jugar con el mundo que lo rodea. Porque se siente golpeado, frágil, y sabe que el mundo está lastimado y débil. Lo trata como a un enfermo, y le pide a los otros discursos (entre ellos el arte) que también trate a ese mundo como un enfermo terminal. “No hables así de este tema, no te rías de esto, podés hablar de algunas cosas pero solo si es con respeto”. Entonces este espectador moralista, sin ser creo del todo consciente de lo que está pidiendo, pareciera preferir una versión del relato hiperrespetuosa con el tema que trata. Juzga el cómo del relato, y juzga el cómo de la interpretación de la actriz principal. Pareciera querer ver una tragedia y que no exista liviandad en la actuación de Emma Stone. Que el arte no sea un juego comprometido que quiera dialogar con su espectador. Algunos de los espectadores modernos, parecieran querer ver en vez de una ficción, un documental.
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