La física y el cine han mostrado una conjunción interesante a lo largo de la historia. Al fin y al cabo, el espectador no instruido en esa ciencia se acerca más a menudo a la información transmitida por las películas que por otros medios más especializados. Si bien esta comunión se manifiesta principalmente en un género particular dentro del séptimo arte, la ciencia ficción no es la única que la utiliza para fundamentar narraciones. Aún recuerdo aquel maratón de películas de Frankestein que disfruté de niño en Sábados de Súper Acción. La fascinación por esa criatura, vuelta a la vida en un laboratorio científico utilizando electricidad, ha permanecido a mi lado desde entonces. Incluso se cree que experimentos de Luigi Galvani sobre electricidad animal sirvieron de inspiración a Mary Shelley para su novela. Otra conjunción física-cine pero de índole diferente la descubrí recientemente en la peña cinéfila en la que participo, y que magistralmente coordina Fernando Herrera. Repasando películas de Europa del este de los años 60, descubrí al director “sabatiano” de origen polaco Krzysztof Zanussi, quien estudió física y filosofía antes de dedicarse al cine (ver nota al pie). Pero bueno, vamos al grano...Cristopher Nolan es un director de cine mainstream muy particular…. las leyes fundamentales de la física empoderan sus películas.
La primer aproximación de Nolan a la conjunción de física y cine la plasma, de manera muy modesta, en El Gran Truco (2006), donde Nicola Tesla (físico e inventor de origen serbio) se inmiscuye en el enfrentamiento entre dos magos (no protagonizados lamentablemente por Vincent Price y Boris Karloff). El plato fuerte lo consigue, al finalizar su famosa trilogía, en Interestelar (2014) donde la conjunción física-cine es desarrollada de manera integral, enfrentándonos a los efectos producidos por la teoría de la relatividad de Einstein, y la paradoja de los gemelos, en el amor entre un padre y su hija. La película nos sumerge además en estructuras topológicas asociadas al espacio-tiempo, como los agujeros de gusano que en la actualidad son sólo una posibilidad teórica en la física. Años después, el thriller de espionaje Tenet (2020) basa su historia en la inversión temporal producida por la posibilidad de invertir el flujo de entropía. Allí vemos, por ejemplo, balas disparadas desde su lugar de impacto que se dirigen al cañón la pistola, o un objeto que está en una mesa regresa a la mano que lo soltó. Nolan vuelve nuevamente al ruedo pero ahora con una biopic, la del físico estadounidense Julius Robert Oppenheimer, director científico del proyecto Manhattan, llevado a cabo para desarrollar la primer bomba atómica.
Oppenheimer es una reacción en cadena de imágenes y diálogos, sólo comparable a JFK de Oliver Stone (tal vez su mención en la película no sea casual). Su trama entrelaza cuestiones personales, políticas y morales de manera vertiginosa. No vamos a discutir aquí ese entrelazamiento sino otro: el cuántico...digamos.
Al comienzo de la película vemos al joven Oppie estudiando física en la Europa de principios del siglo XX, momento en que se comienza a desarrollar la teoría cuántica, rama de la física que estudia el mundo microscópico. Sobresalen allí sus encuentros con Niels Bohr y Werner Heisenberg, este último conocido por su “principio de incertidumbre”, fundamental en física cuántica y de enormes implicaciones. Bohr, que fue el “gran director” de esta revolución científica, le recomienda a Oppie que vaya a trabajar con Max Born (otro protagonista destacado de la cuántica) si quiere comprender bien la nueva teoría. Al regreso a su país Oppie es considerado el portador de la nueva física a América, y su cercanía y colaboración con Ernest Lawrence en Berkeley permiten obtener los isótopos de uranio necesarios para su uso como material radiactivo. A partir de allí, la película muestra la génesis y desarrollo del proyecto Manhattan, sus implicancias políticas y morales, y las interesantes discusiones entre los científicos que formaron parte del equipo. Se destaca el enfrentamiento con Edward Teller, conocido por su papel en el desarrollo de la bomba de hidrógeno, que tendrá consecuencias políticas al final de la película.
La escena de la detonación de la bomba genera un momento de tensión y asombro sólo comparable a la explosión que nos regala David Lynch en la última temporada de Twin Peaks. Al final de esa escena vemos un joven eufórico tocando el bongó. Ese joven no pasa desapercibido para los que hemos estudiado física...es Richard Feymann, profesor a distancia para muchos gracias a su maravillosa serie de libros “Lectures in Physics”, y ganador del premio novel en 1965 por sus contribuciones al desarrollo de la electrodinámica cuántica. Es interesante que el nudo de la película se centre en una conversación con un famoso y muy reconocido científico…Albert Einstein. Einstein no era partidario de la teoría cuántica, de ahí su famosísima frase “Dios no juega a los dados”. Él creía que el universo fue creado de manera perfecta y que cuando uno recurre a la estadística, la probabilidad, es porque se tiene un conocimiento imperfecto de las cosas.
El gato de Schrödinger es una de las paradojas más conocidas de la física cuántica. Es un experimento imaginario que consiste en una caja opaca cerrada que contiene un gato, una ampolla de cianuro y un dispositivo que contiene una partícula radiactiva con el 50% de probabilidades de desintegrarse. Si esto ocurriese, la partícula desintegrada provocaría que la ampolla se rompiese, el veneno se liberase y el gato muriera. La probabilidad de que el gato esté vivo o muerto es del 50% en ambos casos y la única forma de averiguar qué ha ocurrido es abriendo la caja. Schrödinger afirmaba que, hasta el momento en que la caja se abriese, el gato estaría “vivo y muerto al mismo tiempo”. Es decir, según la teoría, el gato está vivo y muerto al mismo tiempo, en un estado de superposición cuántica, hasta que se abre la caja y se realiza una medición para determinar su estado. Es interesante ver cómo Nolan materializa el experimento, utilizando una manzana en lugar del dispositivo radiactivo, y remplazando al gato por el mismísimo Niels Bohr. Es difícil imaginar qué hubiera ocurrido si, al realizar la medición, el “gato de Nolan” se encontraba muerto. Sólo Dios lo sabe…y seguramente hubiera tardado muchísimo más tiempo en empezar a jugar a los dados.
Los físicos en el cine
Al igual que Ernesto, Krzysztof Zanussi estudió Física antes de volcarse a una actividad artística…. en su caso el cine. Sus películas son provocadoras, no por sus imágenes sino por los diálogos profundos que contienen. Muchas de ellas están protagonizadas por profesores o estudiantes de física que confrontan su formación académica con dilemas existenciales y morales.
En La estructura de cristal (1969), su primera película de larga duración, dos físicos, antiguos colegas de facultad, discuten sobre su vocación profesional y filosofía de vida. En 1973 presenta el corto Hipótesis (protagonizado por un profesor universitario de física) y la película Iluminación, donde un joven estudiante de física cree que el análisis racional y científico puede resolverlo todo. En Imperativo (1982) un profesor de matemáticas quiere creer que hay algo más que la lógica que rige el mundo.
Es muy recomendable recorrer su vasta filmografía, que incluye otras muy buenas películas como Camuflaje (1977), Espiral (1978), El factor constante (1980), La vida, una enfermedad mortal de transmisión sexual (2000), Suplemento (2002), El sol negro (2007), Eter (2018). Todas de una enorme carga existencial. Yo, en particular, impaciente por ver su última realización Liczba doskonala (2022), traducido al español “El número perfecto”, protagonizada nuevamente por un físico-matemático.
Gracias MUBI por tener varias de sus películas en cartelera.
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