Las cartas que nunca leerás
Dieciséis de octubre,
noche lluviosa en París,
caminas con pasos apresurados a mi departamento,
reviso el reloj...
¿Acaso nunca estuve tan feliz antes de ti?
Escucho la puerta sonar y me levanto ansiosa del tocador,
remuevo mi cabello una vez más de pura ansiedad.
Ojos marrones, melena rubia, ¿Qué hiciste de mí que ya no tengo cura?
"Nada se compara a ti" sueles decir...
¿Aún me lo dices a mí o me solías decir?
Parpadeo una vez más. Repetidas veces, continuamente.
Mi corazón late fuerte ¿Apareces y desapareces?
Definitivamente estoy cansada de ti.
De tener que olvidarte y hacerlo mal.
Tan mal que te llamo con el pensamiento,
entre mis sueños y mis más profundos deseos,
lo único que no intento es llamarte... De verdad hacerlo.
Me ahogo en mi frustración y no tengo ni un poco de compasión hacia mi conciencia,
me revuelco en mis delirios donde estamos tú y yo solos...
Viendo esa película de los ochenta.
Me recuerdas que lo mío es el romance y el drama,
te recuerdo que de mí irónicamente es lo que más te encanta.
No tolero el hecho de retener las benditas esperanzas.
Las que gritan de manera muy orgullosa "voy a esperarte"
Da miedo que no temo perderme con tal de encontrarte.
De encontrarte en cada parte de mí,
entre mis poesías, mis noches, mis sueños, mis desvelos y lo que ya no espero.
No deseo sujetarte de la mano, mucho menos abrazarte o besarte toda tu cara, el cuello o el pecho, que vulgar sería...
Me regañó la moral, cuando ella, en mi vivía...
Para mí mala suerte, nuevamente estás ahí viéndome con ojos apasionados,
y vuelves a sonreír con ese encanto que me pone tímida,
así que me susurras "princesa" y en tus brazos me dejas totalmente presa.
Andamos en tu coche escuchando la misma vieja canción y cantando a todo pulmón.
Aquella noche, la perfecta salida,
Recordando cuando de niños nos veíamos a escondidas.
"Es amor verdadero" nuestros abuelos decían, así que enterramos nuestros anillos de compromiso en el jardín de tu tía.
Lo más lejano que teníamos era la "despedida".
Las risas se vuelven la melodía que tejen los más amargos recuerdos,
cada conversación, cada historia de nosotros, un perfecto acuerdo,
del mundo que se destrozaría en tan solo un momento.
¿Soy yo o todo pasó a blanco y negro?
Tú el más ingenuo de los dos.
Yo la ilusionista que no merece perdón.
En tus labios fui yo quién te dejó.
En mis labios eres el traidor.
Somos los peores en nuestras historias a nuestro favor.
¿Por qué somos adictos a los juegos del dolor?
Vuelvo y parpadeo y despierto, respiro profundo,
y estoy en mi cama y tú estás a un lado, esta locura ya se me fue de las manos.
Abrazo a mi almohada imaginando que ahí estás. Estoy muy grave y sé que para olvidar,
tendré que irme de la casa, de la ciudad y hasta de mi propia mente escapar,
Porque te convertiste en mi fantasma ausente,
Al que le grito por piedad con un "lastimame una vez más"
Al que busco y busco sin miedo de ver mis heridas sangrar, porque a tu lado según mi corazón, "podría morir en paz".
Y de nuevo ahí estás, son las cinco de la mañana y veo tu rostro lleno de lágrimas, me juras por lo más sagrado que tienes, que nadie más podrá hacerte feliz, una segunda oportunidad de miles nos devolverá nuestro cuento de hadas y nuestra infancia llena de felicidad.
Abro los ojos de golpe mirando hacia mi ventana, por fin, descubrí lo que es la calma.
Irónico que me enseñaste a soñar, y ahora el sueño no puedo conciliar, pero está bien, volveré a empezar, aunque esta noche a tu fantasma no pueda ahuyentar.
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