Es una película sobre un joven introvertido que ingresa a la escuela secundaria por primera vez, tratando de hacer amigos, y termina conociendo a este grupo de jóvenes que le enseñan un camino a seguir... le presentan, supongo, las cosas que se había perdido, que nunca había visto, de camino a la madurez.
Logan Lerman

Para todos aquellos que tienen la suficiente edad para reconocer que ya no son adolescentes, que superaron sus inseguridades o sobrepasaron ese momento que tanto los hirió, esta historia tiene lo que reconocería como una visita a esos problemas que ahora sentimos lejanos. Una fotografía forjada a mano de una parte crucial de nuestras vidas.
En la mirada del protagonista
The Perks of Being a Wallflower abre una ventana al mundo de un chico introvertido al comienzo de la preparatoria, alienado de sus compañeros, en busca de una manera de encajar, de encontrar su camino con todo lo que eso implica. Desde el comienzo, podemos apreciar esta narrativa que se vive a través de los ojos del protagonista, sus palabras al escribir para un extraño que no conocemos, la construcción de la historia fijada solo en su figura y sus propias conjeturas de lo que piensan o sienten los demás.
La historia nos lleva por lugares conocidos por todos nosotros: un viaje en coche con amigos, una fiesta llena de adolescentes y sustancias ilícitas, enamorarse o sentir que encontraste algo especial. Lo mágico de la vida son esas primeras impresiones de momentos importantes que en esta película son traídos a la vida con la ayuda de luces cálidas, decorados hogareños y una fotografía en grano que nos transporta, junto a la música, a un momento del pasado.
Charlie funciona porque crea una dinámica de autodescubrimiento que te acompaña; empatizas con su situación, desde sus aspiraciones como escritor, su deseo de pertenecer y la necesidad de conectar con los demás. Tanto Patrick como Sam son los que potencian estos deseos, les dan forma y se materializan en vivencias, en recuerdos preciados que influyen en el protagonista como persona.
Las pieles de un adolescente
La actuación de Logan Lerman como un chico inseguro y retraído es probablemente de las cosas más memorables; su actuación luce en los momentos con gran carga emocional, pero también cuando comparte junto al resto del elenco escenas donde claramente su personaje se ve fuera de lugar, alguien que siente mucho, pero expresa poco, hasta que eso explota en una avalancha de emociones contenidas. Además, no podría dejar de lado al personaje de Sam, interpretado por Emma Watson, que desarrolla a una chica divertida y elocuente que en el interior se siente juzgada por la manera en que ha vivido sus relaciones; o a Patrick, al que le da vida Ezra Miller, y que, al ser homosexual en una época donde mencionarlo era motivo de burlas y acoso, se convierte en esta especie de persona que oculta sus inseguridades a través de ocurrencias y bromas.

Disorder
El film usa muy bien sus recursos. La dirección de Stephen Chbosky apela a un realismo vivencial; la cámara en mano te sumerge en los entornos donde se desarrollan las escenas, el manejo del tiempo entre las secuencias musicales, pero sobre todo el énfasis en los acontecimientos que se dejan a la libre interpretación, les da a las secuencias un giro muy crudo. Al final, la recaída de Charlie es de las partes más duras y, a mi forma de ver, un acierto en la representación visual de una crisis mental: disociarse, la despersonalización, la culpa, el miedo contenido entre planos fijos y una angulación en picada como los de una cámara de seguridad, interpolados entre recuerdos y cortes rápidos. Mientras observas en primeros planos cómo se cae a pedazos, es triste.
Ver de nuevo The Perks of Being a Wallflower me llena de nostalgia; me hace recordar que alguna vez fui Charlie, pero también que desde hace mucho tiempo dejé de tener dieciséis.
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