¿Qué es el estilo?
Normalmente, cuando decimos que un director de cine tiene un estilo muy definido, nos estamos refiriendo a ciertas constantes que se repiten – y en el mejor de los casos evolucionan para derivar en algo más grande y complejo – a lo largo de la filmografía de este. Puede referirse a repeticiones temáticas (el amor, la violencia, la identidad…), a cuestiones estilísticas o narrativas (los planos secuencia, el montaje acelerado, el uso de determinados colores) o aspectos aparentemente fetichistas (las armas, las explosiones o incluso los pies femeninos…). A veces incluso existen creadores que intentan pasar desapercibidos intentando que su estilo sea completamente invisible, desapareciendo detrás de estupendas interpretaciones o un discurso sin grandes alardes pirotécnicos.
Por todo ello, resulta curioso que Richard Linklater haya dirigido una película como “Hitman”, donde el personaje principal – El Gary Johnson excepcionalmente interpretado por Glenn Powell – adquiere distintos roles para interpretar a asesinos a sueldo de los más variopintos. Y digo que resulta curioso, porque la carrera de Linklater bien podría ser un involuntario símil de este personaje.

El director americano que nos sorprendió a todos con la delicada trilogia de “Before sunrise”, se caracteriza (sobre todo en la primera parte de su carrera) por la experimentación. Sus cintas, exploraron la rotoscopia extrema (“A scanner Darkly”), las nuevas narrativas a través del video digital (“The tape”) o incluso la grabación de una película a través de las décadas (“Boyhood”).
Y sin embargo, su nombre no es el primero que te vendría a la cabeza si alguien te preguntase por los directores contemporáneos con mayor personalidad. La búsqueda de Linklater por experimentar a través de la forma, el soporte y los tiempos cinematográficos son un reflejo de su inquietud, y algo que realmente le honra como creador. Pero creo que juega en su contra a la hora de definirlo como un director con una personalidad identificable que trascienda a sus propias creaciones. Al contrario de otros directores coetáneos como Tarantino, P.T. Anderson o David Fincher, la carrera de Linklater se nos podría antojar como ligeramente caprichosa, picoteando aquí y allí, fruto de la curiosidad más que de una voz severa y decidida que lo coloque entre los cineastas más importantes de la última década.
Y si esto es “positivo” o “negativo”, bien podríamos intentar descrifrarlo a través de su última propuesta.

En “Hitman”, el simple y común profesor de filosofía Gary Johnson, se ve ascendido en su cargo de apoyo al departamento de policía de su ciudad. La baja por sanción de uno de sus compañeros (Mike Markoff), provoca que Gary sea contratado como gancho de personas que intentan cometer un asesinato, interpretando el rol de asesino a sueldo. Esto, despertará en Gary una cualidad antes insospechada: Sus increibles destrezas de transformación y elevación de su personalidad a terrenos que antes considerable inabordables. Terrenos, concretamente mucho más seductores, y que llaman la atención de Madison (Adria Arjona), una de sus hipotéticas clientas, a punto de encargar el asesinato de su marido.
La premisa es más que interesante, y entronca con películas clásicas del género negro y de espionaje, desde “Double Ideminity” de Billy Wilder hasta el “True lies” de James Cameron. Como suele ser habitual en Linklater, los diálogos son muy ágiles y las interpretaciones absolutamente sobresalientes. Resulta muy dificil no entrar en el juego propuesto por el director y su guionista (Glenn Powell, a su vez el actor que interpreta el rol principal). El film es una especie de “Catch me if you can”, ya que tiene en común con la película de Spielberg que su protagonista es alguien con profundas inseguridades que aprende – a través del engaño – que puede ser un absoluto "cordero con piel de lobo". También tiene en común con la excelente cinta protagonizada por Di Caprio su tono divertido, entretenido y vocacionalmente jugueton.
Si bien los temas tratados en “Hitman” podrían caer en una exposición escabrosa de las subtramas – no debemos olvidar que estamos hablando de familiares que quieren acabar con la vida de sus seres queridos – esto nunca acaba de suceder.

El humor negro, juega aquí una gran baza, y Linklater mantiene perfectamente el equilibrio durante casi todo el metraje, ofreciéndonos un desarrollo lleno de medios tonos, donde la progresión de un enclenque protagonista, crece hasta seducir a la candente antagonista. Romance que puede ser, así mismo, su perdición.
El proceso de seducción de Madison por parte de Gary (o mejor dicho de su alter ego sexy) es otro de los puntos fuertes de la película, con escenas de alto voltaje sensual que nunca caen en lo explicito ni el mal gusto, sino que intentan mantener vivo un erotismo “funny” pocas veces visto de manera tan efectiva en la pantalla. Y es que, la química entre los actores es más que evidente, y ambos transmiten muy bien el atractivo sexual que se despierta cuando dos fuerzas de la naturaleza entran en colisión.
En el terreno estrictamente cinematográfico, si bien la película no destaca por proponer un estilo que se diferencia demasiado de las producciones estándar del cine contemporáneo – quizá por ser una producción de Netflix – sus mayores virtudes se sustentan en un frenético montaje francamente efectivo. Tanto la sucesión de los clientes de Gary, como los disfraces que este adopta a lo largo de la película, son probablemente la mejor parte de esta, aunque conforme se va repitiendo la fórmula comienza a mostrar signos de flaqueza y agotamiento.
Y es que, en la parte negativa de la balanza, “Hitman” peca de ser poco ambiciosa y demasiado complaciente para el espectador. Volviendo a la cambiante personalidad experimental de Linklater, si por algo se ha caracterizado el director, es por no sobrepasar nunca la barrera de lo políticamente incorrecto.
Y esta, era una excelente oportunidad para hacerlo.

Como el rótulo inicial indica, nos encontramos ante una historia real, y había poco margen para inventar demasiados acontecimientos que falseasen la vida del autentico Gary Johnson. Tanto es así, que los propios créditos finales parecen disculparse sobre algunas de las malas acciones que comete Gary en el último tercio de la película.
Y esto, es sentido por el espectador como algo francamente forzado y poco orgánico respecto al desarrollo inicial que propone la película.
Aunque en cuanto a tono es absolutamente coherente, se siente en el tercer acto de “Hitman”, un intento de dulcificación excesiva, donde la resolución a base del “triunfo del amor y la familia” echa por tierra todo lo interesante de la propuesta inicial. En todo momento se plantea que, tanto Gary como Madison conectan gracias al fuego interno que esconden, y no ante un amor romantizado más típico de las novelas rosas, que es hacia lo que acaba derivando la historia.
Además, la forma de llegar a dicha resolución es muy torpe, con personajes realizando acciones que jamás llevarían a cabo, únicamente por la necesidad de los guionistas de no adentrarse en los oscuros terrenos de la psique humana.
Cuando “Hitman” llega a su fin, da la sensación de que Linklater (como su protagonista) ha disfrazado su discurso de algo que no era, y nos ha contado la típica historia de amor tradicional salpimentada de elementos atractivos pero que finalmente se quedan en una excusa (muy divertida) pero superflua. Nos quedaremos aún así con todo lo bueno, aunque solo sea el disfraz.
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