Desde su planteo inicial, marcado por una narrativa austera y una tensión progresiva, Sovereign se erige como una de las propuestas más destacadas de lo que va del 2025. La ópera prima de Christian Swegal, inspirada en hechos reales, problematiza los efectos de la radicalización ideológica en el ámbito familiar, poniendo en primer plano la relación entre un padre y su hijo inmersos en una cosmovisión disidente.
Nick Offerman interpreta a Jerry Kane, una figura atrayente, con un discurso a priori articulado y una retórica que convoca y moviliza a un pequeño grupo de seguidores; recorre el país junto a su hijo adolescente Joe (Jacob Tremblay) dictando seminarios vinculados al movimiento de ciudadanos soberanos.
Desde la mirada de su hijo, que oficia como punto de vista inicial del relato, Jerry aparece como un referente sólido, elocuente, casi admirable. Incluso uno podría simpatizar con su crítica a la burocracia, a las trabas legales, a la deshumanización del sistema. Sin embargo, a medida que se desencadenan los acontecimientos y se profundiza el conflicto, esa imagen comienza a resquebrajarse: lo que al comienzo parecía convicción va revelando rasgos de paranoia, y la figura paterna se desintegra progresivamente tanto ante los ojos de Joe como ante los del espectador.
La herida que define al personaje de Offerman no responde a la ideología, sino a una pérdida emocional irreparable. Ese acontecimiento actúa como núcleo silencioso de su desconfianza hacia el sistema. Su rechazo a las instituciones y su búsqueda obsesiva de una "verdad" alternativa responden a un sufrimiento mal canalizado que se transforma en cruzada personal y termina arrastrando a quienes lo rodean a una espiral descendente.
Jacob Tremblay sostiene con mucha competencia y solidez la carga emocional de su personaje. Joe representa al adolescente atrapado en una narrativa impuesta; alguien en busca de sentido, afecto y pertenencia. Su progresivo desencanto, articulado sin estridencias, resulta uno de los aspectos más conmovedores del film. De manera sutil pero con firmeza, la película va exponiendo cómo el vínculo entre padre e hijo se tensa hasta el límite, empujando a Joe a tomar decisiones que alteran el curso de su vida de forma irreversible.
Por otro lado, el personaje de Quaid introduce una línea narrativa paralela sobre la representación de la paternidad. No se trata de una figura ejemplar: él también ejerce el control y proyecta sobre su hijo decisiones que no necesariamente le pertenecen. Pero a diferencia de Jerry, su recorrido deja entrever un posible indicio de redención. Acá Sovereign propone un juego de espejos: dos formas de paternidad atravesadas por la rigidez, el control y la dificultad para escuchar al otro.
El film también aborda una problemática de fondo: la imposición de sistemas cerrados de creencias sobre quienes nacen dentro de ellos. El film plantea con claridad las tensiones que surgen cuando los vínculos afectivos se ven atravesados por marcos ideológicos inamovibles, y cómo esa falta de elección deja marcas difíciles de revertir en la subjetividad de quienes las padecen.
El desenlace de la película es tan contundente como desolador, y actúa como una culminación inevitable de los conflictos acumulados a lo largo del relato. En su tramo final, el film nos arranca de la subjetividad para devolvernos al mundo real, donde los caídos en servicio son enaltecidos como "héroes" y los otros quedan invisibilizados o repudiados como villanos dejándonos un trago amarguísimo que se prolonga aún luego de finalizar su visionado.
Sovereign es, en definitiva, una tragedia contemporánea que desmantela las fronteras entre lo político y lo afectivo, entre lo ideológico y lo doméstico. Su potencia reside en la capacidad de representar los mecanismos de reproducción del fanatismo desde el ámbito más íntimo: el familiar. Es una obra que incomoda por su lucidez y su mirada íntima sobre un fenómeno de consecuencias colectivas, cerrando sin complacencia y dejando al espectador con una sensación persistente de inquietud.
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