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TENGO MIEDO / SE VIENE MEGALÓPOLIS

Tengo miedo. Francis Ford Coppola, ese genio del cine contemporáneo, presenta en Cannes su última creación, Megalópolis. Y según él mismo declara, el film le demandó cuarenta años de trabajo y una inversión de 120 millones de dólares que salieron de su propio bolsillo. Recuerda que en 1983 ya tenía escrita la primera versión del guión, que luego reescribiría unas trescientas veces.

Un año antes de eso, en 1982, su bellísima película One form the heart (Golpe al corazón por estos lares) lo había llevado a la bancarrota: le había costado 24 millones (casi como Apocalypse Now) y recaudaría mucho menos que 1…

Después del traspié, le costó mucho recuperarse, trabajando por encargo en producciones que no lo convencían del todo y, a pesar de ello, sacando siempre jugo de las piedras: Cotton Club y Jardines de piedra son buenos ejemplos de ello.

Pero el gigante se recuperó, dirigió enormes películas, produjo otras, y amplió sus horizontes hacia ámbitos más relajados y redituables: hoteles, pastas, salsas y, fundamentalmente, vinos californianos. Alzó un imperio vitivinícola y parte del mismo es el que ahora hizo cash para alzar esta Megalópolis, ya que ningún estudio de Hollywood ni ninguna plataforma quiso arriesgarse en esta aventura.

Tengo miedo porque Megalópolis cuenta la historia de la destrucción y reconstrucción de una ciudad. No una ciudad cualquiera: Nueva York. Y en algún momento pensó filmarla en los estudios de Cinecittá, en Roma. Sí, destruir Nueva York y volverla a construir en el interior de un estudio…

Cuarenta años atrás, Golpe al corazón, la causa de aquella bancarrota, transcurría en una ciudad con un aire a Las Vegas, una ciudad que se construyó íntegramente dentro de su estudio, Zoetrope. En aquel momento, Coppola dijo haber elegido como modelo a Las Vegas porque era una ciudad donde en un momento podés estar “en la cima del mundo” y al siguiente “tirado en un callejón con un ojo morado”.

Megalópolis recrea la conjura de Catilina contra Cicerón en la Antigua Roma, en el año 63 antes de Cristo, y la desarrolla en un futuro distópico. Cuesta imaginar el desarrollo de la historia. Y puede entenderse que haya reescrito cientos de veces el guión. Ya cuando anduvo por Buenos Aires, más de veinte años atrás, había hablado de esta película en un reportaje público en el Teatro Alvear: “Desde hace años estoy escribiendo un guión, es como una gran salsa de tomate. Hasta ahora estaba demasiado licuada, me parecía que no le iba a gustar a nadie. Pero sé, por experiencia, que si uno sigue revolviendo, si lo sigue espesando, va a llegar a tener la consistencia justa y se va a convertir en un verdadero tuco. Recién ahora siento que está empezando a quedar bien este guión. Por eso les digo, no se desalienten si su película no termina de tener la espesura que buscan: sigan revolviendo, sigan revolviendo”.

Ese mismo día confesaría que Golpe al corazón era la única de sus películas que fue realmente malentendida.

Tengo miedo por eso. Por las similitudes. Y no lo quiero ver a este gran tipo tirado en un callejón con un ojo morado.

Pero si así fuera y, desmintiendo a los Heráclitos y Hegeles, la historia se repitiera tal cual, qué le vamos a hacer. Coppola volverá a visitar la bancarrota. Y nosotros, simples mortales espectadores, a disfrutar de una película que quizá sea tan genial como Golpe al corazón.

Sí, tengo miedo por el bolsillo de Francis Ford. Pero lo combato con un poderoso tranquilizante: la suerte de saber que hay una nueva película suya.

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