Si te fascinan las películas que exploran las relaciones entre humanos y máquinas y te gustaría tener un amigo robot, entonces debes ver Mi amigo robot, la película animada que obtuvo una nominación al Oscar a la Mejor Película Animada y que actualmente se proyecta en cines en toda la Argentina.
En el mundo actual, donde la tecnología explota, las películas de ciencia ficción tienden a asustarnos sobre la inteligencia artificial tomando el control. Mi amigo robot cambia la historia: se trata de robots pero logra mantener las cosas puras, simples y conmovedoras.
La vibra positiva de Mi amigo robot se ve en sus diseños y ambientación geniales. Imagina esto: un perro que vive la vida en solitario en Nueva York de los años 80, una época en la que el mundo no era solo pesimismo y tristeza. Sintiendo la melancolía de la soledad, el perro decide conseguir un compañero robot de alta tecnología. Recorren las calles de Nueva York, bailando, festejando y formando un vínculo irrompible. Cuando las cosas van bien, llega el final del verano y el robot se oxida, dejando al perro incapaz de moverlo de la playa.
No te equivoques: aunque es un cuento de separación, en esa separación donde vemos el fuerte deseo del perro y del robot de reunirse y las medidas que toman para lograrlo. El perro lo intenta todo, desde esperar a que la playa vuelva a abrir hasta intentar romper la cadena de la puerta, pero no tiene suerte. Los intentos del robot son aún más tristes, con secuencias hermosas que nos hacen pensar que el robot va hacia el perro. Pero no, todo está solo en los sueños del robot. Mientras el perro hace nuevos amigos, el robot lidia con sus propios problemas.
No voy a estropear el final, pero digamos que es para llorar de verdad. ¿Se vuelven a encontrar? Y si lo hacen, ¿cómo? Eso es lo que realmente te atrapa. Créeme, llorarás al final.
Mientras me seco las lágrimas, me pregunto por qué estoy tan obsesionado con estas películas de ciencia ficción. ¿Tan obsesionado estoy? Al ver Ella (2013), sueño despierto con tener un sistema de inteligencia artificial para enamorarme, aunque sean solo líneas de código. Al ver El hombre perfecto (2021), me inclino hacia un compañero robótico con un cuerpo físico, ¿quién podría resistirse a un bot tan parecido a un humano como Dan Stevens? Y al volver a ver A. I. Inteligencia artificial (2001), desearía tener un hijo robot que siempre amaría a su madre.
Solía pensar que mi obsesión con estas películas se trataba de anhelar estabilidad y seguridad en las relaciones. Después de todo, en la vida real, los amigos se alejan, los compañeros engañan, los padres envejecen y los hijos avanzan. ¿Pero los robots? Nunca se irán. Siempre están ahí, siempre que no los abandonemos primero. En general, son más confiables que los humanos. Pero ahora me he dado cuenta de que no se trata de ellos, se trata de no confiar en mí mismo. No confío en mi capacidad para formar vínculos duraderos con personas reales, para arreglar una relación rota o para sanar después de todo dicho y hecho. Así que pongo mi fe en los robots, en un programa que no me defraudará.
La película Mi amigo robot ahora se siente un poco extraña. Claro, es brillante y alegre, pero en el fondo, los robots son solo bienes. Hay una escena dura donde, incapaz de recuperar al robot oxidado, el perro finalmente compra uno nuevo.
No nos detengamos en eso, no quiero arruinar el ambiente. La verdad es que, aunque lo entiendo, aún quiero tener mi propio amigo robot y cruzo los dedos para que la tecnología llegue pronto a ese punto.
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