¿Qué puede llegar a pasar cuando los destinos de seis jóvenes se unen para contar la película mas impredecible? En un pequeñísimo pueblo, en donde los adolescentes no tienen más posibilidades que trabajar en una mina, en donde sucede lo mismo generación tras generación, en donde los mineros son los “Hombres”, un grupo de chicos está destinado a romper el molde.
La película cuenta como un pequeño acto del destino, aparentemente efímero, se vuelve una imparable bola de nieve que arrastra con la rutina, con el miedo, con la desesperanza; pero también con la inocencia.
Dick (Jamie Bell) es un joven habitante de Electric Park de Estherslope, que solo tiene a su padre, un hombre que solo entra y sale de una mina y que cuya presencia se acaba rápido; y a Clarabelle, la mucama que se ocupa de él como su fallecida madre lo haría. Dick es apático, antisocial y se salvó de trabajar en la mina con su padre gracias a Clarabelle, quien parece ser la única que lo ve en el mundo. Y Wendy es… un arma de 6.65 mms. El acercamiento entre Dick y Wendy es la mecha que enciende la historia, y la forma en la que “se conocen” es un tropiezo más que impensado. Ellos junto a Susan, una joven solitaria del lugar; Huey y Freddie, dos hermanos conocidos; Steve, compañero de trabajo en un empleo que Dick encuentra en un mercado, y cuyo rol es fundamental; y junto a Sebastian, nieto de Clarabelle, chico problemático (custodiado por la ley representada por el comisario Krugsby, interpretado por Bill Pullman), fundan un club secreto como refugio de la situación en la que la vida les impone en ese lugar sin salida. Mientras mas tiempo pasan juntos, se van alejando de sus autopercepciones, dejan de ser “los perdedores” y para ser Los Dundies. Pasan de no encontrar su lugar en el mundo, a tener su propio Templo.
Con un comportamiento inmaduro y algo absurdo, ellos sienten con intensidad, dan la seriedad merecida al asunto que los atrae, y dan un ejemplo de camaradería y respeto aunando sus intereses en no formar parte de la mayoría de quienes parecen ser los únicos dignos merecedores de respeto, por trabajar en la mina del pueblo. Ellos se resisten y logran superar el rol de marginados, luchando de una manera muy particular contra sus propias inseguridades personales y colectivas, inmersos en un lugar falto de alternativas. Las circunstancias irónicas reflejan la inteligencia, sus concepciones sobre la paz y la violencia, y la astucia para sorpresa de quienes los subestiman.
A este film se lo puede reflexionar de principio a fin, es una película completísima. Manifiesta e indaga cuestiones sociales, bélicas y morales, incluyendo animaciones que personifican a las armas o representaciones gráficas, como el mapa del pueblo, (que pudo haber sido levemente inspirado por la puesta en escena de “Dogville”, dirigida por quien escribió Dear Wendy).
Una hermosa banda de sonido que endulza a través de The Zombies, grupo musical que descubre Dick junto a Wendy en la historia, enternece y da más color a toda la estética que porta el guión y nos lleva a ese pueblo luminoso pero solitario, cerrado, y olvidado por la modernización, pero con lo necesario para sostener una sociedad de su talla.
Esta producción del 2005, es limitada en cuanto al presupuesto, pero también sabemos que Lars Von Trier (Antochrist, Melancholia, Ninphomaniac) y Thomas Vinterberg (ganador del Oscar a mejor director en 2021 gracias a “Druk”, que también se llevó su Oscar a mejor película extranjera el mismo año) fueron los principales fundadores del Dogma 95, el que conllevaba ciertas restricciones que sumadas, entre otras cosas, reducían costos (aunque no era este el objetivo del Dogma).
Dear Wendy es una oda a la adolescencia pueblerina doliendo como nunca nada, abriéndose paso a la madurez de la manera más trágica y cruel. Sus personajes son los disparadores que la sociedad de Electric Park de Estherslope lanza al destino, y la manera en que se van transformando a lo largo de la película y es maravillosa. Demuestra que un cine sencillo puede ser más que profundo.
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