Perfect Days: Hirayama y la contemplación japonesa de lo bello

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Perfect days' (2023), crítica: Una imprescindible película sobre la rutina,  tan placentera como ponerte la canción perfecta mientras conduces |  Opiniones Espinof

Perfect Days: Hirayama y la contemplación japonesa de lo bello

Desde el inicio de los tiempos, el arte japonés difiere enormemente del que se produce en el resto del mundo. Sus manifestaciones se conciben a partir de maniobras contemplativas poco comunes en la superficialidad del existir contemporáneo. Se trata de creaciones engendradas desde la observación detallada de los componentes que habitan cada instante de nuestras vidas, con plena conciencia de su tiempo presente. El olor de un libro antiguo, los últimos rayos del sol al atardecer, el juego de verdes producido por una arboleda o la primera bocanada de aire fresco con la que recibimos el comienzo del día, son algunos de los pequeños placeres de la existencia que los artistas japoneses suelen plasmar en sus obras.

El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki, manifiesto base de la cultura nipona, explica esta cosmovisión utilizando como argumento el tópico de las luces y las sombras:

En Occidente, el más poderoso aliado de la belleza fue siempre la luz; en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. Lo bello no es una sustancia en sí sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra.

La sombra es sombra propiamente dicha, pero también representa aquellas cualidades de las cosas no develadas a simple vista. Características ocultas de los objetos y las personas que solo se vislumbran empleando una atentísima contemplación. De todas las artes japonesas, el cine es la que mejor supo encarnar dicho tratamiento meditativo de la realidad. A través de la cámara, captura lo bello y lo refina con las herramientas propias de la imagen cinematográfica, que moderan su intensidad para sintonizarse con el enigma de la observación pausada.

Así se construye Perfect Days, la última película de Wim Wenders. El director alemán ya era un especialista en extraer la belleza de las minucias cotidianas, pero el Japón de la película exaltó su quehacer cinematográfico hacia la más elevada sensibilidad artística. La trama se centra en Hirayama, un hombre que trabaja limpiando baños públicos y sostiene una vida tan austera como preciosa. Otra vez, y al mejor estilo de Wenders, la sinopsis es un mero elemento secundario, y el verdadero encanto del relato reside en su protagonista y las situaciones dadas entre líneas.

De acuerdo a la entrada anteriormente citada del texto de Tanizaki, Hirayama sería un experto en el enigma de las sombras. Bajo su punto de vista, todas las cosas guardan secretos bellos que, al ser paulatinamente revelados, transforman la vida en un privilegio exquisito. En otras circunstancias, su rutina podría parecernos tediosa, pero su deleite en extraer el regocijo de cada pequeña porción de su día hace que su existencia parezca la de un hombre gozoso, porque así se siente él: como una sombra fantasmagórica, quizá invisible para la mayoría, pero consciente de sus diversos claroscuros y su belleza interior. Analicemos la riqueza del personaje en tres frases que sintetizan los mejores valores de la película.

Perfect Days Film Image Koji Yakusho R – Genkinahito

“Usa las mismas palabras que nosotros, pero hace algo especial con ellas”

Comenta la bibliotecaria sobre la autora Aya Kōda mientras Hirayama compra uno de sus libros. Curiosamente, este es un don que el protagonista expresa en su carácter, pero sin necesidad alguna de emplear su voz. Durante gran parte de la película, se mantiene en silencio, como si quisiese escuchar el ruido de las pequeñas cosas que es acallado una y otra vez por la adrenalina de Tokyo. Habla solo si es estrictamente necesario y, cuando lo hace, su sabiduría se concentra en frases sucintas.

El silencio de Hirayama teje un vínculo liberador con el público. Durante dos horas, lo purga del eclecticismo de los guiones occidentales, donde el exceso de conversaciones y la saturación de los estímulos en pantalla son moneda corriente. En Perfect Days, Wim Wenders propicia un diálogo tácito y carente de artificialidad, que invita al espectador a digerir la película como mejor le resulte. Algunos se verán reflejados en el amor de Hirayama por los libros, la música y la pintura. Otros se identificarán con su admiración por los paisajes. Habrá quienes disfruten sus viajes en bicicleta y quienes se relajen cada vez que riegue sus plantas. De una u otra forma, el silencio amable del protagonista no deja a nadie indiferente, tanto dentro de la película como en las salas de cine.

Entonces, la función del personaje con respecto a las palabras es la de ponerlas en valor a través de la evasión del habla. Se aproxima al objeto sin verbalizarlo y lo aborda de manera sinestésica, encontrando nuevas aristas de la cosa cotidiana que, a la vez, implican minúsculos y placenteros cambios en su rutina. Así, los días de Hirayama nunca son iguales a los anteriores ni a los que vendrán, aunque sus hábitos reverberen siempre de forma idéntica.

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“Ahora es ahora”

Por otro lado, Hirayama nos conmueve porque está anclado al presente con una solidez pocas veces vista en los personajes de la ficción actual. Wenders lo construye como un hombre que valora cada fracción de su día a día, sin ensuciarlo de pensamientos sobre el pasado o preocupaciones sobre el futuro. Incluso cuando fantasmas propios de tiempos anteriores o posteriores vienen a interrumpir su orden, Hirayama los contagia del sentimiento de gratitud hacia el hoy y los lleva a crecer espiritualmente.

Lo observamos en su sobrina, que invade su casa con varios conflictos internos y en cuestión de horas encuentra consuelo en la calma del ahora, o en el hombre con cáncer que conoce hacia el final de la película y al que ayuda a desprenderse del desasosiego por la muerte mediante la observación de las sombras.

La cámara se complementa con el personaje de Kōji Yakusho y realiza un trabajo riguroso con el objetivo de imbuir al espectador de amor por el presente. Contempla con cercanía paulatina cada pequeña acción del protagonista, y le da el tiempo suficiente para desarrollarse en pantalla sin apresuramiento. El resto de las herramientas cinematográficas regulan su intensidad al mínimo para que la filmación alcance su máximo grado de intimidad. Es por eso que no escuchamos más música que la que Hirayama tiene en su camioneta, ni el punto de vista se aleja de su persona, por ejemplo.

PERFECT DAYS (Id., WIM WENDERS, 2023) - SONATINE

Komorebi

Esta palabra aparece al final de los créditos de la película, junto a un texto que la define como el término japonés utilizado para describir el brillo de las luces y las sombras que es creado por las hojas que se agitan en el viento, y que solo existe una vez, en un solo momento.

Wenders parece posicionar “Komorebi” al término de Perfect Days como un regalo para los pacientes. Sabe que muchos espectadores van a abandonar el cine cuando aparezcan los créditos, y dedica el vocablo a aquellos que aprecian las producciones cinematográficas hasta su término absoluto. De esta manera, extiende la influencia de Hirayama de principio a fin, sintetizando su cosmovisión en una palabra cargada de presente que acompañará al público durante varios días, o quizá toda la vida.

Como el protagonista, deberíamos aprender a observar con agudeza los pequeños componentes de nuestro día a día para conocerlos en cada uno de sus claroscuros. A veces luces y otras veces sombras, las piezas del rompecabezas de la vida siempre tienen algo nuevo para ofrecernos, sin importar lo insignificantes, inertes o reiterativas que parezcan.

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