El cine
Por Pablo Daniel Berardi
Allá por los comienzos de la década del ochenta, cada vez que Pablito lloraba, se encendía la tele, digamos que era mi “Chupete electrónico”
Desde ese momento nació en mi la pasión por la tele y el cine.
Por mis ojos pasaron miles de programas, miles de películas, pero solo algunas lograron marcar mi vida.
Año 1986, tenía 5 años y en la escuela nos habían dado un descuento para ir al cine con un acompañante. La función comenzaba con la proyección de “el principito” (1974 Richard Donen) y seguía con “Robotech, la película”. Hinché tanto, pero tanto que, al final, mi papá dijo: “bueno, está bien, te llevo”. Era un sábado otoñal como cualquier otro, pero yo estaba muy emocionado, era la primera vez que iba al cine. No recuerdo mucho, solo vienen a mí flashes de lo que fue ese día y, como mis padres ya no están, tengo que confiar en lo que me dicta mi memoria. Recuerdo estar sentado con un montón de chicos alrededor mío y mi papá a la izquierda. Apenas bajaron las luces me entró una especie de miedo, mezcla de intriga y ansiedad, pero no dije nada. Comenzó la función doble con la proyección de “El principito” y yo no podía creer lo que estaba viendo, el cuento que alguna vez me había leído mi mamá cobraba vida en una pantalla enorme. En cambio mi papá se quedó dormido ni bien empezó la película. Después de casi dos horas de musical (y ya aburrido) llegó el final del primer film. Despierto a papá y me dice: “Bueno, ya viste la película, vamos a casa” y yo: “no!!! ¡¡¡Falta una película, falta robotech!!!” Tanto insistí que nos quedamos a ver Robotech.
Ese fue mi primer encuentro con el cine
Estaba maravillado y quería ser cineasta desde ese momento.
“Es chico, ya se le va a pasar”
Mi juego favorito a la hora de la siesta era agarrar mis playmobil, alguna que otra muñeca de mi hermana y quizás algún peluche para jugar al teleteatro. Mi materia favorita en la primaria era lengua, desde muy chico me encantaba escribir cuentos. Escribía básicamente lo que veía, mis cuentos eran las películas que había visto en la semana o en el fin de semana.
Los lunes había un programa llamado “El mundo del espectáculo”, era un ciclo emitido por canal 13 donde daban los estrenos de Hollywood. Un lunes de esos pasaron una película de terror que trataba de un asesino en serie que secuestraba niños, los mataba y los ponía en formol. Me quedó grabada la escena en que el asesino guardaba el cuerpo de un niño en un frasco enorme. Al día siguiente, en el colegio, nos mandan a escribir un cuento, cuando la maestra leyó el mío se horrorizó, me pidió el cuaderno de comunicaciones y citó a mis padres al otro día. Había escrito un cuento sobre un chico que desaparecía y era asesinado por un adulto y puesto en formol. No solo eso, para agregar más datos decidí hacer un dibujo de la situación. Al otro día se presentan mis padres en el colegio y mi maestra les dijo: “Pablo tiene mucha capacidad para escribir, es muy inteligente, pero escribió esto” y le mostró el cuento y el dibujo que había hecho. Mis padres no sabían cómo hacer para explicarle a la seño que yo era un chico normal y que lo que había escrito salió de una mezcla de imaginación y de una película que habíamos visto en familia. La seño le dijo a mi mamá que fomente la escritura comprándome libros y viendo películas que se ajustaran a mi edad. Mis padres hicieron exactamente lo que la seño les pidió.
Un día estaba viendo canal nueve libertad y estaban dando una película llamada “La rosa púrpura del Cairo”. Es un film dirigido por Woody Allen que relata la historia de un ama de casa que usa el cine como un medio para evadirse de su realidad y siempre va a ver la misma película porque está enamorada del protagonista. Un día, el protagonista, detiene la película, mira a cámara, llama a la mujer y decide abandonar la pantalla para vivir en el mundo real con ella. Esa película fue un flash para mí, me alucinó desde el minuto cero. Encierra una magia, una ternura y un amor por el cine inconmensurable. El solo imaginar que me podía pasar a mí también era una idea espectacular.
Mi madre se encargó de bajarme de la nube en que estaba y me explicó, a su manera, mientras veíamos “Operación Rosa Rosa”, como se hacían las películas. Yo creía que se hacía todo en dos horas, que los sets estaban preparados para que los actores filmaran toda la película en una sola toma, ya desde chico tenía ínfulas de Hitchcock.
La explicación de mi mamá me alentó aún más a querer hacer cine. Cuando estaba de vacaciones, ya entrados los noventas jugaba a ser camarógrafo. Mi cámara eran dos sillas puestas de forma tal que simulaban ser una cámara de televisión. Captaban todo lo que pasaba en mi casa y “filmaba” algunas escenas con mis playmobils. En ese tiempo me gustaba el cine de acción, veía las películas en donde caían coches de barrancos y montañas en cámara lenta y trataba de replicarlas con un auto de fierro y los playmobils adentro. Los sustos que le hacía dar a mi abuela hicieron que ese coche desapareciera mágicamente de la noche a la mañana.
De chico no me llamaba la atención el cine infantil, sino que veía películas que no eran para mi edad.
A principios de los noventas, con el uno a uno y la fiebre del “Deme Dos” mis padres consiguieron una de las primeras videocaseteras que entraron al país. Una national Panasonic traída de contrabando en una cabina de Boeing de Aerolíneas Argentinas. Esa videocasetera me abrió las puertas del paraíso.
Como ya conté renglones más arriba no me conformaba con ver solo cine para chicos, me aburría. Un día, mi papá, llegó con una copia de “Made in argentina” y como era apta para todo público nos pusimos a verla en familia. Esta fue otra película que marcó mi vida. Era la primera película de cine nacional que veía. A mi corta edad no entendía bien de que iba pero, no me pregunten porqué, la vi y me maravilló tanto que mi papá decidió comprarla. La ví hasta que se gastó la cinta.
Mi maestra de primaria acostumbraba a preguntar qué película había visto el fin de semana. Un lunes me preguntó: “Pablo ¿Qué viste el fin de semana?” y yo, muy normal, le contesté: “mis papás alquilaron “Las colegialas se divierten”, es una comedia, está buena, mírela” automáticamente me pidió el cuaderno de comunicaciones y ya sabrán cual es el final de ésta triste historia… una semana sin ver televisión.
A partir de este hecho mis padres tomaron medidas. Mi hermana y yo dormíamos en una habitación contigua a la de mis padres, solo la separaba una puerta plegable y en el medio de las dos habitaciones estaba el televisor. Desde la cama cucheta mi hermana y yo veíamos lo que veían mis padres. Mis viejos querían ver películas que se amoldaran a su edad sin que las viéramos nosotros, entonces implementaron un método sencillo que me fue fácil de hackear. Cuando iban a poner una película que no era apta para todo público mi mamá preguntaba: “Pablo ¿estás dormido?” Al principio respondía: “No, todavía no” lo que causaba el malestar entre mis padres y no faltaba la ocasión en que me pedían que por favor me duerma.
No hizo falta pensar mucho para dejar de responder la pregunta de mi madre y fingir estar dormido para poder ver las películas prohibidas para mi edad. “Victor, andá a ver si está dormido” era la señal para fingir mi sueño. “Si, está dormido, pongo la película” y ahí sin hacer ningún ruido dejaba de fingir y veía la película. Un día, mi madre, sospechando de mi forma de dormir tan veloz, me preguntó que película habían visto la noche anterior y yo, muy despreocupado dije: “Ayer vieron “Expertos en pinchazos”… ups”. Luego de ese exabrupto las medidas de seguridad recrudecieron y decidieron que era hora de cerrar la puerta plegable para impedir la visualización de sus películas. Método muy fácil de hackear ya que, después de la pregunta para ver si estaba dormido o no, venia mi papá, cerraba la puerta plegable y, cuando yo escuchaba que se había acostado, abría la puerta y espiaba la película que estaban viendo. Nunca se enteraron y yo aprendí a hacerme el boludo cada vez que mi mamá me preguntaba que habían visto la noche anterior.
El cine tiene la magia de acompañar en ciertas ocasiones difíciles de atravesar.
Tenía aproximadamente 9 años cuando mi prima Marcela, a quién yo adoraba, murió víctima de un accidente en moto. Marce era la mejor prima que uno pudiera tener. Siempre nos malcriaba a mí y a mi hermana, nos quería mucho, nos queríamos mucho. Siempre la recuerdo con su sonrisa de oreja a oreja, cuando trabajaba en una panadería del mercado de Bonpland y nos regalaba facturas. “Marce ¿Damos una vuelta manzana en el ciclomotor?” y ahí iba ella, con su sonrisa de “ya sabía que me lo ibas a pedir” y dábamos una vuelta en su ciclomotor. Su muerte temprana fue muy dura de procesar para mí. Mis padres la iban a visitar y yo siempre les preguntaba “¿Ya se despertó Marcela? ¿Está un poco mejor?” con la ilusión de que un día me dijeran que ya había despertado y que la podría ir a visitar.
Un sábado después de ese fatal desenlace fuimos con mi papá a la casa de mi padrino que vivía cerca de nuestra casa.
Lo saludamos, nos pusimos a charlar en la vereda y de repente me dice: “Pablo, alquilé “Ghost, la sombra del amor” ¿La querés ver?” y yo dije: “Siiiii!!!” Recuerdo que mi padre, sabiendo de que iba la película, le dijo: “Justo esa película alquilaste!!! ¿No podías haber alquilado otra?” mi tío con un gesto de “no pasa nada” se corrió de la puerta de entrada de su casa y me dejó entrar al living comedor donde estaba la videocasetera.
Presioné play y empezó la película. Quedé hipnotizado.
Pasados 30 minutos del film siento que se abre la puerta del living y se asoma mi papá, yo ni bola le di.
-Pablo.
- (sin apartar la mirada del televisor) Eh… si ¿Qué pasa?
-Vamos a casa que ya es tarde.
-eh… si… película… después… shhhttt!!!
-Pablo, tu madre nos está esperando con el almuerzo
-¡¡¡Si, si… después!!!
Detrás de mi papá aparece mi tío y le dice: “Dejalo que vea la película, yo después te lo llevo a tu casa”. Mi padre aceptó y yo contento me quedé en la casa de mis tíos a ver la película.
Ghost me llevó a pensar que hay otro plano, que no se acaba la vida después de que uno muere. Al contrario que mi papá que creía que esa película era un drama y que de nada servía verla en ese momento. Yo encontré confort, alivio de saber que las personas que nos quieren pero que ya no están en este plano de alguna manera nos siguen cuidando.
Los fines de semana de esos años fueron marcados por las melodías de los “Righteous Brothers” mi papá era fanático de la banda de sonido de la película Ghost y yo disfrutaba ese fanatismo. Mi mamá trabajaba sábados y domingos en el extinto Gas del estado y mi papá, para que no nos aburriéramos, nos llevaba a mi hermana y a mí a la ciudad deportiva de Boca Juniors en la costanera. Recuerdo ir escuchando “You´re my soul and inspiration” mientras miraba los edificios pasar por la ventanilla del viejo Fiat 125 propiedad de la familia. Era un domingo nublado y estábamos paseando por el centro antes de ir a buscar a mamá a su trabajo y esa canción maravillosa sonaba en el auto completamente en silencio.
Eso es lo mágico del cine, que nos hace acordar de tan bellos momentos vividos.
Mi mamá tenía una costumbre hermosa que era tomarse una semana de vacaciones cuando mi hermana y yo estábamos de vacaciones de invierno. Siempre nos llevaba al cine. Mi hermana y yo nos poníamos de acuerdo, seleccionábamos la película e íbamos al día siguiente a verla. Así vimos: “Beethoven 1”, “casper”, “Comodines”, “Titanic” y “el jorobado de notre Damme”.
Para ver ésta última mi mamá nos pidió si podíamos encontrarnos con ella en la puerta del cine del shopping “El solar de la abadía” que quedaba a escasos 10/15 minutos de viaje en colectivo de mi casa. Era una de las primeras veces que mi hermana y yo viajábamos solos en colectivo. En un momento del viaje mi hermana me mira y me dice: “Pablo vos sabes donde tenemos que bajarnos ¿no?” y yo le hice una broma, puse cara de miedo y le dije: “No, vos eras la que sabías en que parada nos tenemos que bajar” y ella me dijo: “No, ¡¡¡yo no sé nada!!! ¿Ahora que hacemos? ¡¡¡Estamos perdidos!!!” No me pude aguantar la risa y le dije que no se haga problema, que era una broma, que sabía dónde nos teníamos que bajar. Me pegó en el brazo y me dijo: “Sos un tarado” bien merecido me lo tenía.
“La máscara” se estrenó en el año 1994, tenía muchas ganas de verla, pero nadie me quería acompañar. Entonces decidí que ya era hora de aprender a ir solo al cine.
Ahorré varias semanas para poder comprar la entrada un día miércoles que era cuando se conseguían a mitad de precio. Me tomé el 39 en Ravignani y cabrera rumbo a alto Palermo shopping. Eran aproximadamente las 14hs y la función empezaba a las 16.
Compré mi ticket y no sabía bien que hacer. Cualquier persona normal habría aprovechado para ir a recorrer el shopping que, en ese año, estaba en su apogeo. Yo no. Opté por quedarme dos horas esperando en la puerta del cine hasta que empiece la función. El acomodador vino hasta la entrada para ver que quería, miró mi ticket y dijo: “Disculpame pero esta entrada es para la función de las 16” yo solo moví la cabeza de arriba abajo asintiendo y el tipo me preguntó: “¿Te vas a quedar dos horas parado esperando?” volví a mover la cabeza del mismo modo y el acomodador me miró, se sonrió y cerró la puerta. Era el primero en la fila. Pensaba: “Voy a elegir el mejor asiento”. Miraba el reloj y marcaba las 15hs, a los dos minutos miraba de nuevo y marcaba las 15:02 y asi hasta que marcó las 16hs y pude entrar a la sala. Esa fue mi primera vez. La máscara quedará en mi memoria como la película que me hizo adicto a ir solo al cine.
En 1995 empezaba a escuchar radio con regularidad. No recuerdo bien qué programa escuchaba, pero recomendaban mucho la película “Doce monos” y tenía muchas ganas de verla. La daban en la sala del cine ubicado en el solar de la abadía. Cerca del trabajo de mi papá.
Tenia plata y hacía calor, me dije: “Viejo aprovechá, sos joven” y me fui al cine a ver una de terror. Cualquier chico de mi edad se habría hecho la rata con sus compañeros. Yo decidí agarrar la guía filcar y emprender el viaje hacia la sala de cine. Era toda una aventura. Nunca me había hecho la rata y el faltazo de uno de mis profesores me dio rienda suelta para aprovechar e ir al cine. La emoción del peligro, del vértigo, de no decir nunca lo que había hecho era mas fuerte que yo. Fui al cine, vi la película y salí maravillado por no haber entendido nada. “Doce monos” era muy complicada para mí. Años mas tarde la volví a ver y quedé maravillado. Fue mi puerta de entrada al sistema dolby. Hay una escena donde una jauría de perros policías persiguen al personaje de Bruce Willis y el sonido envolvente hizo que creyera que los perros habían entrado al cine por detrás de mí. Quedé maravillado.
Era el año 1997, yo ya estaba en la secundaria, mi hermana tenía un cumpleaños en casa de una amiga de la primaria y mi papá no la podía llevar porque estaba trabajando. Entonces mi mamá me propuso que acompañemos a mi hermana y de paso nos íbamos a ver “Jurassic Park 2” al cine Belgrano (Actual Belgrano Multiplex). Plan perfecto para mi sábado por la noche. Mc Donald´s y película con mamu ¿Qué mas podía pedir? Esa fue la última vez que fui al cine con mi mamá.
Siempre me hacen la misma pregunta: ¿Cuál es tu película favorita? Y es una pregunta que, aunque suene muy fácil de responder, es una de las mas complicadas. Es complicada porque depende mucho del estado de ánimo y la madurez que uno tenga.
Si me preguntan ahora cual es mi película favorita siempre voy a mencionar en primer lugar “La rosa purpura del cairo” pero el segundo puede variar. Al momento de escribir ésta crónica mi segunda película favorita es “¿Are you there god? It´s me, Margaret” porque me hace recordar todas las etapas de mi adolescencia, mis miedos, incertidumbres, creencias y demás.
Si la misma pregunta me la hubieran hecho cuando estudiaba cine hubiera dicho: “The science of sleep” de Michel Gondry o “the shinning” de Kubrick para hacerme el intelectual. Siempre me gustó el cine popular, el cine de masas. Pienso que viendo todo el cine, el bueno el malo y el feo, se puede aprender mucho. Por eso veo la mayor cantidad de películas posibles.
En esa etapa no me gustaba “Citizen kane” de Orson Welles. Una noche de cursada me atreví a decir que me había dormido mirándola y casi infarto a varios estudiantitos de cine.
Los estudiantes de cine… no hay peor calaña que los estudiantes de cine. Esos que se indignan y te dejan de saludar por el simple hecho de decir: “No me gusta Orson Welles”. Su mundo se reduce a películas de art Nouveau, policial negro y nouvelle vague. No te atrevas a nombrar una película de plataforma o una pochoclera de Hollywood porque te van a saltar al cuello y no te van a soltar hasta que no digas “Amo a Einsenstein” o en su defecto a Tarkovski, este ultimo en menor proporción.
Me gusta Einsenstein, vi muchas de tarkovski pero mi cine favorito es el cine nacional tan bastardeado muchas veces y tan amado otras pocas.
Amé mi etapa de estudiante de cine. La carrera te abre la mente en muchos aspectos. Algunos desprevenidos creen que la carrera es fácil, que filmar es una estupidez, que no es ninguna ciencia… vayan a preguntarle a los hermanos lumiere si no es una ciencia el cine.
Es arte, es matemática, es literatura, es ciencia, es magia, es cine.
Es también un compañero que te banca en todas. ¿Quién no vio una película cuando estaba triste para provocar el llanto? Yo si. Siempre que me pasa eso me dan ganas de ver “Mi primer beso” y las lagrimas empiezan a brotar cuando Vada, en el funeral de Thomas Jay, dice: “Le duele su cara ¿Y donde están sus anteojos? No puede ver sin sus anteojos… pónganle sus anteojos… pónganle sus anteojos… El quería ser un acróbata” y su padre le dice: “Se fue amor, se fue…” Mientras ella pelea por soltarse de los brazos de su padre y la novia del padre. Otra de las escenas que me destroza es la parte donde Vada y su padre se encuentran con la madre de Thomas Jay, le preguntan como está y ella les dice: “Algunos días creo que estaré bien… y otros… tengo que obligarme hasta para levantarme de la cama. Se que es una locura pero a veces creo que solo se fue de vacaciones ¿Cómo está Vada?” y le da el anillo que Thomas estaba buscando al momento de su muerte.
Mi lugar en el mundo es el cine Gaumont. Cada vez que entro me siento como en mi casa. No me pasa en otros cines, esa magia es solo en el gaumont. Cuando se apagan las luces y empieza a encenderse el proyector vuelvo a ser un nene sentadito frente a la pantalla con una bolsa de pochoclos mirando sin parpadear la pantalla.
Risas, llantos, sustos, todos momentos vividos en mi adorado Cine Gaumont.
Cine de barrio, con una sala inmensa y una historia fabulosa enfrentó miles de crisis de las que salió airoso. Recuerdo cuando casi lo cierran, iban a vender el terreno de nuestro amado cine. En esa época temí lo peor. Finalmente lo cerraron pero para reformarlo y darle la vida que tiene hoy. Cada vez que aparece el logo de Cine Argentino se me pone la piel de gallina y sonrío como un tonto cuando veo la bandera flamear en la pantalla. Es algo inexplicable, lo mas cercano sería la pasión por el futbol.
Para ir terminando con ésta crónica me gustaría hablarles de mi colección de cine.
La empecé allá por el año 1997 cuando adquirimos una segunda videocasetera. Alquilaba los vhs, los grababa y los devolvía. Me pasaba noches enteras mirando películas. Mientras los demás salían a bailar yo me quedaba en casa viendo y copiando películas. La segunda video se había comprado como un regalo del dia de las madres y para que mi mamá pudiera ver las películas en su habitación. Nunca cumplió ese objetivo. La vieja Samsung (preparada para el año 2000) iba de mi habitación al comedor los días que la necesitaba para copiar algún que otro vhs, sino se quedaba en mi habitación.
Soy muy celoso y cuidadoso de mi colección. “No soy videoclub” decía cuando algún que otro amigo o familiar me pedía prestada alguna película. He prestado y me las han devuelto con las carátulas rotas, las cajas cortadas, cintas en mal estado, me cansé y decidí no prestarle nunca mas ninguna película a nadie. Tal es mi grado de compromiso con mi colección que las tengo numeradas en una planilla de Excel como si de un videoclub se tratase.
Muchos amigos me dicen “¿Para que tenés eso si tenés Netflix?” Antes me enojaba hasta que comprendí que el que dice eso es porque no tiene la menor idea de lo que está diciendo y tampoco tiene la noción del archivista. Yo tomo mi colección como un legado para la posteridad. Se que es algo pretencioso pero en mi colección tengo varias películas que no se consiguen en plataformas. Muchos programas y eventos que ya no existen en los archivos de los canales de televisión. Si me pusiera a ver todo el archivo que tengo las 24hs del dia tardaría 90 dias en ver todo.
Es arte, es matemática, es literatura, es ciencia, es magia… El cine es pasión.
FIN
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