Sobre lo subyacente y lo superficial en Puan

Spoilers

Sin dudas esquiva a ser definida, la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en su sede más emblemática, es un lugar particular. Puan, emplazada en el barrio de Caballito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, es una de las instituciones más respetadas del ambiente académico a nivel regional y recibe su nombre por la calle en la que se encuentra.

Personajes históricos y entrañables recorren o han recorrido sus pasillos y los puaners, sobrenombre con el que se conoce a sus estudiantes, responden a características disímiles e inclasificables, pero siempre unidos por el magnetismo que adquieren con esta casa de estudios.

Quien escribe estas líneas ha pasado grandes momentos allí, durante poco más de una década, y está en condiciones de afirmar y coincidir con ambos directores en que no hay mejor manera de presentar una película sobre Puan que con el plano de una paloma.

La primera colaboración de María Alché con Benjamín Naishtat (tanto en dirección como en guión) relata la competencia por titular –concurso mediante– la materia Filosofía política de la carrera de Filosofía de dicha facultad, puesto vacante tras la repentina muerte del Prof. Caselli. Sobre esta idea irá creciendo una comedia dinámica y entretenida sobre dos figuras en principio antagónicas, que se disputarán el cargo. A su vez, el film también avanzará con un planteo existencialista en la vida de su protagonista y sobre las relaciones de los seres humanos con las Instituciones de las que forman parte, el sentido de pertenencia.

Marcelo Pena (Subiotto), el profesor adjunto más antiguo de la cátedra, respeta a rajatabla el programa del recientemente fallecido Eduardo Caselli, con quien, además, compartía una larga amistad. Su contrincante, el filostar Rafael Sujarchuk (Sbaraglia) regresa al país con ideas renovadoras luego de una carrera académica de excelencia en el exterior. Estas serán las dos figuras centrales del film que los presentará como contrincantes y en una suerte de batalla intelectual marcada por los celos de uno y la osadía de otro, llevarán a cabo una contienda por la titularidad del cargo.

Pena –y vaya que por momentos la da– es profesor universitario de Puan hace muchos años y se lo presenta algo torpe, o tal vez, demasiado humano. La facultad es el centro en su vida «el único lugar en el que es algo». Como hombre, filósofo, padre y compañero siempre hay un lazo que lo ata a Puan, de una manera agridulce, porque Pena, para ser bueno en algo, descuida otros aspectos.

Sujarchuk, por el contrario, irrumpe en la escena y es bueno en todo: está a la moda, capta miradas, sabe de vinos, cita a Kant en alemán y toca el piano. Sumado a esto, está en pareja con la actriz y cantante Vera Mota (Espósito), unos quince años menor que él. Pero para Marcelo Pena solo una cosa importa y es que viene a quedarse con la cátedra; y aunque sea cierto, y más allá de la pedantería que presenta su contrincante, tiene serios argumentos para disputarla.

El film es muy lúcido en esa línea, sobre todo con el reparto que rodea a estos personajes, dado que le aportan la coloratura necesaria para hacerlo entretenido y, sobre todo, gracioso. Incluso hay guiños sobre filosofía y los “grandes autores”, pero siempre en la superficie del largometraje. Volveremos sobre esto más adelante.

Tanto Alché (Familia sumergida) como Naishtat (Historia del Miedo, El movimiento, Rojo) han cursado en Puan (el último de oyente) y conocen sus pasillos. Esto se ve en el registro no forzado del detalle diario de la facultad, (empezando por las palomas), pero seguido de los avisos del centro de estudiantes, el lenguaje inclusivo, las clases públicas o la toma de la facultad, la cual vaticina un panorama caótico con ojo clínico, dado que el guión empieza a escribirse durante la pandemia y algunos aspectos que sonaban apocalípticos hoy tienen otras connotaciones. Además, todo es reforzado por la colaboración de alumnos, docentes y no docentes de la facultad durante el rodaje, hecho que le otorga transparencia a un relato clásico en sus formas.

El largometraje tuvo su paso por festivales, cosechando premios y nominaciones, y Subiotto viene de alcanzar el galardón de mejor actor en el festival de cine San Sebastián (ex aequo con Tetsuya Fuji). Este dato resulta interesante dado que su figura aparece durante la escritura del guión: se escribe al personaje de Pena pensando en el actor, que ya venía de colaborar con Alché en su ópera prima. Consideramos que el reparto es un elemento a destacar, porque esto mismo que sucede con Subiotto parece replicar en otra parte del equipo, según cuentan los realizadores también apareció el nombre de Mara Bestelli compañera de Pena en la ficción y de Subiotto en la vida. Todo el equipo de actrices y actores funciona y engrana a la perfección, aunque estén en pantalla unos pocos minutos: Banegas, Flechner, Zylberberg, Frigerio, Ziembrowsky, Juárez, etc.

Como advertimos, el film también tiene un nivel subyacente y viene dado por los cuestionamientos internos y externos en los roles que se ocupan. Pena fuera de Puan es lo que puede, ni más ni menos, y recibe algunos planteos de parte de sus personas cercanas que lo desestabilizan: su hijo (Offenhenden), su compañera (Bestelli), y la viuda de Caseli (Flechner). Pena se aferra al statu quo, representando la tradición pero sin ser reaccionario, más bien por el contrario: es una persona progresista, pero consciente de sus limitaciones y temerosa ante los cambios.

Estos cuestionamientos que aparecen en torno a su figura son cachetazos directos también hacia los espectadores, que al bajar la guardia, mientras ríen de las peripecias por las pasa el “héroe”, olvidan esa otra línea en la que se mueve el film. Porque el profesor Pena, con ese abanico de posibilidades que le otorga la filosofía, es polifuncional: Da clases en los barrios bajos que no sabe cuándo va a cobrar, motivado exclusivamente por la vocación, pero también cobra en dólares para acercarle las ideas de Heidegger a una anciana (Galperín) que se queda dormida mientras él desarrolla sus conceptos. Incluso le anima el cumpleaños disfrazado de filósofo griego en una escena disparatada y vergonzosa, que en la superficie causa gracia y en la profundidad expone la necesidad de un ser humano y los límites que está dispuesto a cruzar.

Para colmo de males, los argumentos de su contrafigura, Sujarchuk, no solo son válidos, sino que son dignos, al punto que aplica al concurso y obtiene el cargo.

En una oposición entre lo viejo y lo nuevo, entre el histórico y el outsider, el guión no toma partido y ese es otro acierto, porque retomando esos cuestionamientos-cachetazo que recibe Pena, Sujarchuk le aclara que Puan no es un feudo, y que él no es un cacique. Pero en el punto más álgido de la disputa que tiene a Pena como perdedor, Sujarchuk le propone ir a la par en la cátedra. Entonces, como si el relato también actualizara su programa, ya no hay personajes buenos ni personajes malos sino personajes libres y situaciones que los atraviesan.

Pena también tiene que hacer autocrítica: ¿por qué se sigue hablando de Rosseau y no de otros autores, por ejemplo, latinoamericanos? consulta con aires de reclamo que viene de parte de la viuda de Caselli, a propósito de la filosofía de nuestro continente.

Resulta inevitable pensar en la resonancia de el tipo que viene de afuera a barrer con todo lo establecido, con ideas novedosas, generando primero atención y luego seguidores hasta lograr el objetivo planteado. Los tenebrosos pronósticos que vaticina el guión llaman la atención por la actualidad ya que en el 2020 nadie ponía en tela de juicio la gratuidad de las universidades públicas.

Entonces, aunque por momentos parezcan personajes exagerados, esa idea se esfuma con la posibilidad del guión de no encasillarlos. Es decir que la configuración de los personajes es útil al relato en una línea y los ayuda a moverse en la superficie, como decíamos: en la comedia. Pero en el planteo subyacente, la psicología de Pena está sutilmente trabajada.

El largometraje nos ubica en una suerte de desierto, pero no por lo monótono, sino por la posibilidad de tomar cualquier dirección y que no haya una correcta, porque repetimos: nada está mal o bien, solo está.

Al moverse en esos niveles, la propuesta a la comunidad de Puan, en donde el film ya se proyectó dos veces de manera gratuita, tampoco es explícita. Es, más bien, una radiografía que pretende, a través del registro, suscitar cuestionamientos donde antes no los había y sumar a la discusión la sugerente frase de Sujarchuk sobre Puan como feudo. Porque en la facultad de Filosofía y Letras, en su particularidad, como dicen sus realizadores, hay un sentido de pertenencia superior. Y aquí agregamos que es una comunidad con forma propia, una masa heterogénea motivada a dar cada paso en defensa del pensamiento crítico, pero siempre dispuesta a discutir con argumentos y convencida de que la pluralidad de voces enriquece los intercambios.

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