Terminé de ver Robot dreams y sentí que tenían puntos en común con lo que plantea Past lives.
Ciertamente, estamos en un tiempo de cine con finales diferentes, ya no es tanto el felices para siempre. Es una época de búsqueda de respuestas y de aceptar que hay vínculos que quizá, y con el paso del tiempo y debido a ciertas circunstancias, cambian y no permanecen más que en el corazón.
Robot dreams (o Mi amigo robot) es una película de producción española y francesa del año pasado que estuvo nominada a Mejor película animada en los Premios Oscars 2024. Es dirigida por Pablo Berger, director y guionista español y también productor en esta película. Está basada en el cómic homónimo de Sara Varon.
Si bien ésta es la primera película animada de Pablo Berger, no es su primera película muda. Ya había producido Blancanieves en 2012 en su país de origen, imitando varias característica del cine mudo: blanco y negro y usando la música como recurso dramático. Principalmente, el recurso de la música es uno de los que usa en Robot dreams.
Mi amigo robot nos cuenta la historia de un perro (DOG) que vive en Manhattan en los años 80. Vive solo y esa soledad le produce tristeza. Todo se lo recuerda: cada vez que come solo, cada vez que mira la tele y el reflejo le muestra el espacio vacío en el sofá, todo.
Entonces, un día decide adquirir un robot para ensamblar que promete ser una compañía. Podría ser la solución para tener un amigo. Efectivamente, lo compra, lo arma y la promesa se cumple. Logra tener la alguien que lo acompañe, con quien hacer todo lo que le gusta, incluso bailar, y compartir su canción favorita. El robot pasa a ser parte de su vida.
Lamentablemente, luego de un día de playa, al final del verano, ROBOT empieza a funcionar mal y su cuerpo no responde. Dog no puede con él y tiene que dejarlo para venir a repararlo en otro momento. Al ser el término del verano, cierran la playa y Dog no puede pasar. Lo intenta todo, de forma desesperada e incluso cometiendo delitos, pero no puede. Tiene que dejarlo allí hasta que comience la temporada de nuevo.
Durante ese tiempo no solamente vemos la tristeza de Dog por haber quedado nuevamente solo y no tener a su amigo; también lo vemos a Robot que sufre, y no solo por estar solo. Lo vandalizan, lo alteran e incluso lo llevan a una tienda de chatarras para desarmar. Alguien lo encuentra allí y lo vuelve a armar. Es con este nuevo dueño que robot vuelve a tener compañía y vuelve a ser feliz.
Cuando abren nuevamente la playa, Robot ya no está. Dog en su tristeza, intenta salir adelante y se consigue uno nuevo. Hay un momento clave en el que Dog y Robot saben donde está el otro y la música es lo que los une; pero saben también que el tiempo pasó y ya no pueden estar juntos. Las circunstancias cambiaron. Y de alguna forma, aceptan que van a estar bien así. Aunque ya no estén el uno con el otro.
Hay puntos en común en Past Lives (Vidas pasadas) en las que un vínculo entre dos se ve alterado por el tiempo y al final la aceptación de la despedida aparece. Al final las dos están hablando de lo mismo, contándolo a través de vínculos diferentes. Porque todos los vínculos son alterados por el paso del tiempo, y más aún cuando no está el contacto diario, toca extrañarse y seguir adelante.
Hablemos de Past lives. Esta producción surcoreana estadounidense dirigida por Celine Song del año pasado ha conquistado los corazones de muchos. Incluso estuvo nominada a Mejor película y Mejor guion original en la misma ceremonia de los Oscars de Robot Dreams.
Este drama romántico nos cuenta la historia de Nora y Hae Sung, dos niños que se llevan muy bien de chicos y se gustan. Pasan mucho tiempo juntos hasta que la familia de Nora decide emigrar de Corea del Sur.
Mientras estamos con ellos en la etapa de la infancia, los conocemos, sabemos de sus aspiraciones y del vínculo entre ellos. Pero un día tienen que despedirse. Lo hacen casi sin decir palabra, y cada uno tomando su camino. Esa escena tan sencilla dice mucho y provoca emoción en el espectador en la medida justa. Todos quisiéramos que ese vínculo no se terminara.
Mediante una elipsis, nos encontramos con Nora doce años después. Ella por curiosidad, y gracias a las redes sociales, encuentra a Hae Sung y lo contacta. Comienzan a hablar de nuevo, tecnología mediante - ella está en Estados Unidos y él sigue en Corea - retoman el vínculo cercano como el que tenían de niños. Se reconocen, a pesar del tiempo. La conexión sigue estando allí. Pero la imposibilidad de verse y el saber que su vínculo va a seguir siendo mediado por la tecnología por un tiempo, hacen que Nora decida cortar el contacto nuevamente. Esta vez es ella la que provoca la ruptura del vínculo. Están de acuerdo, pero igualmente quedan tristes.
El tiempo vuelve a pasar, Nora conoce a Arthur en una residencia, construyen un vínculo juntos, y se casan. Viven juntos en Nueva York. Arthur quiere acercarse más a su cultura, aprender su idioma.
Tiempo después, Hae Sung va a viajar a Estados Unidos y le avisa a Nora para encontrarse. Pasaron 24 años de la despedida en Corea.
Ese reencuentro tan esperado está cargado de muchas cosas. El peso de por sí del reencuentro luego de tanto tiempo, las emociones de haberse extrañado, el conocerse desde siempre, el sentir y saber que las condiciones en las que se encuentran esta vez son diferentes.
Algo interesante en este reencuentro es la honestidad y cierta madurez que ambos personajes muestran. Las cartas están puestas sobre la mesa y no se ocultan. El marido de Nora está al tanto de este encuentro, no se lo impide, aún sabiendo el pasado. De hecho, la película comienza con el encuentro de los tres.
Esa carga emocional presente en el reencuentro, remueve emociones. La pregunta de Arthur es inevitable: “¿te extrañó?”. Ella no responde. Es como que casi ni se atreve a preguntárselo a sí misma por miedo a la respuesta.
Finalmente, luego de esos días de ponerse al día y estar juntos, la despedida llega. Él se va, ella se queda con Arthur. Nuevamente una despedida de pocas palabras aceptando la realidad, en esta vida no va a ser.
En ambas películas los vínculos establecidos son diferentes. En una, es un perro humanizado que se siente solo y necesita compañía por lo que recurre a un robot que también parece humanizado y ambos forman una amistad inseparable. En la otra, dos amigos de la infancia que también parecen inseparables, la vida los separa y los vuelve a encontrar pero no terminan juntos. Las dos tienen algo en común: el tiempo pasó y cambió sus vidas y eso hace que tengan que aceptar las circunstancias y su presente.
Al finalizar las dos películas, el espectador se queda con cierta melancolía; esa misma de cuando algo que podría haber sido lindo ya no puede suceder. La resolución de ambas es lo que tiene que ser, pero, sin embargo, aparece un ojalá las cosas fueran diferentes. Y siempre quedará ese condicional de si tal o cual cosa hubiera sido diferente.
Pensando también estos finales no típicos, en Uruguay se estrenó en 2022, Julio felices por siempre una comedia romántica de un uruguayo que se enamora de una estadounidense y las distancias - geográficas, de idiomas, de costumbres - hacen que no puedan ser felices para siempre. (Se puede ver en Amazon Prime).
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