
¿Cómo una película tan extraña pudo ser realizada? ¿por qué, varios años después de su estreno comienza a ser considerada por los espectadores? ¿De dónde viene su encanto? Estas son algunas de las tantas preguntas que el realizador Néstor Frenkel pone en evidencia en Después de un buen día, documental recientemente estrenado que aborda las particularidades alrededor de la película argentina Un buen día (2010), dirigida por Nicolás del Boca. Muchos -quizás demasiados- condimentos la hacen especial, por lo cual vale tomarse el tiempo para pensar en ella y explorar su absurdo.
una mirada amorosa hacia lo nimio

Néstor Frenkel (1976, Buenos Aires) es un director que constantemente nos invita a detenernos en pequeños mundos, extraños, nimios y fascinantes, mundos que están al alcance de nuestras manos y que acaso no hemos registrado jamás. Comenzó en un principio trabajando en el ámbito del sonido en películas como Silvia Prieto (1999) de Martín Rejtman. Su vasta obra da cuenta de un estilo marcado, de una sensibilidad que se traduce a través de la pantalla con mucha facilidad. Engrandece lo chiquito y deja lucir una amorosidad inusitada en aquello que tiene brillo propio. Los ejemplos son muchos, cabe detenernos unos instantes en algunos de sus títulos para intentar comprender a dónde se dirige su mirada amable. Algunas de sus obras se sitúan en acontecimientos producidos en la provincia de Entre Ríos, aunque él no provenga de allí, como por ejemplo Construcción de una ciudad (2008) que refiere al despojo que han sufrido los pueblerinos de Federación al construirse una represa que conectara Argentina con Uruguay en los años setenta. Ello obligó a los ciudadanos a tener que trasladarse y rehacer sus hogares en un territorio diferente, ajeno. Cada uno cuenta qué recuerda de esa “Federación” anterior y qué tesoros se llevó de allí, aunque sea un pedazo de azulejo o baldosa de la vereda. A partir de allí conocemos a un personaje más que curioso, Jorge Mario, quien sería protagonista de Amateur (2011), otro de sus documentales. Este hombre, cinéfilo empedernido, nos cuenta de sus pequeñas producciones audiovisuales y su incursión en el western, con la realización de obras que tienen a como estrella principal, un cowboy digno de cualquier película de Hollywood. Cintas filmadas en Super 8 y una lista interminable de más de 12.000 películas visionadas por este curioso hombre al momento de la realización de Amateur, dan cuenta de lo fascinante que puede ser la vida de Jorge Mario, pero bien podría ser la vida de cualquier otro ciudadano de este país. Ese encanto que se dirige hacia un brillo oculto es lo que distingue a Frenkel y que lo ha llevado, recientemente, a realizar una película sobre el artista Federico Manuel Peralta Ramos. Un excéntrico e incomprendido que revive a partir de archivos en El Coso (2022). Allí aprendemos un poco más sobre la vida de este extraño hombre cuya familia casi aristócrata generó una marca tan grande en su apellido que su destino fue borrar esas huellas constantemente, convirtiéndose en un outsider, un desafiante de las normas pero, por sobre todo, un amante de la vida. Todo ello nos da algunas pistas respecto al por qué de la elección de Un buen día (2010) como objeto para un nuevo documental.
Desastre anticipado
Aunque la película se haya finalizado y tuvo su estreno comercial, en cierto punto se presenta como un proyecto fallido. La intención era hacer una buena película, el compromiso de todos los participantes era absoluto y la seriedad estaba puesta en juego. Lo que se ve luego en pantalla es un cúmulo de diálogos bizarros y actuaciones desencajadas. Lo que debiera perturbar o preocupar, da risa, vergüenza ajena e incomodidad. Aunque en las obras teatrales la tragedia y la comedia están íntimamente ligadas y se desprenden una de otra, en el cine las convenciones son un poco más diferentes, acaso más situadas y delimitadas. No se espera que aquello que se proyecta como algo cómico luego provoque terror, y viceversa, aunque, claro está, la interpretación y las sensaciones de cada espectador siempre se ponen en juego en cada experiencia visual. Sin embargo, este no es el caso, ya que todos aquellos que hemos visto Un Buen Día, podríamos decir más o menos lo mismo. Es bizarra, forzada, sobreactuada, con giros argumentales propios de una telenovela de 90 capítulos, y quizás allí reside su falla. Detrás de esta película hay sujetos que jamás habían hecho cine pero sí producciones audiovisuales en formato más pequeño, es decir, telenovelas argentinas. Las más exitosas, las más esperadas, ellas eran guionadas por Enrique Torres y dirigidas por Nicolás Del Boca, luego yerno y suegro. En los 80s y en los 90s Torres logró una popularidad con sus tiras de ficción que no se había consumado anteriormente. En su mayoría eran protagonizadas por una joven Andrea del Boca -protegida de su padre-, quien luego fuera la cuñada de Torres. Un negocio entre familia, diríamos. Entre inventos y reescrituras de producciones televisivas, en 2009 aparece una pequeña idea, filmar una película. Para ellos, que no habían incursionado en la pantalla grande, era un desafío de gran entusiasmo, y rápidamente pusieron a andar todos los engranajes que se precisaban. La idea era contar una historia sobre dos argentinos que viven en Estados Unidos que un día, azarosamente, cruzan caminos. Pasan todo un día juntos, un día que parece una eternidad, se enamoran, se pelean, se separan, todo en unas cuantas pocas horas. Él quiere escribir un guión para una película, su gran sueño, hasta que aparece ella, una abogada arrepentida, a cuestionar sus intenciones. Se relatan sus desamores, investigan sobre los conceptos que tienen de la vida cotidiana, hasta que aparece el drama más crudo, el nudo de la historia, con una velocidad que no acostumbran las producciones audiovisuales. Claro, quien viene de la velocidad de la televisión debe intentar traducir esa cantidad de drama y acontecimientos vitales de los personajes en apenas 90 minutos. Esa traducción salió tan fallida como se podría haber esperado. Para protagonizar esta cinta, buscaron dos actores argentinos que efectivamente estuvieran viviendo en Estados Unidos. Allí se encontraron con Anibal Silveyra, quien nunca había realizado películas aunque era uno de sus mayores sueños. En Argentina fue conocido por realizar obras musicales y de allí su extraño carisma, casi desencajado, que se evidencia en pantalla. Para personificar a la parte femenina, encontraron a Lucila Polak, quien en ese momento era pareja de Al Pacino, aunque tampoco había actuado, tanto es así que debieron doblarle la voz en post producción.

Renacer de las cenizas
Estos condimentos dan cuenta de un proyecto explosivo al que no le faltaron ganas y empeño, pero el resultado fue desastroso, generando un fracaso a nivel económico y emocional para todos los que fueron parte. Cómo ello no iba a cautivar la mirada de Frenkel, que se detiene en lo que no se ve a simple vista. Sin embargo, algunos antes que este director prestaron atención a esta película, encontrando allí una fascinación inusitada y un espacio de encuentros colectivos a partir de ella. Una serie de jóvenes que, años después de su estreno, comenzaron a resignificar Un Buen Día, dotándola de memes, buscando explicaciones ocultas a inconsistencias narrativas, armando proyecciones mensuales para ampliar la cantidad de adeptos y, principalmente, generando comunidad. Frenkel también busca a estas personas para ubicar allí cuál fue el destello que los ligó a esta película tan atípica. Los sigue en esos recorridos realizados con inventiva para darle la vitalidad que tal obra merece -en los ojos de ellos-. Nos hace pensar que, entonces, hay muchos otros que miran hacia donde nadie mira, que encuentran tesoros allí donde otros ven polvo y mediocridad. Nos invita a reconocer que hay algo en el cine más allá de las imágenes en movimiento, entendiendo que es un motivo de encuentro, por encima de todo. Un motivo de emoción, de risas, de conmoción vivida en comunidad, lo cual hace siempre todo más valioso. A partir de su curiosidad y su fascinación, lograron, acaso sin proponérselo, reivindicar un proyecto que en su momento también implicó toda esta movilización de emocionalidad por parte de sus participantes. Hoy relatan algunos cómo viven este fenómeno de renacimiento de una película que ya tiene 14 años encima.
Entre emociones y lágrimas, Enrique Torres, su guionista, transmite su alegría y el fuego encendido a partir de una mirada jovial de un pequeño grupo de fans, que poco a poco fue ampliándose. Anticipa, en el cierre del documental con Frenkel, ese gran impulso que significó esta arenga, planeando una película nueva más de una década después. Al fin y al cabo, hay tiempo para todo, el tiempo es todo el tiempo.
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