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Furiosa y la pérdida de la esperanza.

Spoilers

¿Qué buscamos cuando vemos una película de acción? Quizá lo más importante son las explosiones, los disparos, las coreografías de pelea, o ver a nuestros héroes favoritos abriéndose paso entre los malos como un ejército de un solo hombre –o mujer–. Keanu Reeves, Liam Neeson y más recientemente un inesperado Ryan Gosling que se luce como action man en “Profesión Peligro”, sin olvidar a las damas de acción como Zoe Saldaña en “Colombiana” o Emily Blunt, que se muestra tan ruda, si no es que más ruda, que Tom Cruise en “Al Filo del Mañana”.

Una de las heroínas de acción más populares y recientes está a punto de estrenar su nueva película en solitario, alejada del Mad Max al que le robó protagonismo por allá en el lejano 2015. “Furiosa” se estrenará pronto en cines de todo el mundo, dónde Anya Taylor-Joy probará suerte luchando contra Chris Hemsworth y sustituyendo a Charlize Theron en el papel de la imperatora que representó en “Furia en el Camino”, un clásico instantáneo del cine de acción gracias a la meticulosa atención al detalle de un magistral George Miller y a un cuidado equilibrio entre CGI y efectos prácticos. La edición nunca le da un respiro al espectador, poniéndonos frente a lo que se puede describir como una verdadera película heavy metal. Sólo recordemos a ese maravilloso guitarrista ciego que, a base de rock y un lanzallamas, motivaba a los war boys en su búsqueda de la gloria y el Valhalla, con riffs que inspiraban a los guerreros cuál cuernos vikingos. Épico. Las persecuciones, las explosiones, los momentos cercanos a la muerte que viven nuestros héroes, todo nos llena con la misma adrenalina que sentimos al escuchar a bandas como Iron Maiden o AC/DC, poder cinematográfico puro que nos sumerge en un mundo cromado de engranes, balas y olor a gasolina.

“Furia en el Camino” podría considerarse como la típica película de acción, ahora protagonizada por un Tom Hardy cansado de luchar por sobrevivir sin ningún otro propósito, en el papel que hiciera famoso a Mel Gibson en 1979. Tiene todos los elementos del género, desde las explosiones hasta un villano malvado, peleas a puño limpio y una frenética banda sonora. Entonces, ¿qué hizo que una película de acción recibiera 10 nominaciones al Oscar, incluyendo las de Mejor Película y Mejor Director? Por supuesto no se llevó ninguno de estos premios, limitándose a galardones más técnicos, pero en realidad nos encontramos frente a una obra que va trasciende a la violencia para ofrecernos un mensaje más profundo, uno que todos deberíamos escuchar entre los disparos y el fuego, un mensaje que encontramos en una de las escenas más poderosas de la película, y que nada tiene que ver con el festín visual que la precede.

Furiosa, la verdadera heroína de la película, rescata a las “esposas” de Inmortan Joe, y promete llevarlas a su hogar, al “lugar verde”, lleno de plantas y árboles que en este mundo pertenecen al reino de los mitos. Durante su escape sus caminos se cruzan con el del titular Max Rockatansky y un war boy llamado Nux que no tarda en cambiar de bando y ayudar a los fugitivos. Tras escapar de sus perseguidores cruzando un pantano, los héroes se encuentran con las Vuvalini, un clan de mujeres que pronto reconocen a Furiosa como una de ellas, secuestrada cuando era niña –evento del que quizá seremos testigos en la próxima precuela–. Feliz de estar cerca de su destino, Furiosa pregunta a las Vuvalini sobre el lugar verde, y es aquí donde la revelación destruye el espíritu antes inquebrantable de Furiosa. El lugar verde ya no existe, el pantano estéril que cruzaron antes es todo lo que queda de él. Furiosa da unos pasos sobre la abrasadora arena, antes de remover su brazo prostetico y caer de rodillas, lanzando un aullido de dolor acompañado por el crescendo de la banda sonora, violines que lloran junto a ella, alejados de las guitarras y las percusiones, en un desgarrador instante donde la esperanza acaba de morir. Pero no sólo la esperanza de Furiosa ha desaparecido. El último lugar verde del mundo se ha ido, y ya nada más queda en la Tierra que el yermo, la locura y el fin de los tiempos que se acerca de forma lenta y agonizante. Ese cuadro de Furiosa gritando al cielo representa el verdadero objetivo de George Miller al orquestar este relato poblado por mutantes y la soledad del desierto, un instante donde la humanidad de Furiosa es puesta a prueba, y un renuente Max encuentra la suya, al decidir que dejará de huir y ayudará a las Vuvalini y a las esposas de Joe a encontrar un nuevo hogar. Ahora él ha encontrado su propósito, cuando Furiosa parece haber perdido el suyo.

Pocas películas de acción, es posible que ninguna otra, poseen momentos de humanidad tan poderosos. Cómo espectadores estamos acostumbrados al entretenimiento, por lo que momentos como este nos toman por sorpresa. Ni John Wick con su muerte, ni el James Bond de Daniel Craig sacrificándose para salvar a su hija, ni los sentimentalismos baratos de Toretto y su familia –con la probable excepción de la despedida a Paul Walker– logran el mismo nivel de intensa emoción que Charlize Theron transmite en apenas unos segundos de actuación que logran condensar la intención de Miller, un grito de ayuda para proteger este pequeño e insignificante planeta que llamamos hogar, para que jamás nos encontremos perdidos en un yermo sin vida, recordando un pasado que ya no volverá mientras nos hacemos la misma pregunta sin respuesta que las esposas de Joe repiten una y otra vez:

“¿Quién mató al mundo?”

Nada mal para una simple película de acción.

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