La zona de interés
Entre lo cotidiano y el horror
por Gastón Siriczman

La película empieza con un plano negro de un par de minutos. ¿En ese tiempo no pasa nada? Todo lo contrario, en ese tiempo suceden muchas cosas, pero en la banda de sonido. Ese comienzo funciona a modo de instructivo para los espectadores en el que nos dice que dejemos de lado la forma mecánica de presenciar una película y empecemos a escuchar.
Desde Amadeus de Milos Forman que no veía una película tan equilibrada entre lo visual y lo sonoro. La zona de interés es una forma de cine en estado de gracia, con la capacidad de estremecernos, de hacernos reflexionar y de volver a enseñarnos las claves del lenguaje audiovisual.
Rudolf Höss es el comandante del campo de concentración y exterminio de Auschwitz desde su comienzo. Apenas separada por un paredón está su lujosa residencia familiar en la que tienen jardines, sirvientes, y hasta un establo. con caballos. Höss es un padre cariñoso que se preocupa por el bienestar de su familia y de las plantas de su esposa. También parece ser un burócrata preocupado por hacer más eficientes los números de ese ingenio de cámaras de gas y hornos crematorios. Lejos de los estereotipos, este jerarca nazi no anda a los gritos, no hace golpear los talones ni está cargado de gestos marciales. Su aspecto es el de un gerente, no demasiado brillante, tentado por la rapiña y obsecuente con sus superiores.
Mientras las escenas cotidianas de esta típica familia de clase media se suceden a modo de postales, del otro lado del muro vive el horror. Y ese horror es omnipresente. Los diálogos banales, el almuerzo familiar, el juego de los niños o el simple hecho de dormir están atravesados por los sonidos de la maquinaria de muerte, por los resplandores de los hornos o por el hollín que están obligados a respirar. La cámara toma el punto de vista negador de los Höss, por lo que nada de lo sucede del otro lado es mostrado, apenas nos llegan las sombras distorsionadas por la ilusión de que ese jardín es un lugar idílico.
Jonathan Glazer multiplica toda una trama de tensiones entre lo que se ve y lo que se escucha, entre lo ordinario y lo extraordinario, entre lo cotidiano y lo ominoso, entre lo mostrado y lo sugerido, pero principalmente entre esos dos mundos antagónicos y simultáneos divididos por un paredón.
La zona de interés es una película con dos guiones, que muestran en paralelo y valiéndose de los recursos propios del cine, dos universos en un choque perpetuo que trasciende lo histórico. Glazer nos presenta esos universos, los trae a nuestra época y nos intima a interpretarlos y resignificarlos.
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