Flow es la mejor película para los amantes de los gatos

Flow es la película más simple y a la vez más compleja y emotiva que vi este año. Si tienes un gato de mascota como yo, creo que entenderás cómo me sentí.

Si crees que el protagonista es simplemente un gato, te emocionarás hasta las lágrimas por todo lo que tiene soportar; si en cambio lo ves como una metáfora de un humano, el viaje de Flow se parece al de Sísifo, nos hace sentir la impotencia y la inevitabilidad del destino. Se mire por donde se mire, vale la pena derramar lágrimas.
Siempre he creído que una buena película debe estar dividida en tres capas narrativas. La primera es la historia superficial, que se completa con los personajes básicos y la trama. Esta capa es la más fácil de entender, ya que representa los hechos del mundo de la película. Hasta los niños pueden entenderla. La segunda es la historia contada a través de metáforas y símbolos. Estas metáforas y símbolos deben tener alguna conexión lógica.

Cuando los espectadores pueden descifrar el contenido correspondiente a las diferentes metáforas, se revela esta capa de la historia. A menudo, el director la elabora con intención. La tercera es la expresión inconsciente del subconsciente del creador proyectada en la película. Es la capa más profunda de la historia que ni siquiera el director puede explicar por completo. Solo puede revelarse a través de un análisis desde múltiples ángulos. Como espectadores, la dificultad para interpretar la historia se profundiza a través de estas tres capas.

Flow, en mi opinión, es exactamente este tipo de historia bien contada desde el punto de vista cinematográfico. En su primera capa, cuenta una historia parecida a una fábula infantil: un día, muy lejos en el futuro (o en el pasado), los humanos desaparecieron por completo, y el mundo quedó sumergido por una gran inundación. Un pequeño gato negro, a la deriva con la llegada de la catástrofe, lucha por sobrevivir. Durante este proceso, sube a un pequeño barco y se encuentra con un carpincho, un lémur de cola anillada, un labrador y un águila. Si embargo, el águila vuela hacia el cielo para no volver jamás, mientras que el pequeño gato negro y sus otros compañeros se hacen amigos y sobreviven.

En esta capa de la historia, lo que me parece más perfecto de Flow es su retrato del comportamiento de los gatos. Obviamente, no se trata de un gato completamente realista. Pero sus movimientos, sonidos y hábitos me recuerdan a los de mi propia mascota. Los directores pasaron mucho tiempo estudiando los hábitos de los animales para esta animación. Aunque nunca he tenido un perro (y desde luego nunca he tenido un carpincho o un lémur), siento que estos pequeños animales no han perdido sus características propias a pesar de la necesidad de antropomorfizar los elementos de la trama. Esto es lo que hace que esta animación resulte tan sanadora.

En la segunda capa, Flow cuenta una historia que parece fatalista. La interpretación más ingeniosa que vi es considerar que los cinco animales de la película representan los cinco niveles de necesidades de Maslow. El carpincho busca comer, beber y dormir, las necesidades fisiológicas más básicas, y es el primer compañero del gato. El lémur representa la necesidad de seguridad, protege la propiedad y evita las amenazas, aunque guarda un montón de botellas y envases sin valor, es el segundo amigo con el que se encuentra el gato. El tercero es el labrador, que representa las necesidades sociales, ya sean conexiones sociales negativas (amigos con malas intenciones) o positivas (con el gato), todas ellas representan la necesidad de amor y pertenencia. Luego está el águila, que simboliza la necesidad de estima, la parte más noble y divina de la racionalidad humana. Por último, el gato representa las necesidades de autorrealización, experimentando continuamente cambios en las cinco necesidades a través de la inundación y la deriva, alcanzando por fin la autorrealización cuando logra salvar a su amigo el carpincho. A lo largo de la película, el gato cae al agua una y otra vez y, al final, contempla su propio reflejo. La inundación simboliza el subconsciente, y la ballena encarna tanto el “yo libre” imaginado como el “yo temeroso varado”, todas las necesidades de uno mismo ocultas en las profundas aguas del subconsciente, a la espera de que la próxima marea suba y baje.

Esta interpretación logra una coherencia lógica, pero no es la única respuesta ni mucho menos la única correcta. Sin embargo, también demuestra la riqueza de implicaciones de Flow. Algunos la comparan con Una aventura extraordinaria, pero con gatos, otros la ven como una versión mínima de la historia del Arca de Noé... todas estas interpretaciones son válidas, tal y como dice el popular refrán: “Hay mil Hamlets en los ojos de mil personas”. Una historia con múltiples significados suele resistir el paso del tiempo. Flow logra esta multiplicidad sin una sola línea de diálogo, lo que basta para convertirla en un clásico.

Pero quiero hablar de la tercera capa de esta historia, que son las emociones inefables que transmite la película en su conjunto. Mucha gente dice sentirse emocionada después de verla: sentir un poco de angustia y un poco de soledad. A través de entrevistas, me enteré de que una de las razones por las que los directores y guionistas eligieron protagonistas exclusivamente animales fue que no sabían cómo escribir diálogos entre humanos. Se ve que hay una pequeña cuota de ansiedad. No hay humanos en la historia, pero quedan rastros de existencia humana. Y al conectar esta visión con la situación actual de Letonia, es difícil ignorar la conexión entre el entorno social de los directores y la visión del mundo presentada en Flow.

Desde el siglo XVIII, Letonia ha sidodisputada y controlada por distintos países y potencias locales, como Suecia, Polonia, Rusia, la Unión Soviética y hasta la Alemania nazi, hasta la década de 1980. Sin embargo, con el desarrollo del movimiento independentista báltico, declaró finalmente su independencia. En los últimos años, Letonia se ha enfrentado a graves problemas de población. La población ha disminuido de 2.7 millones en el momento de la independencia a 1.9 millones. Al crecer en un país y una sociedad así, ¿pensaría uno en el día en que los humanos desaparezcan de este mundo? Creo que es muy posible. Por otra parte, la gran inundación de la película me recuerda la turbulenta historia de Letonia, que escapa a su control. Las luchas humanas son como los desastres de las grandes inundaciones, siempre van y vienen, nunca cesan. En esas luchas, aunque nos esforcemos al máximo, sólo conseguimos momentos de respiro. ¿No es como el final del cuento, en el que justo cuando logran escapar del peligro, descubren que se avecina otra inundación?


¿Y qué podemos hacer nosotros? Como humanos e individuos, parece que no podemos hacer mucho... Solo podemos intentar sobrevivir en el diluvio del destino. Si es posible, tratarnos con amabilidad. Cuando haya momentos de paz, disfrutarlos con amigos. Esta es también mi perspectiva después de ver Flow: aunque nos sintamos pesimistas sobre todas las grandes narrativas, deberíamos hacer todo lo posible por apreciarnos a nosotros mismos y apreciar vidas concretas todos los días. Porque de vez en cuando, aunque no lo esperemos, ocurren cosas buenas.

Como los Óscar de este año, por ejemplo. Aunque en general siento que esta premiación es cada vez más aburrida, conservadora y calculadora, la victoria de Flow me hace sentir que los Óscar han hecho algo bueno. Me demuestra que lentamente se está regresando a la narración cinematográfica: en una era de tecnología más avanzada y efectos especiales excesivos, los efectos deslumbrantes pasan como las nubes, mientras que las historias que llegan al corazón son las que de verdad perduran. Además, cuando vi que Flow ganó la famosa estatuilla, y que el gato se convirtió en la imagen más popular de Letonia, con la gente erigiendo varias estatuas del gato de la película en las calles, sentí una enorme felicidad al ver cómo el cine llegó a la realidad.


Aunque la población de Letonia siga disminuyendo, aunque los humanos puedan desaparecer algún día de esta Tierra, no necesitamos lamentarlo de antemano. Al ver esta película, justo en ese momento, nos alegramos o lloramos juntos por la vida misma, nada más importa, y eso ya es el valor y el sentido de la existencia.

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