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Metrópolis: el clásico de la ciencia ficción que vio el futuro

Metrópolis es una película muda, en blanco y negro de origen alemán. El clásico por excelencia de la ciencia ficción. Estrenada en 1927, transcurre en el año 2026, cien años en el futuro.

Antes de su estreno en Alemania la película fue considerada demasiado larga, simplista y de tono comunista. Sufrió, a raíz de la censura, cortes que se perdieron en el tiempo. Gracias al hallazgo en Buenos Aires de la única copia original completa, perteneciente a un crítico, coleccionista e historiador de cine, el Argentino Manuel Peña Rodríguez, se logró obtener el negativo cuya versión restaurada y reconstruida del 2001, se resguardo y forma parte del Registro del Mundo de la UNESCO, como uno de los patrimonios históricos protegidos de mayor relevancia de la Humanidad.

El director de la película, Fritz Lang, líder del llamado expresionismo cinematográfico alemán, escribió el guion conjuntamente con su esposa Thea von Harbou, mientras Thea se unió al partido. Fritz, de ascendencia judía, tuvo que escapar de Alemania. Huyo esa misma noche abandonándolo todo, el mismo día que tuvo la reunión con Joseph Goebbles, Ministro de Cultura y Propaganda, en un intento de reclutarlo para que trabaje para difundir los ideales del partido Nazi.

Fritz Lang fue, a través de sus películas, un cronista de su tiempo y reflejo de lo que pasaba en la sociedad. Una sociedad perdida, que había sufrido el fin de la primera guerra mundial, dedicada a vivir el día a día; apremiada por una alta inflación, sometida al pago de créditos internacionales, marcadas diferencias sociales y poco trabajo. Un sálvese quien pueda, sin vistas a futuro.

Es allí donde Thea señala un lema en el prólogo de su libro, en un intento de reconciliar estas diferencias en la sociedad. Dice “la moraleja se desprende de una verdad fundamental: «Entre el cerebro y el músculo debe mediar el corazón».

Una historia siempre actual

En Metrópolis existen dos clases, los amos poderosos, que viven en la superficie, y los obreros, que viven en un interior subterráneo. Se trata de pisos que mantienen, casi secretamente oculto, la infraestructura que sostiene a la superficie. Mientras los primeros disfrutan de un bienestar, los de abajo trabajan a destajo y padecen un eterno y monótono sufrimiento.

Lang trabajo rayando el lado” B”. En sus películas, sin los medios y la tecnología de la industria de Hollywood, tuvo que elaborar sus propios decorados, trucos, trasparencias y maquetas: entre otras su más famosa: la super mecanizada futurista ciudad de Metrópolis. Sus planos, la iluminación, conforman un hermoso valet que, sustentado por la cámara, nos llevara a vivir los dos lados, el luminoso y el oscuro de la ciudad.

La trama une estos dos extremos. Freder, el hijo del amo de Metrópolis, y María, la vidente, que señala a los obreros la venida del Mediador. El enamoramiento mutuo casi a primera vista y el despertar de la realidad aparentemente para el desconocida, lo hará erigirse como el Mesías que vaticino María. Freder dejará su vida cómoda para sumergirse en la realidad del submundo de María. Joh Fredersen, el padre de Freder, contactará a un viejo enemigo, un científico para que lo ayude a recuperar a su hijo.

Luego de esta introducción, me gustaría centrarme en un aspecto de la película, en el que un elemento externo se introduce para romper el fino equilibro en el que vivía la ciudad.

Pistas para el futuro

En un principio la película nos marca el pulso, nos presenta a la máquina corazón, la máquina que tecnológicamente provee de energía a todas las máquinas de Metrópolis. Sus requerimientos deben ser atendidos constantemente por una especie de reloj manejado en forma manual por un humano que frenéticamente debe mover las manecillas a su merced y cuya exigencia obligada somete al operador al límite de desfallecer, simulando el aspecto de la imagen del dios fenicio Moloch, devorando sacrificios humanos que le son presentados.

Más adelante, una vez más el ingrediente tecnológico se introduce en el pedido que hace el padre de Freder al científico Rotwang: la creación de un robot con el fin de reemplazar a María. El robot tendrá tres nombres a lo largo de la película, Futura Parodia y Engaño.

Sentada magnifica, inexpresiva, sin emoción alguna, construida de un frio metal imposible de sentir, transcurre la escena antológica del film por excelencia, icono, donde se muestra la transformación excelentemente expresada en unos halos que la recorren, hasta lograr la imagen exacta de María.

Allí descubrimos, que esta nueva tecnología fría y calculadora, indistinguiblemente a simple vista con un ser humano, extremadamente inteligente, con el poder de seducción, sin medir consecuencia, se hecha libremente a rodar.

Este robot hará hasta lo impensado para lograr su objetivo. Por un lado, en la superficie, la danza hipnótica en el club Yosiwara, enfrentara a los hombres entre sí, peleando por ella hasta la muerte y, por otro lado, a los obreros convencidos al límite de destruir enceguecidos las maquinas, en una inundación que expone la vida de sus propios hijos.

Solo faltan dos años, para llegar al año 2026, para verificar si se cumple la visión profética de una película de ciencia ficción, escrita el siglo pasado, donde nos presenta una ciudad del siglo XXI, la majestuosa Metrópolis, llega al límite de la destrucción por la mujer artificial construida por la Tecnología, señalando una alerta lejana, a una realidad cada vez más palpable en el presente. Futura fue destruida por el fuego, de la hoguera, debemos tener en cuenta en el ahora a ese tercer excluido, el advenimiento de una nueva forma de vida, no humana, un ser digital, con pensamiento propio, imposible de frenar, llegara a ser un millón de veces más inteligente que nosotros, uno más en la ecuación entre el cerebro, el musculo y la inteligencia artificial general, donde guardemos el anhelo de Thea. Cuando imagino el futuro, la esperanza de que medie entre ellos el corazón.

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