75° BERLINALE┃That Summer in Paris (2025) de Valentine Cadic 

Las Olimpiadas de París 2024 no solo reactivaron la sempiterna dialéctica entre espectáculo y decadencia, sino que volvieron a subrayar la vieja máxima de Juvenal: “Pan y Circo”. Este evento, maquillado de multiculturalidad y espíritu deportivo, no hizo sino velar –con fuegos artificiales y medallas– la gentrificación galopante, la exclusión sistemática y la higienización social de la capital gala. En tiempos donde el deporte es la excusa y la mercancía es el fin, los Juegos Olímpicos son el campo de batalla simbólico de la Francia actual: entre barricadas sociales invisibles y promesas institucionales huecas. No es azaroso, entonces, que desde el cine se hayan trazado relatos que escarban en esa fisura, en ese reverso sórdido de la postal oficial.

A lo largo de la historia reciente del cine francés, las grandes fiestas de masas han sido reconfiguradas por cineastas para desenmascarar las neurosis colectivas y la banalidad del espectáculo: desde la mirada sardónica de Justine Triet (Anatomía de una caída) en La Bataille de Solférino hasta las incursiones más ligeras pero no menos incisivas de Cédric Klapisch. That Summer in Paris de Valentine Cadic se inserta en esa tradición, aunque con un gesto más humilde, más cercano al cinéma vérité disfrazado de comedia ligera. Es en esos intersticios, en el ruido de fondo de un París olímpico que margina y exhibe a partes iguales, donde Cadic decide plantar su cámara. Y ahí, en esa elección de contexto, la película encuentra su verdadera potencia.

That Summer in Paris narra la errática travesía de Blandine (Blandine Madec), una profesora de piano de 30 años, que viaja desde la anodina Normandía hasta la convulsionada París olímpica, con la excusa de asistir a las competencias de natación donde compite su ídola, la nadadora Béryl Gastaldello (interpretándose a sí misma). Pero la verdadera meta –como pronto sabremos– es intentar recomponer la relación rota con su media hermana Julie (India Hair) y acercarse a su sobrina Alma (Lou Deleuze). Las desventuras de Blandine son tan pedestres como entrañables: desde ser expulsada de la piscina olímpica por su mochila desmesurada hasta deambular por hostales que la rechazan por su edad o perderse en calles plagadas de turistas y desalojos.

That Summer in Paris - New Story & Urban Sales

Producida por Cinq de Trèfle y Comme des Cinémas, la película retoma la premisa esbozada en el cortometraje anterior de Cadic, The Summer Holidays (2022), donde ya se vislumbraba la sensibilidad entre lo tragicómico y lo contemplativo que aquí adquiere otra densidad. Filmada entre julio y agosto de 2024, coincidiendo con la celebración de los Juegos, la película hace del tiempo real su escenario volátil y de la ciudad su territorio en disputa.

Quizás lo más honesto de That Summer in Paris sea su guion, coescrito entre Cadic y Mariette Désert. No porque despliegue grandes giros o construya diálogos memorables –todo lo contrario– sino porque acompaña, con una torpeza asumida, la incomodidad vital de Blandine. En ese tono vacilante, casi errático, se refleja el carácter clumsy de la protagonista: una figura que habita la ciudad sin nunca pertenecerle del todo, que tropieza tanto con los objetos como con las convenciones sociales. El guion sabe retirarse cuando es necesario y dejar que los silencios, las miradas y las calles hablen más que las palabras.

Lo que distingue a Cadic, más allá de la tibieza dramática de su relato, es la valentía de construir una ópera prima en el epicentro de un evento caótico e imprevisible. Rodar una ficción en plena efervescencia olímpica –con su correlato de turistas, fuerzas de seguridad y manifestaciones “anti-evento”– es casi un acto de resistencia o, al menos, de temeridad creativa. Al igual que la ya mencionada película de Triet o los experimentos urbanos de Guerin, Cadic decide entregarse a las inclemencias del contexto: la cámara de Naomi Amarger captura tanto el brillo anestésico de los monumentos como la aspereza de los márgenes, los graffitis de Rosa Parks Station o la áspera burocracia policial que Blandine debe enfrentar tras un arresto fortuito.

That Summer in Paris - New Story & Urban Sales

La película tensiona el fuera de campo constante: por cada pantalla gigante que proyecta la gloria olímpica hay un plano de desalojos encubiertos o de indigentes que desaparecen del cuadro por mandato estatal. Esa tensión entre el espectáculo globalizado y la soledad íntima de la protagonista dota al film de una cualidad agridulce. Cadic no cae en la trampa de victimizar a Blandine; la observa con la misma curiosidad que reserva para las multitudes que la rodean, construyendo una suerte de tragicomedia social donde el gag físico –muy a lo Tati– convive con la melancolía más sobria.

Filmar los márgenes no es solo una consigna estética, es la esencia misma de That Summer in Paris. Cadic encuadra a Blandine en la periferia de la postal parisina, en los bordes de la narrativa hegemónica. En cada plano, la protagonista parece desalineada respecto al relato mayor: la celebración, la familia, el amor, el deporte. La cineasta elige esos ángulos donde la ciudad pierde su simetría de postal y revela sus fisuras. En este sentido, Cadic logra un equilibrio inusual entre ligereza y mordacidad, entre comedia y denuncia, insertando una ficción casi invisible dentro del flujo documental de una París sometida a la lógica olímpica.

Si algo se le puede reprochar a That Summer in Paris es su tendencia a la liviandad, a refugiarse en la anécdota menor y en el esbozo de personajes, sin terminar de hincar el diente en la dimensión más cruda de su contexto. Cadic filma con la simpatía de quien no quiere incomodar demasiado y, por momentos, su puesta en escena parece más cómoda registrando el desconcierto naïf de Blandine que cuestionando con mayor fuerza las lógicas de exclusión y control que atraviesan la París olímpica. ¿Es una elección estética consciente o una renuncia política? La película se mueve en esa ambigüedad, en esa zona gris entre el realismo humanista y la postal amable para cinéfilos de festival. Esta falta de riesgo temático, sin embargo, es compensada por el detalle con el que Cadic captura los pequeños rituales cotidianos, la torpeza relacional de su protagonista y la textura del verano parisino como un espacio a la vez sofocante y liberador. La película de Cadic es una obra que, aunque rehúye el gesto contundente o la denuncia frontal, consigue sedimentar una melancolía persistente. Y tal vez sea en esa suavidad, en ese gesto mínimo y desarmado, donde resida su verdadera insubordinación.

India Hair, Valentine Cadic, Blandine Madec - Berlinale

Más allá de su encanto y de su voluntad de habitar los bordes de la narrativa oficial, That Summer in Paris también interpela, aunque de manera sutil, la propia noción de heroísmo en la ficción contemporánea. Blandine no es solo una “outsider” simpática; es una protagonista que desarma las lógicas del cine de autoafirmación y resiliencia. No hay aquí redención plena, ni epifanías que cambien su destino. Su deambular es el de una figura que sobrevive a la intemperie emocional de una ciudad que la ignora, que la devora y la desecha, sin grandes catarsis. En ese sentido, Cadic desafía la expectativa de crecimiento y clausura, eludiendo la típica curva de transformación personal. La película plantea que quizá no haya lecciones universales ni grandes revelaciones; a veces solo queda el gesto mínimo, la mirada fugaz o la complicidad silenciosa de un extraño como Benjamin. En la fragilidad de esos encuentros reside la verdadera resistencia.

Estrenada en la sección Perspectives de la Berlinale 2025 y candidata al Teddy Award, That Summer in Paris encontró su lugar natural entre las obras que buscan reinventar el coming-of-age femenino desde los márgenes. Lejos de la grandilocuencia de otras producciones olímpicas, Cadic apuesta por una mirada diminuta pero cargada de humanidad. En un festival que cada vez privilegia más las voces disonantes, esta ópera prima es una bienvenida anomalía: una fábula urbana donde la derrota y la ternura caminan juntas bajo el sol abrasador de un París en estado de excepción.

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