Dumb and Dumber. Carrey y Daniels haciendo historia.

Dumb and Dumber (Tonto y Retonto)

Dicen que para hacer llegar un mensaje, en primer término es necesario entretener, nadie puede lograr dicho propósito sin cumplir esa premisa. El cine realmente logrado se precia de dicha virtud. Puede ser una película dramática, de acción, un thriller o una comedia, pero la reflexión tarde o temprano es entregada al espectador envuelta en un tenue papel de celofán que al ser abierto puede llegar a sorprenderlo, impactarlo ó a emocionarlo.

Podríamos nombrar a manera de ejemplo en los géneros nombrados a Collateral Damage (Daño Colateral) de Arnold Schwarzenegger, con el inquebrantable espíritu de un padre y esposo de vengar a su esposa e hija ante la violencia desatada por huestes terroristas, quizá a The Usual Suspects (Sospechosos Habituales) donde Keyser Söze mediante, aprenderemos a no minimizar, ni confiarnos de nadie, o a la entrañable Forrest Gump con el claro aliciente de que todo se puede lograr, sin importar tus limitaciones…Y además recordarnos que la vida es como una caja de bombones, nunca sabemos cual nos va a tocar.

Llegado a este punto nos preguntamos…

¿Qué mensaje busca transmitirnos Dumb and Dumber?

¡NINGUNO señoras y señores! y eso es lo magnífico de esta película!

¡El mensaje es que no hay ningún mensaje! El guión paulatinamente nos va liberando del porqué intrínseco de las cosas, no debemos intuir nada, ni hacer ninguna reflexión.

¿Qué nos queda entonces? Solo el entretenimiento gamberro, sin moralejas y sin importar las consecuencias.

Fué estrenada en 1994, dirigida por Peter y Bobby Farrelly. Narra las peripecias de Lloyd Christmas (Jim Carrey) y Harry Dunne (Jeff Daniels) dos amigos de inteligencia cuestionable y de dudosa moral, que no pagan el alquiler donde viven por años, no dudan en estafar a un niño ciego, vendiendole un pájaro muerto con la cabeza pegada con cinta adhesiva, se mienten entre ellos, se birlan las novias y son capaces de tomar “prestados” para hacer algunos pequeños gastos, un millón de dólares. Todo esto envuelto en un halo de inocencia e ingenua maldad que borda lo sublime por momentos.

La trama gira en torno al intento de devolver un maletín perdido que olvidó la bella Mary Swanson (Lauren Holly) en una limusina conducida por LLoyd mientras este la llevaba al aeropuerto. Más allá de su noble motivo para hacerlo, prima el deseo de volver a verla al quedar perdidamente enamorado de ella, por lo cual decide junto a su gran amigo Harry buscarla, embarcandose así en un viaje lleno de situaciones hilarantes y ridículas por igual.

Si de preguntas se trata, nos podemos hacer muy pocas y concisas, la primera es:

¿A quien realmente se le ocurrió juntar a Jeff Daniels, un actor sobrio, partícipe durante toda su carrera de producciones serias y dramáticas en su mayoría con un “loco” desatado como Jim Carrey, un gran histriónico, con su gesticulaciones llevadas al paroxismo?

La segunda pregunta es: ¿Cómo fué que aceptó el papel Jeff Daniels?

La tercera sería: ¿Qué habría sido de esta película si hubiera sido otro, uno de sus dos protagonistas? Es imposible imaginarse a Carrey sin Daniels y viceversa en esta extraña pareja, la combinación y la química fué extraordinaria.

Y la última y la más importante de todas es: !!!¿Por qué tardaron 20 años en hacer una segunda parte? !!! ¿En qué estaban pensando?

Quedaron en esta icónica cinta, escenas inolvidables que la han convertido en una película de culto, son tantas que podrían citarse una tras otra a lo largo de su metraje.

Solo por nombrar algunas: Cuando llegan vestidos de “smokings” de color naranja y celeste con galera y bastón a la gala para la conservación de la “Lechuza de la nieves” o cuando la matan de un corchazo, o cuando se bajan de un Ferrari vestidos de la forma mas extravagante posible, llenos de cajas de compras y repartiendo propinas de 100 dólares, o cuando preparan a Lloyd para una cita, tal cual “Pretty Woman”, o cuando le dan orina en una botella de cerveza al agente de la polícia que los detiene en su perromóvil.

Podría continuar pero me detengo porque me estoy riendo solo mientras escribo…

Para finalizar, solo me resta dar las gracias en nombre de todos por regalarnos esta pequeña “obra de arte non sancta” y no hacernos sentir culpables de nuestras risas.

Ya nos tocará reflexionar en otra ocasión.