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La La Land es mi película navideña favorita

Spoilers

Universal e históricamente, la época navideña se destaca por la felicidad, los milagros y los sueños. Todo lo que La La Land tiene y utiliza como motor para la película. Desde su estreno en diciembre de 2016, la cinta de Chazelle se convirtió de forma instantánea en una de mis favoritas de toda la vida y en una pequeña costumbre para cada final de año.

Primero respondamos: ¿por qué es una película navideña? El momento en el que ellos dos sienten una conexión verdadera por primera vez es en la nochebuena. Lo sabemos por la época del año, la decoración del bar y porque Sebastian lo dice cuando ruega que no lo echaran de su trabajo.

Sebastian tocando en la víspera de Navidad
  • ¿MILAGRO NAVIDEÑO O CASUALIDAD?

Mi sentimiento con respecto a muchas películas románticas es que los milagros o las coincidencias están servidas. Los protagonistas de alguna manera consiguen fácilmente lo que buscan y eso es un poco frustrante, ya que no coincide con lo que vivimos. Pero en La La Land es un poco diferente.

Sebastian anhela fuertemente vivir del jazz: quiere abrir su propio club en donde la música sobreviva. Su trabajo actual difiere de esto, ya que toca el piano en un bar, pero el repertorio no sale de las típicas canciones que todos conocemos, algo básico e insultante para él. Esa noche, se deja llevar y despliega su talento al tocar un “verdadero jazz", acción que lleva a que lo despidan. El milagro sería que todos lo aplaudieran y lo notaran, pero no pasó nada de eso.

Por otro lado tenemos a Mia, una aspirante a actriz. Su vida se basa en la actuación, yendo de audición en audición e incluso trabajando en una cafetería dentro de un estudio cinematográfico muy importante. No se da por vencida nunca. Es persistente pero por el momento, parece que no tiene mucha suerte. No consigue ningún papel y las esperanzas para ella comienzan a disminuir y la depresión comienza a aparecer. Acá tampoco ocurre ningún milagro, de hecho, nadie la toma muy en serio en los castings.

Si bien se cruzan por primera vez en la autopista al inicio de la película, esa nochebuena sienten una conexión (al menos ella). En este caso, Mía sale de una fiesta (a la que no quería ir), y se vuelve caminando porque su auto fue remolcado. En medio del camino siente una música hermosa. Se frena, escucha y entra al lugar, como si algo la estuviese llamando. Fue justo en el momento que Sebastian desplegaba todo su talento antes de ser despedido. Quizás el milagro de la Navidad para ellos no estaba vinculado con sus sueños, sino que era cruzarse por primera vez.

El momento exacto: la música frena a Mia y entra al restaurant.
  • LOS SUEÑOS, EL MOTOR DE LA LA LAND

En poco tiempo de película se nos deja bien en claro que a nuestros protagonistas los moviliza el sueño de lograr algo que tanto desean.


A lo largo de su relación, ambos se complementan y se admiran. Se empujan el uno al otro para lograr lo que tanto anhelan. Se aman y parecen ser inseparables, pero la realidad en La La Land pega más fuerte. Los sueños empiezan a generar fricción y empezamos a ver cómo estos los comienzan a alejar y se da el quiebre de la relación.

Los sueños que parecían unir a Mia y Sebastian, finalmente hacen implosión en la pareja, ya que es tan fuerte el deseo de cada uno que empiezan a pesar más que el amor que se tienen.

Mia logra montar su obra de teatro y sabemos que, a pesar de que no fue casi nadie a verla, fue el puntapié para ser una actriz reconocida. Pero esa noche, Sebastian no estaba entre el público por su trabajo en una banda que no lo hacía para nada feliz, pero le dio el dinero necesario para abrir su club de jazz.

La cúspide de la felicidad de Sebastian y Mia.
  • EL EPÍLOGO Y EL QUIEBRE DEL CLICHÉ

Cada vez que revivo el final de esta película es una nueva apuñalada. Vi muchos finales magníficos pero sin dudas, el de La La Land entra en los mejores. Mucho tiempo después vemos la vida de cada uno. Mía es una actriz súper prestigiosa, con un esposo y una hija. Claro, no es Sebastian. Él por su lado, vive en soledad y manejando un club de jazz. Ambos viven la vida que tanto soñaron alguna vez.

La estocada final llega: se cruzan en ese club. Otra vez, cuando él está por tocar y comienza el epílogo. Ahí nos cuentan sin una palabra, la vida que ambos hubiesen tenido. Lo que podría haber sido si quizás hubiesen actuado de otra manera. Una vida juntos, con ambos cumpliendo su sueño y teniendo un hijo juntos.

Son casi 10 minutos de música y sueños, repasando todas las canciones que sonaron durante toda la película, para luego el silencio y las miradas del final. Ambos se cruzan por última vez y sonríen, siendo felices una vez más el uno por el otro, aceptando que los milagros y los sueños a veces no coinciden con la realidad.

Lo que pudo ser y no fue.

Todo esto es algo que me encanta de La La Land ya que, como mencioné antes, estamos acostumbrados a ver romcoms o musicales en las que por algún acto divino o por conformarse, los protagonistas siempre terminan juntos y felices, no importa cómo.

El quiebre del cliché se da acá: contrario a lo que todos esperamos que pase, los protagonistas no terminan juntos, y eso también está bien. A veces los milagros ocurren pero no cómo esperábamos o cómo estamos acostumbrados. A veces los sueños no coinciden con la vida que queremos.

Háganse un favor esta Navidad y disfruten una vez más de La La Land y quizás, podamos compartir todos esta hermosa tradición en cada diciembre.

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