Dr. Hannibal Lecter y Clarice Starling, la mejor dupla del cine de terror

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Dr. Hannibal Lecter y Clarice Starling: la mejor dupla del cine de terror

Cuando Orion Pictures anunció el estreno de The Silence of the Lambs para el 14 de febrero de 1991, la curiosidad del público asomó en todas partes del mundo ¿Una película de terror estrenada en San Valentín? La estrategia de marketing tenía tantas chances de catapultar la producción al mejor éxito de taquilla como de hundirla en el olvido a días de su premiere.

Y es que el relato de Thomas Harris sobre Hannibal Lecter no proyecta el típico terror ligero que lleva a las parejas a abrazarse, reírse y, de tanto en tanto, taparse los ojos en las salas de cine. Todo lo contrario, es una novela que deja al lector emocionalmente petrificado, y su adaptación a la pantalla grande replicó el mismo tono, si no lo mejoró.

Treinta y tres años más tarde, la película de Jonathan Demme no solo se mantiene como una de las pocas ganadoras de los cinco Oscars más importantes (mejor actor, mejor actriz, mejor director, mejor guion y mejor película). Además, es la única de su género que ostenta el galardón mayor.

Desde aquella entrega de premios, los directores de cine de terror se esfuerzan sobremanera por emular los procedimientos de Demme y conseguir la cinta perfecta. Ahora, todas las heroínas son astutas como Jodie Foster y los antagonistas maquiavélicos a lo Anthony Hopkins. Claro está, se trata de réplicas vacías de complejidad que jamás podrían acercarse a la laberíntica composición de ambos personajes, complementada de manera magistral con cada aspecto secundario de la película. Para comprender su impacto infinito en la historia de la pantalla grande, analicemos la construcción de la dupla magnética.

Anthony Hopkins confiesa el personaje del cine en el que se basó para  construir a Hannibal Lecter

Dr. Hannibal Lecter

Una producción de género siempre necesita un buen villano. Parece una obviedad decirlo, pero cada vez son más frecuentes los relatos que se centran en el efectismo y en las situaciones estéticamente atractivas en lugar de concentrarse en su antagonista. Es, por ejemplo, el caso del slasher, cuya decadencia reside en la falta de profundidad en sus monstruos y la obsesión por parte de sus directores con la sangre y el morbo visual.

La proliferación de esta clase de productos descartables tiene raíz en el afán de las productoras por el dinero y, consecuentemente, por la filmación de producciones al modo “automatismo de fábrica”. Se decantan por el camino fácil: idear una trama estereotipada y llena de sangre e impactar a los espectadores durante una o dos horas, para que luego olviden por completo la existencia de la película en cuestión. Por lo menos, habrán pagado la entrada. Según las grandes distribuidoras, eso es lo único que importa.

Anthony Hopkins estaba absolutamente decidido a no permitir que su Hannibal Lecter caiga en el simplismo comercial. El rol le significaba una cuestión de vida o muerte, ya que sería su último intento de insertarse en los grandes círculos cinematográficos. Si no tenía éxito, se dedicaría a trabajos actorales de menor calibre, e incluso relativos al circuito under. Hoy, muchos recuerdan The Silence of the Lambs solo por la interpretación de Hopkins, portadora del récord a la actuación ganadora del Oscar con menos tiempo en pantalla (dieciséis minutos).

La construcción de personaje que Anthony llevó a cabo es digna de todos los aplausos cosechados. Primero, se dedicó a recabar referencias. Estudió documentos de asesinos seriales, visitó prisiones y asistió a múltiples audiencias judiciales que lo impactaron para siempre. Sin embargo, pronto recordó que Hannibal no pertenecía al típico estereotipo del recluso violento. Cuando el director le confesó haberlo elegido por su actuación como el doctor Frederick Treves en The Elephant Man, él dijo “Pero si Frederick era un hombre bueno”, a lo que Demme respondió “Hannibal también lo es. Solo está atrapado en una mente enferma”. Entonces, Hopkins adoptó otra fuente de inspiración: HAL 9000, la supercomputadora maquiavélica de 2001: A Space Odyssey.

Igual que Hal, Lecter es un antagonista de carácter omnisciente. Lo sabe todo, y tiene el poder de controlar los hilos de la historia como mejor le plazca. En la escena donde Clarice se encuentra con el psiquiatra caníbal por primera vez, cada fragmento de su actitud indica que la había percibido desde antes. A partir de allí, Hannibal parece estar siempre un paso adelante de Clarice y del resto. Empleando una inteligencia casi paranormal, controla el pasado, el presente y el futuro. Así lo muestra la cámara, que en la gran mayoría de las escenas establece contacto visual directo con el personaje de Hopkins y afirma la fuerza de su intelecto.

Luego de haber trazado los rasgos esenciales de la personalidad de Lecter hasta el detalle, el actor se enfocó en las minucias que pudiesen proyectarlo con realismo hacia el público. Desde la improvisación de diálogos para tomar por sorpresa a su contraparte, hasta la elección de un atuendo blanco y evocador del terror propio de un dentista, no hay un solo fragmento de Hannibal que no haya sido cuidadosamente pensado. La prueba de ello está en el eje donde se conjugan todas las partes: su dinámica con Clarice Starling.

The Untold Truth Of Clarice Starling

Clarice Starling

Tal como su personaje, Jodie Foster debió persistir a través de la dificultad para conseguir su icónico rol como agente del FBI. A pesar de haberse mostrado sumamente interesada en el papel desde el primer minuto, y de ser una reciente ganadora del Oscar a mejor actriz por The Accused, el director de Silence of the Lambs no deseaba contratarla. Tuvo que escuchar las negativas de Michelle Pfeiffer, Meg Ryan y Laura Dern antes de resignarse y darle el papel a Foster. Actualmente, nadie podría imaginar a otra actriz en dicho rol, y ello se debe al ingenio de Jodie a la hora de complementarse con el protagonista.

En cuanto a la interpretación, Starling es un personaje más complejo de encarnar que Lecter. El último puede cruzar cualquier clase de límite, mientras la agente tiene un carácter recatado en todo momento. Se contiene ante el mundo laboral machista del FBI, los superiores que la desean de manera romántica, su terrible infancia y ante ella misma. Lecter es el único que respeta sus capacidades profesionales y le permite soltarse de sus propias cadenas. Disfruta observar como Clarice cree llevar la delantera cuando, en realidad, Hannibal maneja sus hilos y los del resto de los personajes desde el comienzo. De esta forma, se crea una dinámica impensada entre investigadora e investigado que se erige como el plato fuerte de la película.

En total, Foster y Hopkins solo comparten cuatro escenas. Sin embargo, la influencia de las mismas es tan fuerte que reverberan hacia atrás y hacia adelante, tiñendo con su propio color el resto de la película. El adrenalínico intercambio de información que llevan a cabo es una carrera de mentes, donde cada uno debe evaluar con sumo cuidado cuanto vale la pena ofrecer de uno mismo con tal de conseguir una respuesta clave.

En su encuentro final, Lecter le extiende unos papeles cruciales a Starling y acaricia su dedo con suavidad durante una milésima de segundo. La escena catártica indica que quizá no haya sido tan descabellado estrenar The Silence of the Lambs en San Valentín. Después de todo, el amor son aquellas personas que nos hacen sentir rebosantes de propósito, y la dupla de la película se retroalimenta en el éxtasis de compartir y competir por el mismo objetivo con iguales grados de ambición.

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