Muerte en Buenos Aires: el homme fatale argentino

Muerte en Buenos Aires (2014) es una película envuelta en varios misterios y controversias: su costo de producción fue extremadamente alto e inexplicable (de USD 25 millones, lo cual es 4-5 veces más del costo habitual de las producciones cinematográficas argentinas de esa época); la dirigió Natalia Meta, una directora debutante misteriosa; hicieron una campaña publicitaria sin precedentes para el estreno en Argentina y recibió opiniones polarizadas. Los críticos a los que les encantó dijeron que "este mundo es tan oscuro como colorido y Meta le da vida con ingenio afilado y humor negro". Por el contrario, los críticos a los que no les gustó dijeron que "la película tiene que ver solo con el dinero y el entusiasmo y no tiene nada parecido a una creación artística ni tiene una capacidad real".

Pase lo que pase, es una de mis películas favoritas. Me gusta cómo los personajes y sus relaciones bailan un tango con la Muerte en la película, el homme fatale latinoamericano y la sensación general de impotencia de la gente moderna que se refleja en la historia.

Esta es una típica "novela policíaca" que también incorpora elementos del cine noir y tiene lugar en un escenario sudamericano. La historia está ambientada en Buenos Aires, en la década de los ochenta y esto es algo digno de atención. Muestra un mundo en el que no hay celulares, Internet, ni otras formas similares de vigilancia electrónica. En lugar de eso, es un mundo retro y nostálgico formado por luces de neón, discos, equitación y pinturas al óleo. Sin embargo, la Argentina de la década del ochenta acababa de regresar a la democracia de la dictadura militar anterior. Muchos detalles de la película hacen alusión a las sombras persistentes de la "guerra sucia": la popular discoteca gay clandestina, el jefe de policía que se droga en la oficina, y el juez que llega a la escena del asesinato con la familia de la víctima. Parece que todos tienen un lado oscuro y, juntos, forman el lado oscuro de este país, simbolizado por los apagones intermitentes de la ciudad y el insomnio en la película.

Relaciones peligrosas

La directora Meta dijo una vez: "si Secreto en la montaña hubiera pasado en Buenos Aires, ocurriría entre policías". La película trata sobre una relación peligrosa entre dos policías, un tango de la muerte entre un "tipo duro" que es detective y un homme fatale.

La apertura es alucinante. En un primer plano, Gómez, un hombre atractivo con uniforme de policía mira a la cámara con aire burlón. En la próxima toma panorámica, vemos a un hombre de mediana edad que yace en un charco de sangre, en una cama detrás de él, antes de que el hombre atractivo comience a comer chicle, tomar, escuchar discos y fumar con indiferencia. Es una apertura polémica para todo lo que se revela en el primer acto. Aun así, creo que es cómica y emocionante porque el mayor elemento de suspenso de la película ya no tiene que ver con descubrir al asesino, sino de entender la relación entre los dos protagonistas.

Después, aparece el inspector competente de mediana edad llamado Chávez. Como dice la frase promocional del póster: "Nada es lo que parece". A primera vista, este inspector es el protagonista, ya que es el líder de la investigación y la película comienza con su punto de vista. La historia y las relaciones entre los personajes también giran en torno a él: su hijo tiene insomnio, su padre también es policía, y la suboficial sexy, Dolores, actúa como su anzuelo a la hora de resolver crímenes. Pero, ahora, como el fallecido magnate argentino Copito y el sospechoso son homosexuales, el inspector le presenta a su equipo al joven oficial que aparece al principio de la película. Sin dudas, lo más destacado es la secuencia del "acecho" y la "captura", que nos recuerda a películas como Vértigo(1958)y Barrio Chino (1974). La única diferencia es que en estas dos películas hay una femme fatale, pero en Muerte en Buenos Aires, Chino Darín interpreta a un homme fatale. Su sonrisa angelical y rostro atractivo casi hicieron que el público creyera en su inocencia.

La trampa también puede describirse como la "verdadera historia de Buenos Aires". Durante el "acecho", seguimos a los personajes en los cafés, las galerías, los hipódromos y otros lugares, y vivimos el estilo de vida lujoso de un típico porteño durante el día. Pero, la noche es la que revela la verdad escondida detrás de esa fachada: la vemos en las discotecas de homosexuales, el narcotráfico, las autoridades policiales y los grupos delictivos que se convierten en compañeros cómplices, además del crimen y el asesinato en general. Hay muchas escenas nocturnas en la película y la iluminación y las sombras se logran utilizando el rojo y el azul, los mismos colores de las sirenas de los policías. Esta elección es satírica e interesante a la vez. El rojo representa al homme fatale Gómez, la homosexualidad y el deseo, mientras que el azul simboliza al inspector, la justicia y la muerte.

En la oscuridad de la noche, cuando el inspector descubre la verdad, aparece una escena conmovedora: en la profundidad de la noche en Buenos Aires, los caballos corren salvajes por las calles vacías, los helicópteros patrullan el cielo y al sospechoso inocente lo balean mientras escapa a caballo. Las sospechas del inspector sobre Gómez se intensifican, como el deseo de Chávez hacia él. En el cine noir, el peligro siempre es el catalizador del amor.

Muerte en Buenos Aires

Buenos Aires, en la película, es una ciudad encantadora y moderna, aunque llena de conspiraciones. Las galerías de arte son lugares donde los ladrones de arte están activos, la plaza San Martín es donde la gente inocente se muere, y las granjas de caballos es donde se esconden las drogas. A orillas del Río de la Plata es donde el protagonista da su último suspiro.

En la película, los caballos son un elemento visual importante. Los caballos en las pinturas al óleo, los caballos en el hipódromo, los establos de la víctima, los caballos por las calles a altas horas de la noche. El caballo no solo representa la vida lujosa de un porteño, sino que también representa a los gauchos marginados y pobres. Es tanto un símbolo de la civilización europea, como también de la naturaleza salvaje de los gauchos. En el continente americano, no había caballos originalmente, sino que los colonizadores los trajeron desde Europa. Como resultado, la vasta llanura de Argentina, las pampas, se convirtieron en una pastura grande y allí vivieron los pastores mestizos, es decir, los gauchos. En la película, iban a llevar a los caballos de regreso a Europa como parte de un plan de narcotráfico. Por lo tanto, la aparición recurrente de los caballos y asesinatos expone el alma del gaucho bajo la autorreflexión moderna europea de Argentina y el barbarismo debajo de la fachada de la civilización.

El homme fatale argentino

Foto de El ángel

Además de Muerte en Buenos Aires, hay varias otras películas que también muestran una figura similar del homme fatale, como Plata Quemada (2000), El ángel (2018) y Tesis sobre un homicidio (2013). Al igual que la femme fatale del cine noir, el homme fatale es tanto el objeto del deseo como el sujeto que controla el destino del protagonista, mientras que incorpora de forma exitosa al protagonista en la construcción de su propio deseo sexual. La diferencia entre los dos es que, a diferencia del final trágico de la femme fatale, el homme fatale siempre sale con la suya; la femme fatale se encuentra atrapada en el sentimentalismo y en enredos románticos, pero al homme fatale le importa poco su propia existencia y es indiferente al crimen y la moral; la femme fatale se opone al juego del poder y a la discriminación de género, mientras que el homme fatale lucha contra la discriminación homosexual, de clase y étnica.

Inicialmente, en el guion de Muerte en Buenos Aires el homme fatale era un uruguayo que había crecido en un campo pobre y vivía en un barrio humilde, era una persona vulgar e inculta. El libro "Mitomanías Argentinas" menciona que, en el imaginario argentino, los uruguayos se consideran como "una alteridad pasible de ser indigenizada o ennegrecida". Al final de la película, vemos a Gómez galopando a caballo con ropa de polo y así es cómo se transforma en un porteño. Se puede decir que el homme fatale de las películas argentinas es el "Facundo" contemporáneo: una dicotomía entre los criminales y los héroes, el campo y la ciudad, la civilización y la barbarie. El crimen es el método rápido que se usa para salvar esta brecha. El crimen puede hacer que la realidad encaje con la imaginación, los criminales pueden convertirse en héroes y los crímenes pueden convertirse en leyendas. Convertir los crímenes legendarios en ventas de taquilla legendarias es una de las estrategias creativas en la creación de las películas argentinas contemporáneas.

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