Heat a casi -casi- treinta años del estreno (parte 1)  

El año que viene se cumplirán treinta años del estreno de Heat de Michael Mann. Bueno, el año que viene, en realidad… no del todo. La película se estrenó en diciembre de 1995 en Estados Unidos pero para el resto del mundo fue un estreno de 1996. Incluso es altamente probable -diría que es seguro- que la mayoría del público que la vio en los cines en Estados Unidos la haya visto en 1996 y no en 1995. Así que sí, es verdad, Heat es un estreno de 1995 y el año que debe figurar en cualquier ficha técnica es ese. Ahora bien, para la memoria cinéfila y emocional de los que la vimos en los cines en el momento de su estreno, es una película que corresponde a 1996. Sí, Heat es formalmente un estreno de 1995, pero mejor citemos las Coplas de ciego de Ezequiel Martínez Estrada: “A un matemático experto le respondió un ignorante: es verdad, pero no es cierto”.

En esos tiempos los títulos originales de las películas circulaban menos que ahora, es decir que usábamos más el título de estreno local. Si se hubiera optado por un título de estreno local más fiel al sentido original este debió haber sido “La cana”, en referencia a la policía y no a un cabello sin pigmentación. En Italia fue Heat-La sfida, y sfida es desafío, y no es un mal título. En Portugal fue Heat - Cidade Sob Pressão, ciudad bajo presión, y no es un mal título. Y en Rumania fue Obsesia. Sí, obsesia es la obsesión. Y tampoco es un mal título para Heat. ¿Podrían haberle puesto “Obsesión” en Argentina? Podrían, pero no lo hicieron. Quizás por dos motivos: no estaba tan lejos el recuerdo del disco de Miguel Mateos (Obsesión salió en 1990) y en la década del noventa había tantas películas a las que se les ponía obsesión tal o cual en el título que la cosa daba para chistes y más chistes. Aquí Heat fue Fuego contra fuego, como la canción de Ricky Martin de 1991, así que claramente no les importaba que una canción conocida se pudiera asociar con la película.

Fuego contra fuego: para los que nacimos en la primera parte de la década del setenta del siglo pasado y vimos Heat en el cine -y más de una vez- el título local permanece muy claro, está muy presente. Además, al verla en el cine la pedíamos como Fuego contra fuego. En ese momento las entradas se sacaban en vivo, frente a alguien que estaba sentado detrás de un vidrio, habitualmente cercano a un mostrador de algún material noble. “Dos entradas para Fuego contra fuego, por favor”. Bueno, esta cita encierra una probable mentira. Indicar el título de una película al pedir las entradas solamente ocurría en los cines que tenían más de una sala. Y recordemos que en febrero de 1996 -ese fue el momento del estreno de Heat en Argentina- todavía no habían abierto las cadenas de cines que hoy todavía existen, aunque algunas con otros nombres. En ese momento había circuitos de exhibición distintos y, si bien algunos cines tradicionales se habían fragmentado en varias salas, todavía quedaban muchos cines grandes que no eran “multipantalla”. Así las cosas, uno iba al Atlas Lavalle y era un gran cine con una sola gran sala, de pantalla gigante, muy ancha, curva. Y otra cosa, atención jóvenes: en ese momento la inmensa mayoría de los cines daban una sola película por día. Es decir, todos los horarios del día eran para una misma película. Por lo tanto, era medio raro indicar, en la boletería de un cine así, el título de la película. Si uno quería dos entradas para Fuego contra fuego en el Atlas Lavalle, que en realidad era el Atlas nomás, pedía “dos entradas por favor”, o “dos” o, llegado el caso, hacía el gesto con los dedos. No era frecuente, entonces, pedir por el título en esos cines que ofrecían todas sus butacas y todas sus funciones para una sola película.

Al haber una sola película en exhibición en la sala se usaba todo el frente del cine para los afiches, las fotos y el título en letras grandes. Y el frente de muchas de estas salas era muy grande. El del Atlas Lavalle era especialmente grande, con muchas puertas de vidrio una al lado de la otra. Puede verse ese frente todavía hoy, está en Lavalle 869. En el muy recomendable sitio Moderna Buenos Aires de CPAU (Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo) puede leerse: “El cine Atlas fue diseñado por los arquitectos Alberto Prebisch y José Luis Cuesta en 1966. Fue construido en el mismo predio que anteriormente ocupó el cine Metropol. De estilo racionalista, su fachada está compuesta por pocos elementos: vidrio, cemento y aluminio anodizado. (...) El cine contaba con una platea y dos inmensas bandejas con 1.900 butacas y una pantalla curva de 23.15 metros de ancho por 10.20 de alto que durante casi cuatro décadas fue la más grande del país. (...) Hoy en día, el edificio conserva su fachada e interior tal como fue concebido, pero ha cerrado sus puertas como cine, para dejar lugar a un nuevo templo religioso.” En el ancho de la entrada, entonces, había muchas puertas que se usaban para material promocional de la película, dispuesto de una forma que antes no llamábamos de ninguna manera pero que ahora añoramos y hasta podemos decir que era una forma linda, o que quisiéramos volver a experimentar. Solía pasar que a medida que se aproximaba un nuevo estreno en la sala las puertas de los laterales se ocupaban con afiche y fotos -y de las fotos no hablaré ahora para no irme por las ramas, en este artículo tan troncal- de la nueva película por estrenarse. Así, entonces, ya sabíamos que a la película que estaban dando le podían quedar pocos días en cartel en esa sala. Igual no decíamos sala, decíamos cine. Y ni cine. Ah, sí, Fuego contra fuego, ¿dónde la dan?, en el Atlas, pero si la querés ver ahí apurate porque ya la están por sacar. No pocos de nosotros, los que frecuentábamos los cines de Buenos Aires con pasmosa asiduidad en la última década del siglo pasado, teníamos cines favoritos y tratábamos de ver las películas en esos cines. Mi memoria me indica que Fuego contra fuego se estrenó en el Atlas Lavalle y además en el América. Y entre esos dos cines, para una película filmada en un formato así de ancho, el Atlas era mucho mejor que el América. Sí, teníamos en claro qué cines preferíamos. Y yo vi Heat dos veces en el cine, en el Atlas, en el momento del estreno.

De todos modos, hablar del momento del estreno en esos tiempos podía implicar, para una película exitosa, un momento de varios meses. Las películas solían permanecer más tiempo en los cines, así que uno se acostumbraba a ver las imágenes de una película en el frente de un cine día tras día, semana tras semana, muchas veces mes tras mes. Las películas se convertían en parte de la imagen de la calle, no para siempre pero sí durante bastante tiempo. Íbamos a la calle Lavalle muy seguido, al menos una vez por semana, y los cines podían adquirir un color determinado con tal o cual película. Sí, claro que en Heat, o en Fuego contra fuego, dominaba el azul, en el afiche, en las letras y hasta en las fotos que se veían de la película. Y hasta acá la entrega de hoy de Heat, habrá más. Ustedes podrán decir que no hablé de la película. Y yo podría decirles que es verdad, pero no es cierto.

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