¿No les pasa a varios que en tiempos de cólera, en tiempos de un mundo post pandémico pero siempre belicoso y fraccionado, atestado por los incesantes golpes mediáticos de la televisión y las redes sociales, necesitan concluir el día con una buena comedia? Cuándo digo buena, digo que funcione. Que nos haga reír. Ni siquiera lo digo midiendo esa risa en una especie de “reitómetro” (algo que acabo de inventar y que por suerte creo no existe) para pedirle que repiquetee alto. Con solamente irnos a dormir aliviados y sin enojos, agradecemos. Como si ver una comedia fuera la meditación nocturna moderna y occidental. Por la mañana hay gente que va al gimnasio, que hace yoga, que medita, que lee un libro antes de comenzar. Y bueno. Por las noches, algunos vemos una buena comedia. No es novedad alguna pensar al humor como una potencial terapia, incluso hasta para de golpe encontrarnos tomando cierta nueva perspectiva sobre algunos asuntos de la propia vida. Formas de vínculos, reflexiones sobre la vida, la muerte, las enfermedades, cuestiones políticas, el humano.
En una revisión de películas que me hicieron feliz en su momento y en posteriores casuales zappings dominicales, entre algunas como “Tienes un E-mail” o “Sintonía de amor” (la comedia en su versión más romántica), me encuentro un jueves y un viernes con dos películas hermanas. Verdaderamente hermanas gemelas.
Año 2007. Hace 16 años. Judd Apatow, un productor, guionista y director de Estados Unidos, estrena dos películas. Ambas como productor, y una también como director: Knocked Up (Ligeramente embarazada) y Superbad (Supercool), esta última dirigida por Greg Mottola. Judd Apatow, si se toman el trabajo de aunque sea leer por encima los títulos de su carrera, descubrirán que es el productor detrás de casi todas las mejores comedias de la industria norteamericana. Varios éxitos de Will Ferrell, de Steve Carrell, Seth Rogen, películas dirigidas por Ben Stiller, Adam Mccay. Impulsor de comediantes en todos sus formatos, cortometrajes, especiales para televisión, series. Director, entre varios éxitos, de la maravillosa “Virgen a los 40”. Y Greg Mottolla es un director también con mucha experiencia en comedias, largometrajes y series de televisión. Entre ellas la icónica “Arrested Development”, la premiada “The Newsroom”, y películas como “Adventureland” o “Paul”. Y muchos de ustedes recordarán ambas películas del 2007 antes mencionadas. Algunos recordarán Knocked Up, otros no, pero seguro todos se acuerden de Superbad. Esa película que los unió a ambos realizadores, fue un hito en quienes, cuando se estrenó, rondábamos la adolescencia y la adultez.
Es curioso lo que sucede en el vox populi desmemoriado y menos atento, pero somos muchos los que creíamos que Superbad fue también dirigida por Judd Apatow. Sumamente convencidos hasta que Google u otro que supo estar confundido también, nos dijese lo contrario. ¿A qué se debe esta sensación de misma autoría en dos películas del mismo año, con un mismo productor pero distintos realizadores? Porque no estamos hablando de la decisión monárquica de una plataforma detrás que marcó ciertos estrechos lineamientos. No era aún esa época. Ésto es anterior, es de la era del video club, del Blockbuster. Pero claro. Ambas películas llevan la enorme huella de la llamada nueva comedia americana.

La nueva comedia americana.
Podríamos pensar que si en ese momento la llamaban nueva comedia, con la velocidad que el tiempo transcurre y aún más la percepción del mismo, ya dejó de serlo. Sin embargo, poniéndole el nombre que fuese, nos vamos a encontrar con una misma marca.
Desconozco si la comedia americana que navega alrededor del año 2000 tiene un fundador en concreto, y no es mi intención hacer una investigación arqueológica al respecto, pero sí tuviéramos que proponer como candidato a un solo representante, ese sería Judd Appatow. Y si hay algo que identifica a tantas de las comedias que él produjo y dirigió, y que también embandera Greg Mottola en sus obras, es que hay una mayor cercanía con lo patético y real de la humanidad. Personajes marginados por nerds, porque no son populares, porque no se comportan como deberían comportarse para las pretensiones de la sociedad que los rodea, porque muestran las miserias que suceden puertas para adentro en un hogar, con conflictos terrenales, parecidos a los nuestros. Enfrentan conflictos que no demandan una epopeya. Son dificultades cercanas para ellos, posibles de ser superadas, cuya principal complicación es el personaje mismo. Es alguien enfrentando sus propios fantasmas, sus traumas, o incluso conflictos concretos y objetivos (como quedar embarazada) que sacan a la luz otras cuestiones de raíz. Problemas aspiracionales, vinculares, románticos. Los temas de las películas de la nueva comedia americana, (y algunas series como “Love” o “Freeks and Geeks”), son aquellos sobre los que cualquier grupo de amigos reflexiona en una cena, sin esfuerzo pero con gusto. Son reflexiones que por más existenciales que fueran, son tratadas con la humildad de la subjetividad de sus autores, de sus personajes, no presumen respuestas absolutas, y son tratadas a través de lo emocional. Los disparadores son sencillos, y lo profundo está en la riqueza de los personajes. Por eso la tendencia del código actoral, que también muta en algún momento entre la década del 80 y la del 90, se acerca tanto al realismo. A que no se note que se está actuando, a que los actores acompañen guiones en general sumamente pulidos e inteligentes, o escenas descubiertas en set con la sensación en el aire de ser una eterna improvisación. No es casual que algunos del equipo de actores estén en ambas películas. Jonah Hill, Seth Rogen, Martin Starr, Bill Hader. Y desde ya que no es casual que los actores de este tipo de comedias suelen trabajar mucho juntos, en algunas protagonizan unos, en otras son roles más secundarios, en otras haciendo apenas participaciones especiales.
Como se ha mencionado en otras notas, con el paso de los años, los límites de los géneros se han ablandado. La comedia se ha convertido en un estado vivo y dinámico, en un mecanismo de reflexión, en un tono que potencia hasta películas de terror. Y en este tipo de comedias, la emoción de la risa tiene casi el mismo valor del de la nostalgia, la ternura, la fragilidad. El espectador (yo, pero se de otros) se encuentra riendo y lagrimeando, sensible y emocionado, al ver la patética hermosura de dos amigos diciéndose borrachos que se aman. En eso sí que existe y sigue siendo “nueva” esta comedia. Se espeja en una sociedad que lentamente ha dejado de juzgar y catalogar las emociones, o estigmatizar el llanto y la angustia, o banalizar el acto de reírse.

El espejo manchado de la comedia
Quería titular este apartado con un sonido más poético que: las consecuencias de la cancelación, la sociedad de cristal, las dificultades del juicio social, la maldición de la comedia. Bueno. Un momento. Me gustó “la maldición de la comedia”.
La maldición de la comedia
Por más que lleve la palabra “nueva” en su definición, la comedia puede, como se dice hoy día, envejecer mal.
El tratamiento de los temas de la narración, literaria o audiovisual, pueden parecer a veces retrógrados, quedados en el tiempo, incomprensibles. Desde ya que eso mismo seguramente pensemos, en dicho caso, de sus autores. O que, al fin y al cabo, esa sensación la podemos tener en una charla de bar con un desconocido, en las fiestas de fin de año con nuestros familiares, o con nuestros amigos más cercanos. El rubro del desencuentro intelectual entre las personas nos permitiría una trilogía de libros más largos que El señor de los Anillos, más ahora en la era de la postmodernidad donde todos exponen libremente lo que piensan en 140 caracteres, debajo de una foto posteada en Instagram o en un vivo. Ahora, el humor es probablemente la forma de expresión más observada, frágil y castigada. Siempre ha existido una moral delimitante, y probablemente en la actualidad, como hijos y nietos de eventos históricos rotundos y violentos, los límites se han apretado. El área de lo correcto o de buen gusto, pareciera ser cada vez más reducida. Y es curioso que esto suceda ahora, cuando afortunadamente se han ganado tantas batallas contra la represión y a favor de la libre expresión de los individuos. Es curiosa la contradicción de que siendo más amplia la zona de la libertad ganada, se castiga más al humor que antes. Uno no debería reírse de ésto, ni de ésto otro, ni de aquello, ni menos de aquello, y esto ahora tampoco porque se ofende una comunidad, o la otra. Y hasta se han cuestionado y reabierto las empolvadas bitácoras del pasado, de series y películas de antes que lógicamente reflejaban otros tiempos que aún no habían vivido lo que nosotros vivimos para llegar hasta acá, con el solo objetivo de remarcar: “esto es terrible, no podíamos reírnos de eso, está cancelado y es de mal gusto”.
Cuando comenzamos en mi hogar a ver las películas, lo hicimos como los adolescentes que fuimos en su momento. Entusiasmados, fáciles, entregados, listos para reír. Y así fue, pero en ambas una suerte de nuevo mecanismo de defensa se activó y dudó de todo: ¿Estará bien que me ría de esto?.
Knocked up es una comedia romántica que no habla tanto del amor idealizado, como de la belleza de hacer lo que podemos con lo que somos y encontrarnos felices en ello con otros. El amor es eso que une a dos personas que no tendrían por qué haberse unido si no se elegían y si no se eligen una a la otra, con el esfuerzo lógico y el trabajo que demanda todo en la vida. Vemos lo que sucede en un grupo de amigos tan desastrozo como mágico que convive en una casa abandonada, mantenidos por un seguro de desempleo que les dio Canadá (todos canadienses) cuando se mudaron a Estados Unidos. Vemos lo que pasa en una familia tipo donde el matrimonio está viviendo la vida de una manera que ya los aburrió. Y vemos un chico y una chica, Seth Rogen y Katherine Heigl, que aunque en otra circunstancia no se habrían siquiera dado un beso, terminan teniendo sexo y ella queda embarazada. ¿Cómo? Porque él urgido por el acto y por su torpeza, no puede ponerse el preservativo, continúa y no le avisa. Y ahí en mi hogar nos miramos y nos dijimos inmediatamente. “Pero esto está mal”. Y sí. Claro que el personaje se comportó mal. Pésimo. Pero por el logro de la calidad de la película, desactivamos la moralina, el dedo acusador violento e inmediato, y pudimos acceder al verdadero propósito del relato que es justamente reflexionar sobre ese escenario. Sobre la posibilidad de que alguien cometa ese terrible error, sobre la posibilidad de que por motivos que parecieran al principio casi inverosímiles, dos desconocidos decidan tener al bebé. Porque también hubo otro stop. “Pero ella debería poder elegir abortar. ¿Por qué no aborta si no quiere tenerlo? ¿Qué es esta situación? ¿Que és esta sociedad retratada?” Es AQUELLA sociedad retratada. Es una reflexión absolutamente moderna de un determinado momento de la sociedad, donde de a poco ciertos temas se iban desanudando y sobre los que se iba reflexionando, y además es una reflexión acerca de un escenario posible e igual de lógico que el actual, más moderno e idealista. Estos personajes quieren tener el bebé. Punto. ¿Por qué? Porque sí, porque ellos son así, y viven la vida como la viven, y les sucede ésto en el momento en que les sucede. Y luego en el relato él se hará cargo de su error, trabajará por estar listo para lo que sigue, para ser un compañero amoroso, dedicado. Ella trabajará por aceptarlo, por disfrutar luego de mucho tiempo de su vida una conexión auténtica con alguien. Dar amor, recibir amor. Y el embarazo deja de ser el tema de la película, sino que es una reflexión absolutamente humana, imperfecta e igualmente preciosa sobre la vida. Y en el medio de conflictos mucho más cercanos al melodrama, el humor es no solo el rescate, sino que es el vehículo del relato para que como espectador conectemos y sintamos ese caudal de humanidad.
Superbad también me llevaría dos notas enteras. Por lo que sucede en la película, y por lo que creo que ha sucedido (y no me sentado a teorizar sobre qué y por qué) históricamente con su espectador. Es una película que todos recuerdan y quieren. No hay mucho más para decir. Y probablemente quienes busquen descontextualizar el humor y ponerlo en un tubo de ensayo, van a conseguir destrozarlo. Es un relato que retrata lo mejor de la ignorancia de la adolescencia, sin juzgarla, retratándola a través de un humor tan único incorrecto como sensible. ¿Quién puede ser tan soberbio para juzgar a unos adolescentes que están conociendo el mundo? Está contada desde el punto de vista de tres nerds memorables (interpretador por Michael Cera, Jonah Hill y Christopher Mintz-Plasse), que solamente piensan en tener sexo. Lo idealizan porque nunca lo tuvieron y repiten lo que escucharon, quieren pertenecer a los grupos que tienen alrededor, quieren ser admitidos, y dicen cosas tan indebidas que son preciosas, y por el solo hecho de tratar de conseguir alcohol para una fiesta (siendo menores) y con el objetivo de ser deseados por las chicas que les gustan, vivirán la noche más épica de sus vidas. La noche los cruzará con dos policías pésimos en su profesión (Seth Rogen y Bill Hader) que probablemente representan de lo peor de la sociedad, pero que son tan terribles como queribles. Hasta terminarán en una fiesta repleta de hombres chatos, burdos, ignorantes, a través de los cuales también el director se ríe y reflexiona sobre aspectos que existen en esa sociedad contemporánea a la película (e incluso a la nuestra, 16 años después).
¿Cómo vamos a pensar en cambiar, si tapamos el cambio y no permitimos al arte tratarlo? ¿No el humor posiblemente una de las maneras más poderosas de proponer el diálogo social, la autoreflexión? Negando la posibilidad de la libre expresión de la comedia, probablemente estemos quitándole la posibilidad a la sociedad de que se repiense y siga cambiando.

A modo de conclusión
El humor y el género de la comedia ocupan socialmente un rol fundamental. Reflejan en seguida en el espectado las respuestas más ideológicas o las reacciones más físicas e inmediatas. Aquello que hace reír y se expresa como un simpático espasmo en el cuerpo, con una carcajada torpe y personal, como lágrimas que brotan de los ojos. Y aquella prueba a la tolerancia intelectual moralista del espectador, que se interpone entre su reacción más auténtica y ese superyo destructor con el que se juzga. Esa voz que lo corrige, aunque su cuerpo exprese alegría. Por eso, la comedia trabaja siempre sobre sus propias fronteras con lo amoral y lo inesperado, donde verdaderamente se expresa en su esplendor y saca el mayor de los impactos, la más deforme de las risas, ocupando ese rincón atrevido. Desde la transgresión de los Monthy Pithon y su relectura sobre eventos o personajes históricos, con su puesta en duda siempre al status quo; al humor físico de La Pistola desnuda, explorando al humor desde la forma, jugando con los límites infinitos de lo ridículo; y llegando a este nuevo humor, que a través de la sensación de realismo, reflexiona sobre la propia realidad.
Eternamente agradecidos a los valientes comediantes, que pese a tener encima el estigma de ser menos prestigioso que otros géneros, van siempre al frente del ejército.
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.