Una vez, un gran productor de mi país y amigo como es el gran Enrique López Lavigne me dijo: “El western y el musical son los dos géneros más cinematográficos que existen”. ¡Qué razón tenía! Y es que después de proyecciones tan maravillosas como la que viví ayer en el Cine Doré con motivo de la retrospectiva de Vincente Minnelli, uno no puede dejar de estar perdidamente enamorado de los musicales. Todo el estilo y belleza del cine de Minnelli se condensa en esta maravilla llamada Un americano en París (1951).

Protagonizada por Gene Kelly, la película narra la historia de un joven pintor americano que intenta labrarse un nombre como artista en la París de mediados del siglo XX. Siguiendo el tipo de musical clásico propio de la Metro-Goldwyn-Mayer, Un americano en París (1951) se ha convertido en un clásico imperecedero que sigue cautivándonos después de más de sesenta años desde su estreno. Y es que la magia, el esplendor de aquel Hollywood de la Edad de Oro, se llega a vislumbrar en películas del calibre de esta. La capacidad imaginativa en esta más que entrañable historia de amor, es de una proeza increíble en la que Minnelli consigue hacer parecer fácil lo difícil.
Pese a conseguir llevarnos al corazón de París, lo cierto es que la película se rodó íntegramente en los estudios de MGM, a pesar de que en un primer momento tanto Minnelli como Gene Kelly quisieron rodarla en la capital francesa, pero los costes de la producción eran demasiado elevados. No obstante, esa limitación hizo que el diseño de producción resultara tan imaginativo, haciendo que la película adoptase un tono fantasioso y onírico. En el soñar despierto que resulta ser el séptimo arte Un americano en París (1951) es la octava maravilla, que consigue que no dejes de sonreír durante todo su metraje.
Toca recordar que Un americano en París (1951) se llevó seis Oscars (incluyendo el de Mejor Película). De igual manera, compitió por La Palma de Oro aquel año, aunque no llegó a alzarse con ella. Esta protagonizada por Gene Kelly, Leslie Caron, Georges Guétary, Oscar Levant o por Nina Foch, entre muchos otros. Para los que deseen verla, ya sea por primera o por la milésima vez, la tenéis disponible en Filmin en España. Desconozco dónde está en LATAM, pero si alguien lo sabe le agradecería enormemente que lo dejara en la caja de los comentarios.
Paris, capital del mundo
Durante mucho tiempo, París fue en gran centro neurálgico del arte en el mundo. Ese fulgor, lo vemos en Un americano en París (1951), que enseguida nos cautiva por su excelente puesta escena. El tecnicolor pocas veces ha lucido tan bien como en esta cinta, que cuenta con esa viveza tan propia de Minnelli, en lo que casi era un sello de identidad.
La historia fue escrita por Alan Jay Lerner, en otra historia en la que el lugar de pertenencia juega un papel esencial en el relato de Minnelli; véase Cita en San Luis (1944) o Como un torrente (1958), por nombrar a algunas. Bien es cierto que aquí desechó todo ápice melodramático, haciendo de ella un canto a la vida. Los personajes pasan por infortunios, sufren por amor y se ven perdidos, pero siempre consiguen reencontrarse con la belleza que les rodea. Porque no podía ser de otra manera esta película, en la que la capacidad de soñar a lo grande es por así decirlo su gran desafío; es decir, triunfar a lo grande, enamorarse a lo grande…

Formalmente es grandiosa, en la película donde Minnelli exprime y condensa al máximo su estilo como cineasta. La belleza con la que mueve la cámara y dónde la pone, a la vez que consigue confeccionar como pocos una puesta en escena milimétricamente estudiada, haciendo que este musical en particular luciese increíble.
Nació una estrella
Gene Kelly ya era una gran estrella a la hora de hacer esta película, el cual está en uno de sus papeles más memorables, dejando constancia de que junto a Fred Astaire, fue y sigue siendo el mejor actor de musical de la historia del cine. Pero no era el caso de Leslie Caron, dado a que fue uno de sus primeros papeles en el cine, en la que deslumbró por completo en el papel de Lise Bouvier. Más allá de su increíble belleza, demostró ser una bailarina y actriz que podía bailar al son de Gene Kelly, asumiendo parte del peso dramático; con el reto que eso conllevaba, en una de esas películas del Hollywood clásico tildadas de “Bigger than life”.

Pero la película también luce grandes secundarios, como Oscar Levant, Nina Foch o Georges Guétary. De hecho, Levant protagoniza uno de los momentos más icónicos de la película en la que vemos como su personaje tiene una especie de ensoñación; escena que es un homenaje a El gran espectáculo (1921) de Buster Keaton.
Una oda a la belleza
Si algo es Un americano en París (1951) es una oda a la belleza en forma de musical. Una oda a la belleza imaginada, lo cual si te pones a pensar no hay nada más cinematográfico que eso. Por eso el cinismo y lo melodramático de su cine queda totalmente fuera de lugar en este musical, en el que se permite recrearse en aquellas ensoñaciones que solo el cine como arte es capaz de aproximarse.

La secuencia final es el culmen de ello; la cual se tardó 30 días en rodar. El asombro que desprende esta secuencia, yendo desde el uso que hace de esos colores vivos (sobre todo cuando los expone a contra luz como si Kelly y Caron se transformasen en formas etéreas) hasta los números musicales confeccionados por Gene Kelly, hacen de ella una de las grandes cotas del cine clásico. El uso del montaje también es increíble, que incide en ese planteamiento imaginativo del personaje de Kelly, que desde un boceto de un dibujo construye una sucesión de imágenes esplendorosas junto a su amada.
Todo lo que desemboca de esa rosa que recoge Gene Kelly del suelo, la infinidad de caminos que se abren paso tras de sí, todo teniendo a la imagen y al sonido como los grandes propulsores de la emoción, es en sí mismo un milagro del cine. Ese fundido de la rosa con un primerísimo primer plano de Kelly es de una hermosura increíble, y créenme que lo he visto en infinidad de ocasiones y me sigue cautivando como la primera vez que lo vi siendo un crío.
Conclusión:
Un americano en París (1951) es uno de los grandes hitos del Hollywood clásico y uno de los mejores musicales de la historia del cine. Su diseño de producción, su puesta en escena y la imaginativa mirada de Minnelli la convierten en uno de esos clásicos que perdurarán en el tiempo, y que no ha perdido el esplendor y asombro ni lo más mínimo. Minnelli condensa todo su estilo en este musical, con un Gene Kelly que constata el mito de Hollywood que siempre será, y con una Leslie Caron fascinante en la que, lo creamos o no, apenas era uno de sus primeros papeles.
Pero, como pasa con las grandes películas, da igual lo que uno intente decir de ellas, siempre uno se verá incapacitado a poder estar a la altura de lo que supone la experiencia cinematográfica. Por eso hay que ver mucho cine, por eso hay que ver Un americano en París (1951).
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