EL PODER EN TIEMPOS DE DELIRIO

Arrancó una serie muy esperada: El Régimen (The Regime) y se puede ver por HBO.
Vimos el primer capítulo y nos encantó.
¿Por qué? En primer lugar porque rompe el molde respecto a superproducciones, estrellas del cine y temática.
La parodia tan explícita no ha sido tan común en formatos con actrices o actores que no vinieran expresamente del mundo del humor, la crítica social o el absurdo. El caso parecido (aunque en películas) es el de Borat, en donde su actor Sacha Baron Cohen es mundialmente reconocido justamente por su humor sarcástico, cáustico e hiriente.

Pero ver a Kate Winslet (Titanic, Criaturas Celestiales, La Lectora y muchas, muchas más) en un papel en donde todo está al borde del “no te puedo creer” es algo fresco y novedoso.
Ella es “La Canciller” Elena Vernham, una ex médica que ha tomado el poder destronando al Canciller anterior.

TRAMA, TRAMA, PARA QUE TE QUIERO
¿Y, de qué se trata?
Pues bien, en un país autocrático de Europa Central, una histriónica, auto centrada y casi desquiciada Canciller gobierna su país con más capricho que lógica.
Pero eso no es una casualidad ni un emergente lateral sino que todo a su alrededor confluye en situaciones tan absurdas que solo queda pensar que es el modus operandi de la cultura local, o puesto en otros términos, de la idiosincrasia de ese extraño país.

Así podemos ver que no es solo ella quien está al borde de lo irracionalmente poco pragmático (e irritante) sino que absolutamente todos viven en ese mundo paralelo en lo que podríamos llamar “realismo mágico centroeuropeo”, parafraseando a García Márquez y extendiendo la metáfora a otro continente.

Porque el circo que implica esta puesta en escena es tan increíble y creíble a la vez, que se nos hace familiar a quienes conocemos los surrealistas escenarios de la política latinoamericana.
Pero al parecer, esto no es un monopolio vernáculo sino que estas naciones, en apariencia tan diferentes, comparten con nosotros cierto gusto por lo arbitrario e inverosímil.
Es una serie claro, una ficción. Pero recordemos que para muchos habitantes del llamado “primer mundo” nuestra realidad latinoamericana, suena también pura imaginación, algo tirado de los pelos…
EL RÉGIMEN DEL ABSURDO
Tenemos entonces a un gobierno de dudosa legitimidad, con una Canciller excéntrica y también de dudosa moral junto a un cuerpo de asesores con dudosas intenciones que se ven envueltos en circunstancias que, como mínimo se podría calificar de sospechosas.
Porque la trama nos dice que el país es rico en cobalto, un mineral que cotiza alto y que representantes de los Estados Unidos estarían dispuestos a comprar siempre y cuando el arreglo se atenga a sus condiciones (que también son dudosas).
Pero todos están son un poco borderline y cada cual tiene sus propios intereses.
Tenemos por un lado a la ministra de Finanzas Susan Goin (Pippa Haywood), que parece más interesada en que se haga el trato que en el beneficio del país.

El palacio esta regenteado por Agnes (Andrea Riseborough) y no sabemos cuáles son sus intenciones reales.

Danny Webb es Mr. Laskin como el jefe de seguridad interior

Henry Goodman es Mr. Singer como un ministro influyente… y conspirador.

Martha Plimpton es Judith Holt, la representante del gobierno americano, encargada de velar por los intereses norteamericanos y Hugh Grant es Edward Keplinger, el canciller destronado.


Comienza con una noticia de periodismo político: un grupo de militares ha reprimido con dureza a unos mineros que se manifestaban por sus derechos en la llamada Zona 5. Y no solo los reprimieron, sino que mataron a varios sin compasión. Esto ha hecho que los medios internacionales se alzaran en protesta pero no impide que las negociaciones por el cobalto continúen.
Es justamente de esa Zona 5, que llega al palacio (porque el gobierno tiene su sede en un verdadero palacio al estilo de Versalles), un cabo de nombre Herbert Zubak interpretado en forma muy divertida y seria a la vez por Matthias Shoenaerts.


Su llegada no es honrosa, sino todo lo contrario, lo reciben con el mote de: carnicero. Ha sido responsable -al menos en parte- de la masacre ocurrida y por alguna extraña razón, Elena, la Canciller, ha querido que este infame militar, este a su servicio.
¿Para qué exactamente? Uno podría pensar que por seguridad, o cuestiones de táctica, pero no.
Lo han llamado más por su falta de criterio y luces que por algún logro.
Y necesitan a alguien para medir la humedad ambiental con un aparatito, siempre caminando por delante de ella.

Es que Elena sufre (o cree sufrir, no lo sabemos) un problema hereditario de salud que hace que los hongos ambientales, bacterias y demás seres microscópicos ataquen de forma directa a su salud, y ella, como casi toda líder es paranoica e hipocondríaca.
Para ello ha llegado Zubak al lugar y como no parece tener ni ambiciones ni dignidad alguna, simplemente hace lo que le piden, no contesta los insultos ni las indirectas (hasta parece que no las entendiera) y acata a rajatabla las instrucciones dadas. Es un soldado y punto.
Pero Elena le encuentra un raro valor para su propio uso. Por empezar (recordemos que su estado mental es al menos raro) ella le dice que lo ve en sus sueños y da por hecho que es mutuo. En segundo lugar, logra que el cabo de alguna manera se vuelva su acólito más feroz. Lo trata bien mientras lo insulta, le dice que confía solo en él y al rato lo abofetea. ¿Lo enamora? De alguna forma. Aunque aún no sabemos hacia dónde va esto. Simplemente se establece una corriente de mutuo cuidado que hace que los demás comiencen a verlo aún peor que cuando llegó.
Mientras tanto también está su marido Nicholas Vernham (Guillaume Gallienne): un francés un tanto acomodaticio y con poca testosterona, que tanto la contiene como la estorba.

Su función de aceitar los vínculos con las prensa internacional parece que funciona más bien a medias ya que cuando le consultan sobre la masacre de la Zona 5, parece más interesado en promocionar un libro de poesías…
Luego lo vemos tocar en una banda de música que acompaña a la Canciller que arranca su discurso cantando (muy mal) mientras la presentan como una diva que desentona pero igual recibe aplausos. Al mejor estilo de Florence Foster Jenkins con Meryl Streep, que ha dirigido el mismo director. Y ella sonríe y el público acompaña en una loca relación de poder.
Kate Winslet arrasa con el personaje y a los pocos segundos ya nos creemos todo. Su espacio actoral es tan único y está plenamente habitado por ella que uno no puede imaginarse a ninguna otra persona en su lugar.

Hace que nos preguntemos:
¿Está loca?
¿Juega al ajedrez psicológico con la gente?
¿Está sedienta de poder o simplemente lo ejerce con sus limitaciones?
¿Acaso ella es consciente de lo que pasa o solo se limita a existir en una forma casi nihilista?
El tiempo nos dirá como sigue esto, pero por el momento dan ganas de seguir viendo hacia donde nos conduce esta historia. Porque si hay algo que contiene a pleno, es originalidad.
El director y creador Stephen Frears, nos lleva con mucha magia por los vericuetos del alma de los personajes que van entretejiendo una trama que aún está por desovillarse. Y no podemos cerrar esta nota sin hacer hincapié en su trabajo.
Ha dirigido El Rey Perdido, Alta Fidelidad, Florence Foster Jenkins, La Reina, Negocios Ocultos, Amistades Peligrosas y muchas más entre películas y series. Le gusta el absurdo y no tiene miedo en ir a los límites de la credibilidad y en general a través de los textos y las actuaciones y ha ganado casi todos los premios existentes.
El Régimen es una muy divertida, enormemente irritante y sagazmente crítica serie que vale la pena ver en estos tiempos de locura mundial general.

Para concluir con una frase de Oscar Wilde: Es absurdo dividir a la gente en buena y mala. La gente es tan solo encantadora o aburrida.
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